sábado, 25 de enero de 2020

CARTA A MARIANA, CON DESFILE DE SEPTIEMBRE




Querida Mariana: Este grupo de alumnos sube por donde ahora bajan los autos; está a punto de llegar a la esquina donde está el OXXO del parque central; a punto de desfilar por donde ahora existe un andador y está el 500 Noches, pero antes hubo la continuación de la calle. Este grupo de alumnos del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz está a punto de pasar frente al palacio municipal y hacer un marcial saludo frente a las autoridades.
Sí, mi niña, te resultará difícil identificar la barda donde aparecen los aros olímpicos, pero el edificio de enfrente sí lo identificarás con facilidad. ¡En efecto! ¡Es el mercado Primero de Mayo! ¿Ahora sí? ¡Por supuesto! Donde aparecen los aros olímpicos, actualmente está el Auditorio Roberto Bonifaz Caballero, el espacio donde se realizan los campeonatos de básquetbol.
La foto corresponde al año 1971, y, como ves, el contingente tiene el orden característico de los desfiles de aquellos años. Y digo esto, porque el año pasado fui testigo de cómo un alumno (de una escuela cuyo nombre no quiero recordar), mientras caminaba -porque no marchaba- respondía un mensaje por su teléfono celular.
Al fondo está la Ciénega, la Ciénega de los años setenta. Ya no tiene el espejo de agua que tuvo en los años cuarenta. Ya no. Pero aún conserva su cara limpia. Sí, ahora ya es un rostro con muchas manchas.
Acá se ven pocos espectadores. A la hora que pasen por el parque, estos muchachos escucharán aplausos, porque en ese tiempo la mayoría de la audiencia se congregaba en el parque y en el corredor del palacio municipal, porque (ya lo dije) en ese tiempo esta calle seguía derecho, derecho, y pasaba frente al ayuntamiento. El presidente municipal y sus cercanos presenciaban el desfile desde el balcón central y saludaban cada vez que pasaba un contingente con la bandera mexicana y aplaudían a los alumnos que, al pasar frente a ellos, hacían el saludo marcial. Algunas mujeres (también hombres) señalaban a algún alumno y hacían comentarios y reían o asentían. Como era el Comitán de los años setenta, muchos se conocían. Ahora, es casi imposible reconocer a los integrantes de los contingentes.
En la banqueta de la cancha camina una señora, en el mismo sentido del desfile, ella (con lentes oscuros) va pendiente de su camino, digamos que el desfile no le interesa, ella piensa en sus cuitas personales. Detrás de ella sí hay dos muchachos recargados en la pared, ellos sí presencian el desfile; por el contrario, en la banqueta del mercado, donde marcha uno de “los cornetas”, una familia camina en sentido contrario del contingente. Tampoco llama su atención el desfile. Caminan “enrebozadas”, y el niño con las manos adentro del pantalón. Tal vez llama su atención el alumno con la corneta que camina frente a él. Es casi seguro que el niño tuvo que hacerse a un lado a la hora que topó con el alumno. El alumno lleva un paso marcial y la milicia exige no hacerse a un lado. El soldado camina como si dijera “Háganse a un lado, que acá va la patria y la patria no se tuerce.”
¿Ya viste la modestia de lo que ahora es el auditorio Roberto Bonifaz Caballero? Donde se ve el acceso había una escalinata que permitía llegar a la cancha y a las tribunas (una, la que daba al frente del negocio de don Óscar Pinto era una tribuna de madera; la otra, la que estaba pegada a la parte posterior del templo de Santo Domingo, era una tribuna de cemento.)
Dos chicas (Angelita y Socorro) portan el banderín del Colegio. Atrás, el maestro Roberto De La Cruz, dirige a la banda de guerra de la institución. Si mirás bien, la banda también tenía un orden: desfilan formando tres filas, adelante van los tambores, luego una fila de trompetistas y así hasta completar el grupo de treinta. Detrás de la banda está la abanderada y de ahí para atrás el contingente de estudiantes, todos vestidos con traje de gala.
Digo que la fotografía es del año 71. Los Juegos Olímpicos del 68 ya pasaron, asimismo el Campeonato de Fútbol ya lo ganó Brasil, en un emocionante duelo contra Italia (¡Ah, la gran Italia!) Sí, la onda sicodélica ya llegó a nuestro pueblo. Poco a poco, los pantalones acampanados dictan la moda y los muchachos comienzan a usar el cabello largo y camisas con colores llamativos. En las recámaras de los chicos hay pegado un cartel con el rostro del Che. Las chicas también usan pantalones acampanados, con muchas flores, y las chicas más atrevidas usan (Dios las bendiga siempre) las famosas minifaldas. Acá, Angelita y Socorro llevan la falda un poco arriba de las rodillas. La minifalda era una pieza que subía diez o quince centímetros más. Recuerdo que varias alumnas del Colegio del padre, a la hora de la salida, con ambas manos se subían la falda, en cuestión de segundos la convertían en minifalda. Cuando llegaban a sus casas hacían el movimiento contrario y los papás ni cuenta se daban que sus hijas eran “minifalderas”.
A mí me encanta reconocer que estos dos edificios emblemáticos del pueblo (el mercado y “la cancha”) no han perdido su vocación, el primero sigue siendo un lugar donde el sabor y la tradición están más vigentes que nunca, ahí compramos los chinculguajes, el atol agrio (jocoatol), el atol de granillo, las butifarras, los tamales de bola, el pempenchile, el chicharrón de hebra, los chiles siete caldos, las tostadas de manteca, el asiento (para hacer las pellizcadas), y mil delicias más; y el segundo lugar sigue siendo la catedral del básquetbol comiteco. ¡Ah!, cuántas historias se han escrito en ese espacio, historias de gloria e historias trágicas.
Roberto Bonifaz junior contó que esta cancha al aire libre, que llevaba el nombre de Pantaleón Domínguez, y que era la cancha de la escuela federal Belisario Domínguez, un día se convirtió en el auditorio techado que ahora lleva el nombre de su papá (un destacado basquetbolista). Cuando se inauguró lo bautizaron con el nombre de Rosario Castellanos, pero no faltó quien puso el grito en el cielo, con justa razón: ¿Por qué un auditorio deportivo llevaba el nombre de una escritora? ¿No era más justo que llevara el nombre de un deportista?
Roberto Bonifaz junior contó que, en una plática informal entre su papá y el licenciado Jorge De La Vega, se pensó en la posibilidad de techar la cancha. Tal plática dio por resultado la construcción actual, “Se encargó la construcción al ingeniero Enrique Flores, y un patronato formado por notables comitecos supervisó la construcción y salvaguarda del inmueble que fue inaugurado en agosto de 1976.”
¿Mirás? Esta fotografía fue tomada cinco años antes de la inauguración del auditorio Roberto Bonifaz Caballero. Así como ahora se realizan encuentros de básquetbol memorables, en aquellos años también había partidos de furor. Gracias a gestiones del profesor Roberto Bonifaz Caballero, esta cancha, pueblerina, modesta, recibió una tarde la visita de los Harlem Globetrotters. Vos no tenés idea de quiénes fueron estos jugadores, porque te estoy hablando de la prehistoria, pero la afición de aquellos años llenó la cancha, porque los famosos Globetrotters harían una exhibición en el pueblo. Los Globetrotters era un equipo de básquetbol, de Estados Unidos de Norteamérica, que era todo un espectáculo, mezclaba el deporte con el entretenimiento. Bueno, con decir que sólo la altura de los jugadores era ya todo un espectáculo. Muchos comitecos recuerdan una memorable fotografía donde aparece el llamado “Chaparrito Barragán”, quien fue un deportista que tenía talla corta, al lado de un Globetrotter de más de dos metros de altura. Ya podés imaginar el disfrute de la audiencia al ver la serie de jugadas: se pasaban el balón por en medio de las piernas, tiraban hacia el aro y uno del mismo equipo se levantaba y con sus manos detenía el balón que estaba a punto de entrar en la cesta. Los comitecos disfrutaron ese show, la destreza de esos jugadores que visitaban muchos países del mundo, ¡del mundo!
Digo que hay sustancias ciudadanas que no han perdido su vocación. El mercado sigue siendo un elemento de identidad comiteca; el auditorio sigue convocando a la juventud y a los mayores a honrar la frase que fue lema del maestro Bonifaz: “Fibra en el cuerpo y disciplina en el alma.” El Colegio Mariano N. Ruiz celebra en este 2020 ¡setenta años de servir a la juventud de la región! Lo sigue haciendo con la misma disciplina que acá se ve.
Hay espacios que no traicionan su tradición, al contrario, la fomentan, orgullosas de su pasado. El mercado mantiene su vocación original, ha sido una flor llena de sabores desde 1900; la cancha (ahora auditorio) continúa abrazando al espíritu del deporte comiteco. Quien ahora visita el interior observa una serie de pendones colgados de la estructura superior, con imágenes de algunas de las estrellas comitecas de ese deporte. Sin duda que a los organizadores les costó trabajo seleccionar quiénes tendrían ese honor, porque, insisto, hay más jugadores de relevancia.
Posdata: Claro, cuando el desfile terminaba, Angelita y Socorro daban vueltas en el parque. Una caterva de chicos admiraba su belleza. Ambas eran asediadas por los muchachos, porque (acá se ve), eran chicas bellas. Ellas subían al Café Intermezzo y tomaban un refresco, mientras platicaban y reían y veían a la gente que daba vueltas en el parque. Eran tan bellas que habían sido elegidas para portar el banderín que encabezaba el contingente de la llamada escuela del Padre, el glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, que no pierde su vocación: Sigue dando luz en las mentes y corazones de cientos de alumnos.