sábado, 11 de enero de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA PIEDRA EN EL ZAPATO




Querida Mariana: Uno de los grandes misterios de la naturaleza son las piedras. Bueno, cuando menos para mí. Por ejemplo, en esta fotografía hay varias piedras que quedaron atoradas en la rejilla. Esta rejilla, que capta agua de lluvia y va de banqueta a banqueta, está a media cuadra de la casa del cantarito. Como se ve, la rejilla no sólo capta agua, sino también ¡piedras! Cuando llueve, arena y piedras son arrastradas y algunas piedras se atoran. Es una bobera lo que diré, pero las piedras atoradas son las que no son grandes ni pequeñas, porque las grandes no pasan por esos espacios y las pequeñas pasan como Pedro por su casa y viajan junto al agua por todo el canal y, asumo, van a dar a la parte baja del pueblo. Dije que era una bobera lo que diría, porque ahora pienso que para no atorarse uno debe ser grande o pequeño, pero no mediano.
La tabla de los exitosos menciona que las personas deben ser grandes, nada dice de los pequeños, pero si acá, de esta fotografía, tomamos una lección podemos decir que las atoradas fueron las piedras medianas, mientras las grandes no pasaron. Fueron las pequeñas las que siguieron el viaje. ¿Qué significa esto? ¡No lo sé! Pero, los que saben de esencias vitales recomiendan que los seres humanos deben viajar, para tener experiencias.
Digo que, cuando menos para mí, las piedras son el gran enigma del universo. Siempre que veo fotografías de algún asteroide veo a éste como veo a estas piedras trabadas en esta retícula que pepena aguas pluviales. Cualquiera de estas piedras podría representar algún asteroide, de esos que están a mil millones de años luz de la tierra. ¿A poco no tienen horma de enormes piedras algunos asteroides?
Sigo con mis boberas. En esta fotografía hay diferentes elementos. Está el cemento (agrietado) de la calle, la estructura metálica de la rejilla, dos o tres macollos de hierbas y las piedras. Todo tiene una explicación, menos la piedra. El cemento es un descubrimiento del hombre, lo mismo sucede con el fierro. Las matitas también tienen participación humana, porque si bien es cierto provienen de la naturaleza, en cualquier vivero de Comitán te venden pasto para que sembrés en tu patio. Pero las piedras no tienen explicación. Lo más que hace el hombre es transformarlas a través de la trituración, pero la piedra no se siembra, no se regenera. Los científicos saben de dónde viene la piedra, pero no pueden decir nada acerca de este movimiento que siguen debido a la corriente de agua.
Estas piedras atoradas estuvieron horas antes de la lluvia en alguna parte superior del pueblo. Cuando comenzó a llover, la corriente las arrastró hacia los terrenos bajos (esto sí debido a la famosa ley de la gravedad) y, cuando llegaron a esta rejilla, se quedaron trabadas, porque tuvieron el tamaño preciso para caber por esos huecos, pero no tuvieron la suficiente esbeltez para pasar como sí lo lograron las pequeñas. Estas piedras medianas se quedaron trabadas y mientras no haya un empleado de limpia que los rescate o un niño travieso que los empuje con una vara, ahí estarán suspendidas en el tiempo.
No quiero pensar que una de estas piedras haya sido madre de una pequeña, porque entonces la historia resultante sería una verdadera tragedia Shakesperiana. Ya estoy viendo cómo allá por el rumbo de La Cruz Grande, a la hora que el cielo comenzó a ponerse gris, la madre piedra se asomó por la ventana y le gritó a la hija que jugaba en un montón de arena: “¡Metete ya, porque parece que va a llover, el cielo se está nublando!”, y la piedra hija, recibiendo ya los goterones respondió, sin moverse: “¡Ay, mamá, me estoy mojando!” Y sin decir agua va, el aguacero se soltó como si fuera un perro que se suelta de la cadena. Y la mamá piedra salió ya en medio de la corriente fuertísima. Avanzó con dificultad y apenas logró tomar de la mano a la hija piedra, antes de que la corriente comenzara a empujarlas hacia la zona baja. La madre e hija, sin soltarse, fueron dando tumbos, yendo de una banqueta a la otra, siempre bajando. La madre le recomendaba a la hija no hablar, mantener la boca cerrada, para no ahogarse. Pasaron frente a la tienda de dulces, lugar donde dos o tres personas se resguardaban del aguacero intensísimo; llegaron a la Matías de Córdova y la piedra hija quiso alzar la mano para saludar a los niños que, con mochilas, y agarrados de sus mamás, esperaban que el aguacero amainara. Llegaron a la siguiente esquina (la de la casa del cantarito) y, como ahí la avenida deja de ser bajada y se convierte en una pronunciada subida, la corriente da una gloriosa vuelta y se precipita hacia la calle donde, justo a la mitad, está la rejilla que, golosa, se traga cientos de litros de enfurecida agua. Y, entonces, si lo que cuento es cierto, esta alcantarilla fue como una brutal aduana, porque cuando ambas piedras llegaron a este lugar, la piedra hija sintió cómo el agua la jalaba y hacía que sus manitas se separaran de las de su madre, porque la piedra madre se atoró entre los barrotes. La piedra hija cayó metro y medio (que es la altura que hay de la superficie de la calle al fondo del canal) y siguió el camino que le impuso la corriente. Todavía se escuchó la voz de la piedra hija: “¡Mamá!”, que, como respuesta automática escuchó: “¡Hija!” Estas fueron las últimas palabras que lograron escuchar, porque los demás lamentos se ahogaron en la profundidad del canal. La piedra hija no pudo evitar ser llevada hasta la parte más baja de la ciudad; la piedra madre, a pesar de que pataleó y manoteó, no logró escurrirse por en medio de esos barrotes.
¿Mirás qué palabra tan de prisión? Barrotes. Esta rejilla está llena de barrotes para que los autos y las personas puedan transitar por encima. Los huecos permiten que el agua pluvial se vaya al fondo y no provoque inundaciones en la zona, pero, esos huecos, que, por lo regular son espacios para que la luz y el aire pasen tranquilamente, se convierten en brazos opresores cuando una piedra no tiene el tamaño superior para rebotar contra ellos, ni tiene la minúscula consistencia para pasar como pasa la llave por la cerradura ¡y abre!
Piedras atoradas en barrotes. A veces, cuando camino por esta calle y veo las piedras pienso en las hijas que cayeron al vacío y fueron arrastradas por la corriente feroz; pienso en que estas madres se petrificaron al saber que jamás pasarían por en medio de estos barrotes. A veces, cuando visito algún reclusorio veo hombres y mujeres que, igual que éstas, se volvieron piedras, porque las esperanzas de vida libre se quedaron atoradas en alguna cuerda del aire. Y pienso que todo fue porque no fueron grandes, como sugieren los exitosos, ni fueron suficientemente pequeños para pasar inadvertidos, para ser, más que piedra, simples gránulos, como decía Arreola: pequeños miligramos.
Podría terminar con una bobera (creo que esta carta exige ello, si comencé con una bobera y seguí con una bobera, lo menos que puede hacer mi mente torcida, pero congruente, es concluir con una bobera). Así pues, digo que la piedra es el mayor enigma del universo. Las piedras son los únicos elementos sobre la tierra que no sienten. La madre tierra respira, los árboles se comunican con otros a través de sus raíces, las plantas crecen más soberbias cuando su ama les canta, los canarios brincan de un lado a otro cuando reciben alpiste, las niñas ríen cuando sus mamás les cuentan un cuento, y los viejos sueñan que sueñan cuando el hijo llega a visitarlos y platica con ellos. ¿Y las piedras? Las piedras ¡nada! Ahí están, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo, sin verlo, sin inmutarse por nada.
Posdata: Y, sin embargo, el mundo no sería mundo si no existieran las piedras. ¿Con qué hicieron el cimiento de tu casa? ¿Con qué el cimiento del templo de San José? ¿Con qué la base donde reposa la escultura “Día marcado”, de Luis Aguilar?
Todos los centros ceremoniales prehispánicos fueron hechos con piedras. ¡Piedras! Por algo fue así. Los lugares donde hacían sus rituales estaban hechos con piedras. Los pies de los seres humanos pisaban piedras. Mientras caminaban hacia el centro ceremonial lo hacían por sendas llenas de polvo, de tierra, de hierba. Al llegar, las escalinatas donde caminaban los sacerdotes estaban hechas de piedra.
Ya lo dijo el poeta de la canción: “De piedra ha de ser la cama y de piedra la cabecera.” ¡Pucha! ¡Qué martirio! ¿Quién duerme en dicha cama? ¿Quién descansa su cabeza en almohada tan dura, tan rugosa? Además, El Tri, dice que “Las piedras rodando se encuentran”, y el grupo de rock más prodigioso se llama The Rolling Stones; es decir, Las piedras rodantes. ¡Por algo será!
La tía Licha se molestaba ante la insensibilidad de Rocío, su nieta rebelde, le decía que tenía el corazón de piedra y eso, así lo consideraba la tía, no era conveniente. Pero, dicen los que saben, que en la vida no debe uno ser tan corazón de pollo. Alejandro Magno no era corazón de pollo, porque quien tiene corazón de pollo es vulnerable. ¿Es bueno tener corazón de piedra? ¡Ah, yo no sé! A mí me gustaría saber si la piedra tiene corazón. Tan tan.