viernes, 31 de enero de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN POMO LLENO DE AFECTO



Querida Mariana: Te paso copia de una fotografía afectuosa. ¿Vos conocés a mis compadres, Miguel y Virginia? Tal vez no. Yo tengo muchos años de conocerlos. ¿Cuántos? Quién sabe, ni quiero entrar a jugar al ábaco, porque luego termino sacando pastillas de naftalina para la nostalgia. Acá están en la entrada del templo de Santa María de la Asunción, de la Colonia Burocrática Miguel Alemán, de nuestro pueblo. ¿Qué hacen ellos ahí, tan formalitos? (Mi compa Miguel se pone traje cada muerte de un obispo y se lo puso cuando se casó). Bueno, pues resulta que acá está de traje, porque renovó votos con mi comadre, cincuenta años después de haberle jurado amor eterno. ¡Pucha! Y digo ¡pucha!, con aliento emocionado. Cualquiera podría decir: ¡Qué aguante! De ambos lados. Claro. Se han tolerado durante cincuenta años (tiempo en que tuvieron tres hijos: Bety, Monse (mi ahijada), y Gabriel (mi ahijado) y tienen tres nietos: Paola (quien ya es abogada), Fernanda y Samuel.) ¿Mirás, soy padrino de dos de sus hijos? ¿Por qué me eligieron en doble ocasión? Tampoco lo sé, pero agradezco el honor (Gabriel, no, porque siempre reclama que no he cumplido con mi supuesta obligación de padrino de darle su domingo.) Cuando ellos me concedieron el honor eran otros tiempos, ahora, cuando alguien me ofrece tal distinción, por supuesto digo que no. La responsabilidad me abruma, así que prefiero caminar por la orillita. El otro día, una institución educativa de gran prestigio me ofreció el honor de ser padrino de una generación de universitarios. ¡No, no me hagan eso! Agradecí la distinción, pero, por supuesto, ¡no acepté! Sólo eso me faltaba, ser padrino de cincuenta o más muchachos. No dormiría de acá para el resto de mi vida. Y duermo tan bien, tan en paz conmigo mismo.
Digo pues que Miguel y Virginia son mis compadres al cuadrado, por esto, los acompañé a la renovación de sus votos matrimoniales cincuenta años después. ¡Pucha! Sí, qué aguante. A veces bromeo con Miguel (lo hago enojar con frecuencia, porque se queja de que lo molesto mucho) y le digo que se merece una medalla de oro por aguantar a la Virginia, pero apenas lo digo, pienso que mi comadre también merece esa medalla. Sí. Ambos merecen reconocimiento por llegar a este instante. Ella lo regaña, él la tolera; él la molesta, ella lo tolera. Ambos se toleran. Bueno, el sacerdote, a la hora del sermón explicó lo que ahora ya muchas parejas no entienden: son cónyuges porque soportan el mismo yugo. Parece dura la palabra: soportar. La convivencia no es sencilla. Vos lo mirás con tu novio. El otro día me dijiste que ya no lo soportás, pero luego miré que andabas muy acaramelada. La convivencia es difícil. ¿Imaginás lo que esta pareja ha tenido que pasar en cincuenta años de vida conyugal?
Ahora pido perdón por compartir este instante con vos, porque vos no conocés a esta pareja, pero quise decirte que me siento orgulloso de ellos, porque llegar a este momento no ha sido fácil ni sencillo. Digo que mi compa Miguel se enoja cuando le hago una travesura, se enoja en serio, pero luego, un día después, ya se olvidó y vuelve a ser el mismo de siempre. Digo que llevamos siendo amigos desde no sé cuánto. Si lo molesto es porque tengo la suficiente confianza para hacerlo. No ando picándole la panza a medio mundo, sólo porque sí. A Miguel sí le he picado la panza muchas veces. Ellos (así sucede con todas las parejas del mundo) se pican la panza (bueno, mi compa le pica otra cosita a mi comadre, porque aquí lo mirás así ¡bien arrecho!), pero a veces uno de los dos no está para piquetitos, pero, luego, el enojo se diluye, porque, por encima de todo, está ese hilo que los mantiene unidos.
Sí, comparto con vos esta imagen, sólo para decir que ellos merecen la medalla de oro, así como miles de parejas en todo el mundo que llegan a este momento ¡la merecen! No es fácil la convivencia.
Posdata: Ahora, los jóvenes tienen otra visión del mundo y yo los veo a distancia y los comprendo. Aplaudo la decisión de aquellos compas (no importa el sexo) que viven en unión libre. El único voto que han hecho es con el presente. Esto me parece sensacional. Viven su relación con el compromiso de veinticuatro horas y esto es extraordinario, si algún día se aburren, ya no se toleran, ya se están agarrando de las greñas (porque la convivencia no es fácil) o ya encontraron otra pareja, se despiden en forma civilizada. Dan vuelta a la hoja, porque es más sano. Mis compadres (son de otros tiempos) se comprometieron con su palabra, ante su Dios, y como la religión expresa que no debe usarse el nombre de Dios en vano, porque la palabra es lo único que respalda la honra del ser humano, han llevado su relación al límite. ¡Qué aguante! Sí, son un par de hermosos aguantadores. Nunca se han rajado, nunca le han dicho ¡no! a su compromiso de vida. Un día se comprometieron y hace días cumplieron cincuenta años de abonar esa palabra. Merecen medalla de oro (claro, no seré yo quien se los dé, si ni siquiera he dado su gasto a mis ahijados, muchos menos voy a hacer gastos en ellos). A mi compadre Miguel, le pico la panza para compartir el gusto, y a mi comadre Virginia, nada le pico, para que no se enoje mi compadre.