sábado, 2 de enero de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN LEÓN

Querida Mariana: este león está en el Tanque de los Caballos, en Comitán. Ya perdió su belleza. Es una pena, ahora parece uno de esos leones que antes había en circos miserables. Ahora ya perdió su gallardía, anda todo chimuelo (sholco, diríamos en Comitán). Llama la atención que un león esté en un tanque de caballos. El nombre del lugar se debe a que antes servía para que los arrieros llevaran a sus caballos y burros para que saciaran la sed. Esto que parece irrelevante es un gran hecho cultural. En nuestro pueblo había un tanque destinado especialmente para que los animales bebieran agua. Claro, en ese tiempo no estaba ahí el león. Este león andaba en el mero centro del pueblo, en una esquina del parque antiguo. Te pido que te parés en el restaurante “La esquina de Belisario”, cruzá la calle y por donde está la escultura de Luis, “Día Marcado”, por ahí había una pequeña fuente esquineada y en la pared estaba el león que, a través de un tubito, echaba agua por sus fauces y llenaba el pequeño estanque. Este león permaneció ahí durante muchos años. Quienes vivieron el Comitán de los años sesenta lo recuerdan. En ese tiempo no estaba pintado con este color tan plano. El otro día, en Google maps, viajé a París, en forma virtual, y caminé por la rue Moliere, el gran autor teatral francés. Antes que te cuente por qué traigo esto a colación, dejá que te diga que yo leí a Moliere cuando era joven. Un día entré a la Proveedora Cultural, saludé a don Rami Ruiz y salí con el volumen número 8, de la Colección Básica Salvat, que contenía dos obras teatrales de Moliere: “El médico a palos” y “El enfermo imaginario”. ¡Ah, geniales! Disfruté la lectura como no tenés idea. Son dos comedias geniales, con un humor sensacional. Bueno, pues resulta que Moliere, ¡faltaba más!, tiene una calle con su nombre en París. El día que viajé con Google maps me topé con un esquinero simpático donde, sentado en una monumental silla, con el cabello largo y sosteniendo un libro en la mano izquierda y una pluma en la mano derecha, está el gran dramaturgo francés. Me paré ahí por varios minutos y recordé lo que te conté. En mi casa comiteca, siendo joven, yo disfruté la creación literaria de este gran escritor, así que era como si estuviera frente a un antiguo conocido y, ¡la vida es así!, de pronto dejé de ver el nicho superior donde está la escultura de Moliere y hallé, no podrás creerlo, tres primos hermanos del león del Tanque de Los Caballos. En una franja de la base, el monumento tiene tres mascarones de leones. La base del monumento es de mármol, no sé si los primos de nuestro león también son de ese material, quiero pensar que sí. Debo decir que nuestro león es más afectuoso que sus primos franceses. Los tres leones franceses tienen los ojos redondos y ello provoca que sus miradas sean más rotundas. ¿Ya miraste al nuestro? Ah, son de gran ternura, casi son ojos delineados. Asimismo, el nuestro deja caer su melena en una serie de gajos bien planchaditos. Los leones de Moliere, al mero estilo francés, tienen caireles en la parte superior y dejan ver un poco más de su frente. Me acerqué al monumento parisino y hallé, ¡ah, qué bendición, que los tres leones tienen unos pequeños canutos donde, entiendo, en algún momento, igual que el nuestro, aventaron chorros discretos de agua. El día que fui, el angosto estanque, en lugar de agua, tenía tierra y tenía flores. El estanque había sido convertido en un discreto, pero bello jardín. El Tanque de Los Caballos ahora ya no tiene agua, y tampoco ha sido convertido en jardín. No. Acá dejamos el hueco vacío. Así somos acá. Posdata: Así como el león comiteco tiene primos en París debe tener más familiares en otros lugares del mundo. Cuando podás date una vueltita por la rue Moliere y caminá hasta llegar al monumento dedicado al gran escritor francés, ahí vas a mirar los leones franceses. No sé cómo se llaman estos leones, sus nombres deben tener un sonido genial. No sé si los compas de La Pilita Seca, siempre tan ingeniosos, ya le pusieron nombre al león del Tanque. Sería genial que alguien, con esa chispa genial que poseen, bautizara al león con un nombre adecuado a su grandeza. Es triste decirle león sholco. Ese león merece un nombre de acuerdo con su estirpe, con la grandeza del tramo histórico que ha recorrido en Comitán. Ahora me acordé que, en los años sesenta, hubo otro león que fue más famoso en Comitán: fue el león de la Metro, de la Metro Goldwyn Mayer, y que aparecía siempre al inicio de películas realizadas por esa empresa. Joaquín contaba un chiste bobo. Había entrado al cine con Ernesto, se habían sentado, las luces se habían apagado y cuando el león apareció, Ernesto se paró y dijo: “Puta madre, ésta ya la vi.”, y se salió.