jueves, 1 de octubre de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE SE INTUYE QUE ESTAMOS LEJOS DEL DIOS DE LA LITERATURA

Querida Mariana: los que saben dicen que Porfirio Díaz es el autor de la frase: “Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.” En la frase hay algo como un justo reclamo a algo injusto. Se deduce que a México le iría mejor si estuviera más cerca de Dios, cuando menos. Es una frase extraña en labios de alguien como Porfirio Díaz. Lo traigo a colación, porque retomo la frase y digo que, en materia literaria estamos “Tan lejos del Dios de la Literatura.” Sí, sí, querida mía, sé que muchas voces dicen que la literatura mexicana goza de cabal salud, pero hay parámetros internacionales que indican que, si eso es cierto, la gracia divina no pone su mirada en las obras literarias de nuestros paisanos, y digo esto porque, uf, tiene buen tiempo que en las relaciones de candidatos a obtener el Nobel de Literatura no aparecen nombres de escritores nacionales. Parece que las relaciones internacionales han funcionado mejor en el área cinematográfica, donde los paisanos han obtenido esa codiciada estatuilla que se llama Óscar. No sé con certeza si el cine mexicano tiene mejor salud que la literatura mexicana, pero los mexicanos a cada rato caminan la alfombra roja de la ciudad estadounidense de Los Ángeles, USA. ¿Y los escritores mexicanos? Bien, gracias. ¿Hago un juego de palabras? Esto es el colmo, pero no están en Estocolmo. ¿Por qué los escritores mexicanos no caminan por la alfombra roja del Nobel? ¿Por qué sólo el mexicano Octavio Paz logró tal privilegio? Sí, vos y yo sabemos que el Nobel de Literatura carga muchos intereses en su bolso. No todo es brillo literario, pero llama mi atención que hace años, ¡uf!, no aparecen escritores mexicanos en la lista de posibles ganadores. Quiere decir que, aunque la literatura mexicana goza de buena salud, no hay alguien que descuelle con tal genio que escale a la cima del Everest literario. Nuestros escritores cumplen, son hábiles a la hora de contar historias (en caso de narradores) o a la hora de colgar nubes en los cielos (en caso de poetas), pero no alcanzan las altas cotas del genio. Están por encima de la medianía, pero se ahogan en cuanto suben otro peldaño. Y sí, si mirás la relación de escritores mexicanos mirás que ninguno, uf, qué pena, tiene una obra sublime. Juan Villoro, uno de los jóvenes más reputados, está sobrevalorado en el país. En México, muchos lo adoran, pero su literatura no alcanza una dimensión mundial. Ahora leo una antología de sus cuentos: “Examen extraordinario” y algunos textos pasan de panzazo, pocos alcanzan el ocho. Leí hace algunos meses un libro de crónicas que Villoro escribió (“El vértigo horizontal: Una ciudad llamada México”), y disfruté mucho esos textos. Es un notable cronista, pero un narrador que no llega a las altas cumbres, y la crítica mundial confirma lo que digo, porque Villoro no va más allá de donde llega, que no es una gran distancia. Es una pena decirlo, pero nuestra literatura mexicana está sana, pero no tiene alas para el gran vuelo. Digo pues que, además de carencia de relaciones internacionales de excelencia, hace falta el genio explosivo. En este 2020, la Academia Sueca anunciará ya pronto (el 7 u 8 de octubre) el nombre del escritor galardonado. Muchos apuestan que la Academia nombrará a un poeta, porque, en los últimos años, el premio ha recaído en narradores, incluso narradores de no ficción (como Svetlana Aleksiévich). Parece que el poeta más reciente en recibir el premio fue el cantante Bob Dylan, cuya entrega causó mucha polémica, porque escapó a la lógica; es decir, nadie vería con buenos ojos que a Villoro le entregaran el Grammy. La Academia no hizo caso a lo que Chico Che dijo con gran claridad: Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas; es decir, no confundir la mermelada con la papilla. Posdata: Pero, bueno, este año, como los años anteriores, en la relación de posibles ganadores del Nobel de Literatura, no aparece un escritor mexicano. Por algo será. Insisto, reconociendo que el Nobel tiene muchas aristas que están fuera de la calidad literaria (Murakami, el Villoro japonés, siempre aparece en la relación), cuando hay una obra sobresaliente no existe poder humano capaz de oscurecerlo. En estos tiempos de Dios (y de pandemia) no existe un escritor mexicano de altos vuelos, cantan, pero con vocecita de canario lindo. ¿Quién abre las puertas de la jaula y los impulsa al vuelo, a los altos cielos?