lunes, 26 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA PALOMA EN EL AIRE

Querida Mariana: el vuelo es un don de las aves y, de acuerdo con la tradición católica, de los ángeles. Pero también es logro del ser humano. A cada rato, cientos de aviones vuelan por los cielos del mundo, y, en 1969, el hombre (asegura la NASA) caminó por la luna. Sí, el vuelo es capacidad innata de las aves, pero también es logro del genio humano. Pero, además, los seres humanos, gracias al prodigio de nuestras mentes, podemos volar a la hora de imaginar. Los avances tecnológicos del mundo del siglo XXI son producto del vuelo mental. En una carta reciente hablé del vuelo creativo de muchos comitecos, dije que los habitantes de Comitán no debemos regatear el aplauso para los creadores de obras sublimes. Esto tiene que ver con el vuelo, por supuesto que sí. Mi amigo Jorge Chang dijo que en todo Chiapas hay mucho talento. ¡Por supuesto que sí! Hay mil ejemplos y muchos más. Somos un estado con gran rezago económico (¡qué pena!), pero con una gran riqueza cultural. Y para muestra ¡mil botones! Uno de esos botones es el escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, quien hace años no radica en el pueblo, pero honra el nombre de Comitán. Entiendo que ahora él radica en Playa del Carmen, Campeche. Bueno, su destino ya estaba marcado, siempre ha sido de carácter campechano, afable. Cambió el Río Grande, de Comitán (ya seco), por un inagotable azul marino; pero no cambió el espíritu de su nacencia. Luis está reconocido como un hábil hacedor de relaciones sociales y como un gran promotor de su obra. Esto le ha permitido colocar esculturas y plazas en muchas ciudades del país. Ha sido un sembrador que rescata la esencia de Florencia, Italia, hermosísima ciudad donde te topeteás con esculturas a la vuelta de cualquier esquina. En Comitán tenemos no sólo su obra sino, además, obra de escultores de muchas naciones, quienes dejaron sus creaciones, producto de los simposios que nuestro paisano organizó para que los comitecos, al caminar, nos topeteemos con arte. Todo mundo disfruta las esculturas de Luis: la de las dos Lolas; el busto de Rosario Castellanos; el puma de la leyenda de La Pila; y el tachilgüil de bronce que es como una flor donde emergen músicos y que está en la plaza del arte, frente al templo de San José. Una vez, caminando por Ciudad Universitaria, de la Benemérita Universidad de Puebla, me topé con una obra de Luis. ¡Ah, me sentí chento! Ahí estaba la obra de un paisano talentoso. Cuando paso (muy de vez en vez y ahora con la pandemia menos) por el Centro Cultural Jaime Sabines, en Tuxtla, también me topo con obra del paisano. Bueno, pues ahora, Luis siembra en la ciudad que eligió para vivir. Ha lanzado un proyecto que se llama Sinfonía y que tiene como lema el siguiente: “Por un Patrimonio Escultórico, en Playa del Carmen.” El título es sensacional. Quienes conocen su obra escultórica saben que deja vacíos por donde pasa el aire. ¡Ah!, imagino el aire que llega del mar provocando sonidos de oboes y de flautas transversas al regodearse por esos huecos divinos. Sinfonía es un proyecto escultórico que nació de la imaginación de Luis y de su deseo permanente de llenar de arte los espacios por donde camina la gente. Es atractivo a la vista, en lugar de toparse con postes ver esculturas donde el aire, como pájaro, brinca de un lado a otro. Luis sabe que esta clase de proyectos no lo logra una sola persona, ¡no!, es preciso la reunión de voluntades, así, esta Sinfonía, campechana, juguetona, comienza a recibir el apoyo de la ciudadanía. Basta setenta amigos que aporten mil pesos cada uno para que el prodigio se realice. Luis colocará la obra en un camellón frente al Teatro de la Ciudad. ¡Ah, qué bonito! Todas las personas que pasen por ahí verá la obra de nuestro paisano. Posdata: Dije en carta reciente que no debemos regatear los reconocimientos para nuestros creadores. Acá hay una muestra más de un talento comiteco que procura mejorar el entorno donde vive. En tiempos de pandemia, hay seres que aportan un poco de luz, un cachito de albahaca para el espíritu, un poco de vuelo para alimentar el alma.