lunes, 18 de enero de 2021

CARTA A MARIANA, CON PALABRITAS

Querida Mariana: todos los pueblos del mundo tienen palabras consentidas. Algunas de esas palabras son regionalismos; es decir, sólo se aplican en una determinada región. Por ejemplo, en Comitán tenemos la palabra tzisim que nombra a la hormiga que en Tuxtla llaman nucú. Yo escribo tzisim así (con zeta y ese) porque así lo escribió Rosario Castellanos en su novela “Balún-Canán”. ¿Por qué en Tuxtla le llaman nucú al tzisim? Pues porque cada pueblo tiene su modo de hablar, sus palabras propias, sus palabras consentidas. Pienso que fuera de Comitán no existe otro pueblo que le llame tzisim a la chicatana. ¡No! Es una palabrita que nos pertenece. ¡Qué prodigio! Lo mismo (lo hemos platicado muchas veces) sucede con la palabra cotz. En ninguna otra región de Hispanoamérica la emplean. Sí, ya también lo hemos dicho muchas veces, todo mundo echa cotz, pero al acto lo llaman de otra manera. Tzisim y cotz son palabras meramente comitecas. Son elementos que nos otorgan identidad. Nos identifican. En la Ciudad de México, cuando Emilio fue a estudiar a la UNAM tenía dos amigos que eran de Tonalá y éstos cuando lo veían llegar decían: “Ahí viene el cotzero”, y no era porque Emilio fuera muy arrecho (eran más arrechos los de Tonalá, calientes como su tierra), era por ser comiteco. Los turulos usaban la palabra cotzero, como sinónimo de comiteco o de cositía. Pero, hay otras palabras que pensamos que son regionalismos y resulta que tienen más territorio. Hasta ayer pensaba que la palabra culantro, como sinónimo de cilantro, sólo era usada en Chiapas y en países de Centroamérica, pero resulta que no. Ayer, una amiga me pasó el fragmento de una novelita que está leyendo: “El héroe discreto”, de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, y ahí aparece la mención del culantro, en la descripción de una tienda de Piura, en el Perú. ¡Qué prodigio! Hasta allá llegó el culantro (sin albur, por favor, sin albur). Mirá qué dice: “Mientras Adelaida iba al interior de la tienda y volvía, Felícito examinó en la penumbra del local las plateadas telarañas que caían del techo, las añosas estanterías con bolsitas de perejil, romero, culantro, menta y las cajas con clavos, tornillos, granos, ojales, botones y…” ¡Ya, ya! Ah, da ganas de seguir leyendo, ¿verdad? Es como la descripción de una de esas tienditas de la esquina en Comitán. Pues sí, por eso, al cilantro también le llaman culantro. El alburero diría: prestame atención. Y digo esto, porque, mientras mi amiga lee a Mario Vargas Llosa, yo leo a otro Premio Nobel de Literatura: el gringo William Faulkner. Leo “Cuentos reunidos”. Genial. Y resulta que en el cuento “Un tejado para la casa del Señor”, hallé el siguiente diálogo: “―Así que ésas tenemos ―dijo papá―. Así que la cosa no está en unidades de trabajo, qué va. Está en unidades de perro. “―No era más que una sugerencia ―dijo Solon―. Una oferta amistosa para evitar que estas tejas te echen a perder tus asuntos particulares mañana por la mañana, durante seis horas. Tú me vendes tu parte de ese chucho grandullón y yo te termino las tejas encantado.” ¿Mirás, mi niña bonita? ¡El gringo menciona la palabra chucho! Sí, entiendo lo que ahora pensás, míster Faulkner no escribió la palabra chucho, ¡no! Él escribió la palabra en inglés, pero, y acá está el prodigio, el traductor sí lo hizo. ¿Por qué en el diálogo aparece tanto la palabra perro como la palabra chucho? Porque Faulkner escribió dog en la primera parte y quién sabe qué, en la segunda parte. Y el traductor primero tradujo perro y luego chucho. El traductor de los cuentos fue Miguel Martínez-Lage, oriundo de España (ya falleció, igual que Faulkner). Sabemos que en nuestro país a quien se llama Jesús, en forma afectuosa se le llama Chucho, pero también sabemos que la palabra chucho se emplea para designar a un perro. En Comitán, cuando alguien bebe mucho licor se dice que “es chucho para el trago”, en este caso la palabra chucho se emplea como sinónimo de exceso, porque los perros no tienen llenadero. De acuerdo con la traducción del cuento de Faulkner, la palabra chucho se emplea en España como sinónimo de perro. Sin duda que dicho uso nos llegó de allá y por acá, donde aún hablamos de vos, conservamos la herencia. De hecho, Wikipedia dice que la palabra chucho para designar a un perro se sigue usando en algunas regiones de México, en algunos países de Centroamérica y en España. Posdata: vos sabés que no hablo ni escribo ni leo inglés. Un lector norteamericano podría decir cuál fue la palabra que escribió Faulkner. Primero, eso es elemental, escribió dog, pero ¿luego? Sin duda que fue un regionalismo gringo. Pero, ah, no podría quedarme con la duda, ¡no! Busqué en el Internet la versión en inglés y hallé lo siguiente, en la primera parte Faulkner escribió: “…They was dogs units.” Perfecto. ¡Claro! Unidades de perro. Y luego, Faulkner escribió: “…you sell me your half of that trick overgrown fyce…” Acá fue donde la puerca torció el rabo, porque ya entramos al terreno de los regionalismos. Entiendo lo de la venta de la mitad y hasta ahí. No está la palabra dog, pero el compa se refiere al perro en cuestión. ¿Qué significa trick overgrown fyce? ¡Chin! Lo de trick me suena porque es lo que usan los niños en el Halloween, es truco; overgrown es algo que está cubierto, pero lo de fyce es lo que no encaja en el diccionario habitual. Tal vez algún lector experto sepa decir. Pero, bueno, despejé mi duda. Faulkner no escribió dog, usó una figura retórica para referirse al animal y el traductor español lo tradujo como chucho. En España, como en Comitán, hay regiones donde la palabra chucho sigue usándose para nombrar al perro; y en Perú, como en Comitán, hay regiones donde al cilantro le llaman culantro. Mi mamá dice que en Huixtla también dicen culantro y cuando ve programas de cocina en la televisión escucha con frecuencia que los cocineros dicen culantro. La palabra es empleada en muchos países de Latinoamérica. ¡Ya, ya! El diccionario Collins dice que fyce es una variante dialectal de la palabra feist que significa: perro pequeño. Ah, me sentí como un Sherlock Holmes lingüístico. Pucha y recontrapucha.