sábado, 31 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN GENIAL FESTEJO

Querida Mariana: ¡ah!, la semana fue sensacional. Qué bueno que en medio de la pandemia tuvimos actos celebratorios. Te platiqué de la canción sensacional de Luis Ignacio Avendaño, del proyecto escultórico de Luis Aguilar, de los cincuenta años de San Marcos y del segundo lugar internacional que obtuvo una obra del caricaturista comiteco Raúl Espinosa Mijangos. Para cerrar con broche de oro echamos cuetes (virtuales) para celebrar los cuarenta años del libro “Suman cero”, de mi amigo Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. No sé si vos conocés a Miguel Ángel, él radica en la Ciudad de México, en Tlatelolco. Pero un día anduvo en Comitán, nos visitó en el Centro Comiteco de Creación Literaria y compartió conocimientos con un bonche de amigos que asistían al Centro. Conocí a Miguel Ángel cuando tuve el privilegio de ser becario del Centro Chiapaneco de Escritores (institución genial, donde conocí a muchos escritores). Él era coordinador del CECHE, junto al gran poeta Quincho Vázquez y al excelso narrador Jesús Morales Bermúdez. Lo conocí cara a cara, porque conocía su trabajo de tiempo atrás, porque él escribía en un diario de San Cristóbal de Las Casas, propiedad de mi primo Paco Zepeda, donde, por ratos, yo también publicaba algunos textillos. Así que cuando obtuve la beca él fue uno de los amigos que hallé en el primer puente. Ahora, muy chento, celebra los cuarenta años de la publicación de su primer libro, porque tiene más, todos de gran calidad literaria, muy ingeniosos, muy inteligentes, muy imaginativos. Él dijo que “no hay problema con este aislamiento en nuestros particulares confines, aunque me hubiera gustado una buena pachanga.” Lo dijo por lo de la pandemia; es decir, la celebración de los cuarenta años de vida de su primer libro le tocó en tiempos donde la pachanga no se puede realizar como lo hacíamos antes. Sí, entiendo. Entiendo porque si alguien es bohemio es Miguel Ángel, le encanta compartir la vida con sus amigos, que son muchos, muchísimos, porque tiene un carácter muy agradable. Además de escritor (narrador y poeta) es músico. Siempre, desde chavo, ha formado parte de grupos musicales, de rock, es un chavo ruco bien prendido. Digo chavo ruco, porque él nació en 1953. Ya cumplió setenta añitos, pero bien cumplidos, bien vividos, disfrutados en medio de la burbuja literaria y musical (adosada con la bohemia celebratoria de la vida). ¡Ah, cuántas tardes luminosas en estos cuarenta años de creación! ¡Cuántas charlas! ¡Cuántos árboles sembrados! ¡Cuántas cervecitas con los amigos! ¡Cuántas rolas! Cientos, cientos de instantes prodigiosos. Eso celebra Miguel Ángel en estos cuarenta años de vida del libro que se publicó en 1980, en el antiguo Distrito Federal, hoy Ciudad de México, eterna Ciudad de Los Palacios. Este libro fue publicado en la Máquina Eléctrica, y el editor fue el conocido poeta Raúl Renán. En esos cuarenta años, Miguel Ángel abandonó tantito su ciudad y vino a Chiapas, y, junto con su familia, vivió en San Cristóbal de Las Casas. La memoria no me ayuda, pero pienso (no sé por qué) que él laboraba en algo que tenía que ver con la contaduría pública. Puede ser que sí, porque él, actualmente, tiene el doctorado en Ciencias de la Administración y fue Director de Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. ¡Nadita! Mi amigo siempre ha sido un inquieto intelectual, abonando para que la cultura, como diente de león, vuele a muchas parcelas y haga que el páramo se convierta en un bosque. Hace cosa de dos o tres años (no recuerdo bien), Miguel Ángel me llamó a la casa y dijo que me invitaba a ser comentarista de su libro más reciente, “Nefelibata”, que presentaría en un local de San Cristóbal de Las Casas. Su invitación me honró. Acepté de inmediato. Vos me conocés, sabés que me cuesta mucho salir de Comitán y más si debo quedarme a dormir en otra ciudad (pucha, como el del comercial Gansito, de Marinela, extrañaba a su mami, yo extraño mucho a mi almohada). Pero viajé. San Cristóbal está muy cerca de Comitán y aquella ciudad es entrañable en mi cariño, por ser la tierra de nacimiento de mi papá. Mi papá me enseñó a amar a su ciudad natal. Fui, me hospedé en un hotel cerca del lugar de presentación y, en la noche, cumplí con la honrosa distinción. Fue un honor compartir las sillas de honor (porque no hubo mesa, porque era algo como un bar) con mis admirados amigos escritores Jorge Mandujano y Pancho Álvarez (y Miguel Ángel, por supuesto). Fue una noche muy agradable, los asistentes lo disfrutaron. Sí recuerdo que ya era temporada de frío, los anfitriones nos invitaron un rico ponche con piquete. En cuanto terminó la presentación (no sé, como a las nueve), me despedí y corrí para el hotel, que estaba a cuadra y media del lugar de presentación. Ya ahí, me boté en la cama y abrí el libro que leía en ese momento, algo de Vargas Llosa. A Miguel Ángel le hubiese gustado organizar una pachanga, con música y cervecitas, para compartir con los amigos el gusto por los cuarenta años de su libro. ¡Cuarenta años!, niña mía. Toda una vida, una vida plena. Pero, ya lo dije, la pandemia obligó a celebrarlo en forma menos presencial. Pero la vida no se detiene. ¡No! Miguel, en forma generosa, subió su libro, en forma digital, a la plataforma ISSUU y ahora medio mundo puede leerlo. Ayer entré a ISSUU y recordé su libro. Me encanta pensar que muchos de sus amigos de Chiapas (de Tuxtla, de San Cristóbal, de Comitán y puntos intermedios, pasando por la costa y por la sierra) podrán leer su libro y eso será una manera de celebrar su genio creativo. ¡Claro! El amigo que él tiene en Buenos Aires lo leerá y este amigo le dirá a su amigo argentino que vive en Japón que el libro está disponible y el argentino japonés lo leerá y como él da clases en una universidad de Kyoto a alumnos nipones que aprenden español, les dirá que lean a Miguel Ángel y su libro será muy leído, gracias a la bendición de estos chunches digitales. Si alguien le hubiese preguntado a Miguel Ángel cómo sería el festejo de los cuarenta años de su libro en el 2020, él no hubiese advertido este abismo con puente luminoso; es decir no habría vislumbrado este tiempo de pandemia que nos ha mandado al confinamiento a todo el mundo, ¡todo el mundo!, pero tampoco habría imaginado que subiría su libro en formato digital en una plataforma a disposición de todo el mundo, ¡todo el mundo! Sí, a Miguel Ángel le hubiese gustado organizar una serie de festejos en la Ciudad de México y en San Cristóbal, habría viajado a Chiapas para abrazar a decenas de amigos, charlar y tomar una cerveza con ellos. Pero, el confinamiento lo ha obligado a abrir la ventana virtual y desde ahí lanzar cientos de libros digitales para que los atrapemos sus lectores. La pandemia no corta el vuelo de palomas virtuales. ¡No! Esta paloma (pumusa) ya vieja, porque tiene cuarenta años, vuelve a volar, porque su mensaje sigue vital, con la misma vitalidad que tiene mi amigo. Cumplió setenta años en 2020 (o ¿todavía los cumplirá en noviembre o en diciembre?) Setenta años. Cuánta vida generosa, difícil, enredada y luminosa, como cualquier vida. Setenta años plenos de vitalidad. Chavo ruco que sigue creando, que sigue reuniéndose con sus amigos para el palomazo, que sigue trepando a los árboles de la creación. Él vive en los edificios que rodean la Plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco. ¡Qué espacio tan simbólico! Lugar donde, como la vida de Miguel Ángel, está marcada por la luz y por la sombra. Sí, querida mía, ahí ocurrió la masacre estudiantil en 1968; pero ahí también se da el milagro de la vida todos los días. Tres culturas, porque hay edificios prehispánicos, coloniales y contemporáneos. Miguel Ángel camina por esa plaza a diario, ahí ha sembrado sus sueños y ahora los ve crecer altos y robustos. Ahí sembró una semilla que se llama “Suman cero”, y ahora esa semilla ya es un altísimo árbol que todo mundo puede leer, en forma gratuita, en ISSUU. Posdata: Comitán celebra los setenta años del Colegio Mariano N. Ruiz, los cincuenta años de San Marcos, los cincuenta del restaurante Alis, los cuarenta de la Panadería y Pastelería La Flor de México (el año veinte veinte es el año cuarenta de La Flor de México), y, ahora, en este instante, levantamos el vaso para celebrar los cuarenta años de “Suman cero” y los setenta años de su autor: Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Ya, en 2029 celebraremos los cuarenta de su libro “Historias imposibles”. Sí, y lo haremos con marimba y comiteco y reja de papel de china; lo haremos en forma presencial. Miguel Ángel, bellísimo bohemio, abrazará, charlará y beberá con todos sus amigos, que son muchos, más de cuarenta, más de cien, más de mil. Larga vida a los sueños. Ah, mi niña querida, me encantó esta semana donde te platiqué de cosas buenas, donde celebramos la vida, el arte, la creación, la imaginación. Cerramos con broche de oro. Ojalá siempre sea así. Que los dioses del universo soplen este planeta y limpien nuestros cielos y se lleven la basura, la pinche basura que nos jode la vida, y retornen los tiempos amables, afectuosos.