sábado, 9 de enero de 2021

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS

Querida Mariana: algún día habrá reconocimientos para las páginas que más aportan a la identidad de los pueblos. Sin duda que ese día, la página creada por Francisco Domínguez, “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán” será reconocida y con ello también se reconocerá el aporte de los miles de seguidores que han cumplido con su compromiso moral: compartir identidad para construir nuestro edificio cultural. Todo mundo es consciente de la fragilidad del tiempo. Los abuelos que nacieron a fines del siglo XIX ya murieron, con ellos se fue gran parte de la historia común. Los recuerdos que ellos conservaban, igual que sus cuerpos, se hicieron polvo. Parece que la sentencia: Polvo eres y en polvo te convertirás, también se aplica no sólo al cuerpo sino también a la memoria. Por esto, los pueblos de todo el mundo, de todos los tiempos, han procurado preservar la memoria en documentos. Gracias a los códices mayas, los expertos nos han dado a conocer parte de la cultura de esa genial civilización. Pero digo que muchos de los testimonios de los abuelos se perdieron, porque sus memorias no fueron pasadas al papel. Los papiros del siglo XIX fueron menospreciados. Pocos, muy pocos comitecos, escribieron los recuerdos de los abuelos. La historia de Comitán no preserva el nombre de algún cronista oficial de aquel siglo. Fue hasta el siglo XX cuando las autoridades nombraron cronista oficial a la genial Lolita Albores, quien, poseedora de una memoria privilegiada, narró sus recuerdos de los tiempos de su niñez, de su juventud y de años maduros; y, además, recopiló mucho de los recuerdos de amigos y vecinos y los pasó a papel. Gracias a ese cuidado, los comitecos de estos tiempos y de los por venir, tenemos gajos de la magnífica historia del magnífico pueblo comiteco. Y ahí ya asoma el nombre del genial Armando Alfonzo y del maestro Jaime Rodas y Gregorio de La Vega y demás ilustres paisanos que se dieron a la tarea de pasar al papel los testimonios de tiempos que se van como aves sin retorno. Este siglo XXI, por fortuna, gracias a los chunches tecnológicos, tiene un enorme registro. Todo está siendo registrado. Además de los cronistas, integrantes del Consejo de la Crónica Municipal, de Comitán, que cumplen con su cometido con responsabilidad y los que, de manera independiente, entregan su trabajo con amor al pueblo, hay miles de usuarios de redes sociales que escriben sus puntos de vista y comparten toneladas de fotografías que toman. ¡Nunca habíamos tenido un registro tan impactante en imágenes fijas y en video! No obstante, jamás estará completa la tarea. Ahora, gracias a los libros digitales, muchos historiadores no tienen que esperar que una institución privada o pública edite sus trabajos. Ahora, la labor editorial es más accesible para todos, para escritores y para lectores. En la página de Francisco, muchos comitecos han compartido fotografías del Comitán de antaño. ¡Ah, qué genialidad! Pero falta, falta mucho. Todavía hay tesoros extraviados en baúles, en cajas de madera o de cartón. Por favor, Dios, ¡que ese material no se pierda, que no se haga polvo! Tal vez vos, igual que yo, has conocido historias de cajas que estaban en desvanes o en bodegas y que se echaron a perder por la humedad. Muchos tesoros fotográficos se perdieron cuando los herederos se pelearon por las posesiones valiosas, como relojes de pared o muebles y mandaron a la basura los papeles que estaban en cajas. Ahí, en esas cajas iban muchos documentos valiosos para el archivo municipal, para la historia común; asimismo, en esas cajas iban muchas fotografías, que eran fundamentales para el conocimiento del árbol familiar y, por añadidura, para el árbol de la comunidad. Cada fotografía del siglo XX da pistas de cómo eran las casas de entonces, cómo vivían, cómo se divertían, cómo vestían, qué bebían, que comían. Cada fotografía nos da pistas del modo de ser de nuestra ciudad. En esta fotografía que alguien compartió se ve el Comitán de los años sesenta. Al compartir, muchos usuarios (como me pasó a mí) recibieron una cascada de luz que iluminó sus memorias y compartieron sus recuerdos. Estos recuerdos aportan elementos para bordar la historia de nuestro pueblo. Con los cachitos que cada uno aporta, se recompone nuestro rompecabezas mental. Alguien por ahí recuerda el nombre de un lugar o el nombre de la señora que atendía tal negocio. La participación de todos los que vivieron ese Comitán es esencial para unir los pedazos y para evitar que nuestra memoria se diluya con los años. Las personas que nacimos en los años cincuenta en Comitán recorrimos estas calles; esas mismas personas ya entramos a la edad que ahora llaman de la tercera edad, un eufemismo simpático para no decirnos viejos. Sí, querida mía, vos sos joven, vos sos responsable de aportar los testimonios de tu tiempo. ¿Nosotros? Nosotros ya estamos en el sexto piso del edificio y quién sabe hasta dónde llegaremos. Es deber moral para nuestra sociedad aportar los gajos de nuestra vida, para que los recuerdos en conjunto den una idea de lo que vivimos. A mí me sorprende que, a pesar de que han sido publicadas muchas fotografías de los años sesenta, decenas de jóvenes siguen preguntando acerca de la manzana de la discordia. Les resulta difícil ubicar con precisión ese espacio. ¿Con qué palabras se vuelve a construir toda una manzana llena de miles de vivencias? Las fotografías son elementos fundamentales para dar sustento a lo que se platica. Por eso, Francisco insiste, en forma gentil, en la pertinencia de que quien tenga fotografías de tiempos antiguos, las suba a su página y con ello las comparta con los comitecos de estos tiempos, para que podamos tener más clara la idea de la belleza del árbol que compartimos. ¿Mirás el letrero de bandera de la Coca Cola? Ese letrero anuncia el Café Intermezzo, que fue un espacio muy visitado por los chavos de ese tiempo. Gracias a este tipo de fotografías, poco a poco se ha ido reconstruyendo la historia de ese inolvidable café. Alguien dijo que el grupo que tocaba música en vivo se llamaba The Rivers, y que el apellido de los músicos, que eran hermanos, era Rivera, y que ellos trajeron a Comitán la primera tortillería automática, que antes que ellos llegaran consumíamos tortillas hechas a mano. ¿Mirás? Un dato nos lleva a otro. Pero falta, falta que más comitecos nos compartan sus recuerdos. Muchos jóvenes de ese tiempo se hicieron grandes amigos de los muchachos Rivera. Por ahí debe haber alguien que sepa por dónde andan ellos ahora y sería genial que uno de ellos nos compartiera su testimonio. Donde está estacionado el auto enorme se ve un letrero que anuncia el Banco de Comercio de Chiapas, en ese espacio, ahora, está más o menos la Farmacia del Ahorro, del centro, lo digo para que ubiqués en dónde estaba la manzana que tiraron. Del anuncio de la Coca hasta la esquina estaba la manzana derruida. Al término de la esquina (donde se aprecia una caseta) estaba la Escuela Secundaria y Preparatoria (ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos). Recuerdo que cuando estudié la primaria llegó personal del banco y, para que los niños adquiriéramos el hábito del ahorro, tuvimos nuestra primera cuenta de ahorros, recibimos un tarjetón y comenzamos a ahorrar centavos. Ya no te cuento qué sucedió con esos ahorros. Pero, no quería decirte esto, lo que deseaba decirte es que, al lado de la sucursal del Banco de Comercio de Chiapas, estaba la ferretería de don Carlitos Siliceo, donde los mismos niños ahorradores, fuimos una tarde a comprar un arco que servía para colocar una sierra de dientes minúsculos. Este chunche lo compramos cuando el maestro Javier Flores nos enseñó a hacer figuras con triplay de tres milímetros. En una carpintería compramos un cuadro de triplay y ahí realizamos un dibujo que, con el arco, cortamos. Una vez que tuvimos la figura recortada, la iluminamos con pinturas vinci. Cada uno eligió el motivo que deseó. Recuerdo que yo hice un ratoncito, con dos dientes sobresaliendo de su trompa y una cola larga. El maestro me enseñó a combinar una pizca de negro con color blanco para obtener el color gris del ratón. Los ojos fueron de color azul y las orejas tuvieron un poco de rojo. Pero no quería decirte esto, lo que deseaba decirte es que falta que las hijas de don Carlitos (sí, don Carlitos tuvo pura hija) compartan los recuerdos de la ferretería de su papá. Sin duda que las mayores estuvieron en ese acreditado negocio y tienen recuerdos de los objetos que estaban en los estantes y en los mostradores. En seguida de la ferretería de don Carlitos (ahí se ve también un anuncio de bandera) estaba la Casa Domínguez, de don Óscar. ¿Qué chunches vendía don Óscar? Cómo era la sala de exhibición. Ya alguien comentó que la camioneta azul que está estacionada frente al negocio era propiedad de don Óscar Domínguez. Posdata: como siempre digo, se ha escrito y documentado mucho, pero todo, aún, está por escribirse y documentarse. Ojalá que muchas personas rescaten las fotografías familiares, pregunten los nombres con los mayores, y las compartan en la página de Francisco: “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán”, una página que es como el álbum familiar de los comitecos de estos y de todos los tiempos.