martes, 26 de enero de 2021

CARTA A MARIANA, CON SONIDO DE CAMPANA

Querida Mariana: recuerdo la noche donde la poeta María del Rosario Bonifaz tocó una campanita. Fue hace años, en la sala de conferencias de la Casa Museo. Lectura de poesía, de una de las voces mayores de Chiapas. El salón estaba lleno de asistentes, esperábamos el momento del inicio del recital. María del Rosario, trepada en el estrado, sentada ante la mesa de honor, tomó una campanita que había colocado sobre la superficie de la mesa y, con movimiento de colibrí, movió la mano y tocó la campanita. ¡Ah, fue un instante prodigioso! Luego ya comenzó a leer sus poemas. Fue como un ritual. A mí me encantó ese llamado. ¡Claro! Nosotros, quienes nacimos en los años cincuenta, llevamos el sonido de las campanas del templo en nuestra savia vital. Reconocemos ese sonido como la llamada para acudir a misa, para entrar al salón de clases o para salir, como chivitos, al patio escolar, porque había llegado la hora del recreo. Ahora, siempre que trabajamos una publicidad de Auditivos de Comitán, empresa patrocinadora de ARENILLA, empresa dirigida por mi amiga Aurorita Avendaño Román, pienso en la bendición de ese genial sentido que poseemos los seres humanos: el oído; y recuerdo el instante luminoso donde la poeta comiteca, antes de que su palabra asomara, hizo sonar una pequeña campanita para invocar la energía universal; fue un ritual al estilo de los monjes budistas cuando tocan el bonsho, campanota gentil que invita a la oración y, vos sabés, cuando personas de buena voluntad nos unimos en torno a un mismo punto universal, lo que hacemos es invocar la luz, que es lo que hace la oración, lo que hace la poesía. ¡Ah, el oído! Qué bendición. Gracias a ese sentido podemos escuchar la marimba de don Cliserio Molina, el sax de Charlie Parker, el piano de Rubinstein, la somatadera de platos del hijo que exige más papilla de manzana. Gracias al oído podemos escuchar la voz de la mamá cuando dice que nos quiere, la voz del amigo que dice ¡salud!, a la hora que levanta el tarro de cerveza y extiende una sonrisa afectuosa. Gracias al oído podemos escuchar la voz tierna de la pareja cuando nos da un beso y dice hasta mañana. Hasta mañana. Promesa con aroma de menta. Gracias al oído podemos escuchar el aleteo del colibrí, el trajinar de la cucaracha en el trastero, el rumor de los pasos titubeantes del niño que aprende a caminar, la cascada de aplausos de los fanáticos en un concierto de Alejandro Fernández, y, por supuesto, la campana que convoca a misa. Sí, también escuchamos los pasos del viento sobre las ramas de pino, el casi imperceptible trajinar de nuestros huesos a la hora que nos levantamos de la cama, y el sonido de la tostada al morderla, y la mordida a una manzana. Sí, también, ¡bendito Dios!, gracias al oído, podemos escuchar las pendejadas que dice el tío Aurelio y que nos hace botarnos de la risa; y las pendejadas de la Arminda, que sólo nos provoca coraje y pena ajena. El mundo ha escuchado, gracias al oído, los silbatos de los barcos arribando a puerto, el silencio mortal de una bomba atómica cayendo sobre Hiroshima, el pitido del tren al entrar al andén. Aurorita festejó en días pasados treinta años de su empresa Auditivos de Comitán, años donde, en forma cariñosa y profesional, ha atendido a cientos de clientes que han acudido a ella, porque necesitan de sus conocimientos para que los atienda en problemas de audición. ¡Ah, qué noble profesión la suya! Gracias a su trabajo, muchas personas, muchísimas, vuelven a gozar de ese fantástico sentido, el del oído. La empresa de Aurorita es patrocinadora de ARENILLA-Revista. Aurorita, comiteca de cepa, bataneca de corazón, cositía genial, apuesta por Comitán, abre sus manos generosas y comparte parte de su bonhomía con su pueblo. Ella ama profundamente a su pueblo, por eso su pueblo debe amarla y reconocerla. Siempre digo que nada de regateos, que lo que sea de Dios a Dios y lo que sea del César ¡al César!, pero sin mezquindades. Vamos a dar con todo, casi casi como decía la madre Teresa: “Dar hasta que duela y cuando duela ¡dar todavía más!” Nos damos a Comitán sin regateos. Aurorita ha dado de más, siempre lo hace. Hoy, ella celebra treinta años de llevar consuelo a quienes han tenido un problema de audición, lo seguirá haciendo. Ella, igual que la poeta María del Rosario, hace el prodigio del colibrí y toca la campanita para que las personas vuelvan a escuchar ese sonido de río metálico, de aire luminoso. Posdata: Aurorita es una comiteca profesional de excelencia. Ella tiene una maestría en audición y lenguaje. Años de práctica profesional puestos a disposición de los comitecos y de todas las personas de la región. ¡Felicidades!