lunes, 13 de enero de 2020

CARTA A MARIANA, CON LOS MONTEBELLO MÁS FAMOSOS




Querida Mariana: Leo “Fluye el Sena”, de la autora Fred Vargas. El libro contiene tres historias policiacas, donde interviene el comisario Adamsberg, personaje de ficción, creación de Fred, autora francesa que nació en 1957, año de mi nacimiento; es decir, Fred y yo somos contemporáneos, ella nació en París, dos meses después que yo, que nací en Comitán. Y digo esto, porque ella y yo, contemporáneos, tenemos otra coincidencia, ambos somos escritores -claro, ella famosa y yo no, pero esto no hace diferencia a la hora de crear-, pero tenemos otra coincidencia sensacional: ella y yo nacimos en lugares donde hay dos famosos Montebello.
A pesar de que he viajado mucho por París (en guías turísticas, cuentos, novelas, películas y documentales), no había visto que allá hay un Quai famoso que se llama Quai de Montebello. Ayer me topé con dicho lugar, porque en el cuento “La noche de los brutos”, el comisario Adamsberg acude a ese lugar, porque flota el cadáver de una mujer en ese muelle, del río Sena.
¿Mirás qué coincidencias tan coincidentes? Ella nació en una ciudad con un muelle que tiene el nombre Montebello (escrito así en francés), y yo nací en una ciudad que promueve el destino turístico Lagos de Montebello, que, en realidad, es una reserva natural del vecino municipio de La Trinitaria. He estado en Montebello en varias ocasiones, en los últimos tiempos he ido con mi Paty y mi mamá para desayunar frijolitos con salsa molcajeteada y tortillas hechas a mano. Los dos espacios están relacionados con el agua: el Montebello parisino está en la ribera del río Sena, y el Montebello trinitarense está en la ribera de los lagos; de hecho, la zona toma su nombre general del lago de Montebello.
Ambos lugares ya no son lo que fueron. En este libro me entero, por boca de personajes literarios, que en el río Sena fluyen aguas negras (aguas no transparentes), que huelen a pis. Siempre deseé ir a París, cuando el deseo cesó, comencé a viajar con mayor frecuencia a través de libros y de películas. La imagen idílica que tenía de la Ciudad Luz tomó una dimensión más real: el Sena no lleva aguas transparentes y, además, huele a pis (imagino que este olor debe provenir no tanto de las aguas, sino de los andadores laterales donde algunos urgidos se hacen de las aguas en cualquier rincón). Bueno, lo mismo sucede con la imagen idílica del Montebello nuestro: sus aguas no son transparentes y huelen a caca, porque están contaminadas con heces fecales. ¡Ay, señor, qué tiempos vivimos!
Hubo un tiempo, quiero pensar, que, en el Sena, igual que en los lagos de Montebello, fluyeron aguas limpias.
Lo que me sorprendió fue la coincidencia personal. El libro que leo me unió a Fred, con lazos que no necesariamente la unen con otro lector. Ella y yo nacimos el mismo año, nacimos en lugares donde están dos de los más famosos Montebello del mundo. Ella y yo somos escritores. Yo he amado, desde hace mucho, a su ciudad natal. ¡Ah!, me encantaría que ella conociera Comitán, pero esto sí sería una espectacular coincidencia. Tal vez ella no sabe dónde está Comitán, tal vez no sabe que hay un pueblo que así se llama (pienso que ella nunca ha leído a Rosario Castellanos, pienso que ella, historiadora y arqueóloga, tiene otras vocaciones lectoras). En fin, no me importa lo que ella piense, ahora (abusivo y egoísta) digo que hallé coincidencias entre ella y yo, y que fue ella quien me enseñó que en París hay un famoso Montebello, tan famoso como el nuestro (ahora pienso en los paisanos que han viajado a la ciudad, pienso en qué cara habrán puesto a la hora que el guía parisino les dijo: Estamos en el Quai de Montebello. ¿Habrán puesto la misma cara que puse yo? ¿Se habrán emocionado como me emocioné yo? Me encanta pensar que una sencilla palabra aliente tal cascada de emociones.)
Posdata: Te paso copia del fragmento donde el comisario Adamsberg llega al lugar, lo hago para que tengás el contexto del espacio: “Aparcó en la acera, levantó las tiras de plástico rojo y blanco que impedían el acceso al muelle de Montebello y bajó el tramo de escaleras hasta el río.” Busqué en el Internet y hallé que el Quai de Montebello permite una vista excepcional de la Catedral de Nuestra Señora de París, quien se para en el muelle de Montebello ve la lateral y el ábside del templo. Es una vista prodigiosa. Quien se para en el muelle de nuestro Montebello tiene a la vista el esplendor del lago que, a la hora del ocaso, permite una vista sensacional.