sábado, 11 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON RECUERDO DE LOS AÑOS SETENTA

Querida Mariana: te envío una fotografía sensacional. Mi amiga Gloria Ruiz la compartió en redes sociales. Quien aparece en primer plano es el papá de Gloria, don Carlitos Ruiz, un personaje que merece mejor atención por la historia local. ¿Mirás el paso gallardo que lleva? Siempre fue así, un hombre de gallardía. Tuve el privilegio de conocerlo y tratarlo, un poco de refilón, pero en varias ocasiones intercambié impresiones con él. Mi recuerdo es grato, don Carlitos fue un hombre culto, amante del pueblo y enterado de asuntos locales, nacionales e internacionales. Con él se podía platicar a gusto y se podía aprender. Sin duda que sus hijos pepenaron rayos de luz, como de su esposa, doña Piedad. Si pasás por el Colegio Regina mirarás una placa que consigna que ahí estuvo la escuela “La Industrial”, escuela que fundó Mariano N. Ruiz. Esa placa la gestionó don Carlitos. La historia le ha dado la razón a su pasión, él consideraba que los hechos brillantes y las personas relevantes deberían conservarse en la memoria colectiva. Tenía razón, por supuesto que sí. Digo que ahora, quienes pasan por el Colegio Regina tienen un dato para reconocer que este pueblo está formado por el trabajo tesonero de sus mejores hijos, que, gracias a Dios, han sido muchos, son muchos y serán muchos. La grandeza del pueblo merece el agua limpia de sus hijos. La fotografía corresponde a los años setenta, así lo dijo Gloria. Don Carlitos camina con rumbo al templo de Santo Domingo. Un minuto antes pasó frente a la escalinata majestuosa que da acceso a lo que ahora es el Centro Cultural Rosario Castellanos. Gloria no especificó la fecha precisa de la fotografía. Puede ser 1972 o 1976. Y digo esto, porque si fue en 1972, el edificio funciona como Escuela Secundaria y Preparatoria, pero si fue en 1976 ya funciona como Casa de Cultura. Ahora, el edificio ya no tiene esa bardita con las celosías triangulares que le daban un toque armonioso. Las transformaciones, lo hemos platicado, nos quitan elementos de identidad. Los pueblos cultos de Europa preservan sus espacios históricos. Acá, el centro se llama histórico, pero a cada rato sufre transformaciones. Esa balaustrada meramente comiteca era un elemento arquitectónico sensacional. Los muchachos que estudiaron la prepa y secundaria en ese edificio recuerdan que ahí se recargaban y veían lo que sucedía en la calle y quienes pasaban en la calle miraban ese rebumbio de loros jóvenes trepados. Los muchachos se acodaban ahí o se sentaban sobre la bardita. Mientras ellos hacían una pausa a su ímpetu juvenil, el mundo se movía frente a ellos. En la foto de don Carlitos, no se ve a alguien en el edificio. O los muchachos estaban en clase o ya estaban en los otros edificios, los nuevos, donde ahora funciona la escuela secundaria (por las instalaciones de la feria) y la escuela preparatoria (a la orilla del bulevar). Dije que don Carlitos camina con rumbo hacia el templo de Santo Domingo. ¿Cuál sería su destino? No lo sabremos. Jamás. A mí me sorprende el paso firme que lleva. Me encanta saber que ya son los años setenta del siglo XX, porque él, persona sublime, orgulloso de su linaje, pero humilde en su grandeza, no tiene empacho en caminar en la orilla de la banqueta y ceder el espacio interior a una familia que se ve modesta. Tampoco sabremos jamás quiénes eran las personas que pasaron al lado de don Carlitos ese día. Yo advierto dos mujeres de falda hasta los tobillos, zapatos bien cucos. En mi delirio de imaginación diría que la mujer que va al lado de la bardita es hija de la mujer que va del otro lado. El hombre, con sombrero, camina detrás de ellas. Los tres se dirigen hacia la escalinata del edificio con arcos. Van en sentido contrario. ¿Se saludaron? No lo sé. Antes, en Comitán (todavía en algunos casos) existía la costumbre de dar los buenos días, sin que hubiese más cercanía que coincidir en el mismo espacio. Era una costumbre bien bonita. Advierto que el pantalón de don Carlitos está arremangado de la parte inferior. Don Carlitos fue hacendado, como el papá de Rosario Castellanos. Acá lleva el cabello hacia atrás, su frente la tiene despejada. Sí, es como un símbolo de lo que fue en vida: un hombre con la frente en alto. Digo que las transformaciones nos dejan en la orfandad de identidad. ¿Ya miraste la belleza de banqueta? Un día la levantaron y le colocaron lajas. Te juro que ahora daría ganas de quitar las lajas y regresar esta banqueta menos peligrosa, con grabados, digamos, que servían como antiderrapantes y con buen sentido estético. No sé si sigo en mi delirio, pero alcanzo a ver una estrella en medio de un círculo. Ya he contado muchas veces cómo la celosía de triángulos forma estrellas. Vos agarrás una tira de papel, lo doblás imitando la celosía y cuando unís los extremos formás una estrella. ¿Qué significa el nombre Balún Canán? ¡Claro!, nueve estrellas. Y digo que don Carlitos fue hacendado como el papá de Rosario Castellanos, porque quiero unir el nombre de don Carlitos con Rosario, porque conocí a don Carlitos cuando mi Paty y yo teníamos una librería en el Pasaje Morales y distribuíamos revistas y periódicos. Sucede que, ya en los años ochenta, la Proveedora Cultural (que durante muchos años estuvo en la manzana que derruyeron) ya se había pasado al edificio que ocupa actualmente, por el rumbo de lo que fue el Club de Leones. ¡Uf, cuántas transformaciones! Don Carlitos era suscriptor del periódico Excélsior. Una tarde me dijo si era posible que recogiera su periódico en nuestra librería. Ello le ahorraba cinco cuadras. Como la Proveedora Cultural nos surtía los periódicos y las revistas le dije que sí. De esta forma, don Carlitos llegaba todas las tardes por su periódico. Algunas tardes ponía cara de tristeza y enojo, porque el periódico no había llegado puntualmente. Esto de puntualmente es un mero decir, el periódico llegaba con retraso de un día (estamos tan lejos del centro del país). Al día siguiente, pasaba por dos periódicos: el del día anterior y del anterior. Esto permitió que platicáramos por ratitos. Ya te platiqué que Rosario Castellanos fue una de las escritoras más leídas en México. Tal vez no tanto por su poesía o sus novelas, sino por los ensayos que escribía en el periódico Excélsior. Cada semana publicaba un ensayo en la sección editorial. Esto lo hizo desde 1963 hasta 1974, año en que murió. ¿Mirás a lo que quiero llegar? Es decir, ¿a lo que llegué? Don Carlitos, no tengo la menor duda, fue un comiteco que leyó a Rosario en el periódico Excélsior. En los años sesenta y setenta, el periódico Excélsior estaba considerado como uno de los diez periódicos más importantes del mundo, ¡del mundo!, y ahí escribía nuestra paisana. Andrea Reyes, una destacada intelectual se dio a la tarea de buscar en archivos todos los ensayos que Rosario publicó en periódicos y revistas. Los lectores de estos tiempos tenemos, en tres volúmenes, todos esos escritos. Muchos de los cuales leyó don Carlitos. Jamás platiqué con él acerca de lo que ahora digo. Habría sido un testimonio muy importante. Sus hijos deben tener datos. Gloria debe tener datos. No lo he dicho, pero el nombre completo de don Carlitos fue: Carlos Eduardo Ruiz Castellanos. ¿Ya miraste el apellido materno? Sí, ¡Castellanos! ¿Hay una liga familiar con la escritora? No lo sé, no lo sé, nada sé. Bueno, sí sé algo: don Carlitos leyó a Rosario en las páginas del periódico al que estaba suscrito y del cual era un apasionado lector. Siempre he dicho que nada es casual, todo tiene símbolo. Somos lo que vemos, lo que oímos, lo que miramos, lo que leemos. Don Carlitos leía el Excélsior, palabra que significa excelso, lo más grande. Don Carlitos fue un hombre excelso. La prestancia que muestra en esta fotografía da cuenta de su paso por la vida. Nunca caminó por el centro del camino, lo hizo por la orilla, pero lo hizo con gran seguridad. Yo lo recuerdo como un hombre culto, de pensamiento sublime. Fue un comiteco que abonó a la cultura comiteca. Yo radicaba en la ciudad de Puebla cuando él falleció. Lamenté su deceso. Su muerte, pienso, fue como quitarle a Comitán una parte bonita de esa celosía triangular hecha con ladrillos del barrio de Yalchivol. Hay personas que dejan su marca luminosa en la historia común. Ahora me dan ganas de saber más de don Carlitos. A ver si algún día platico con sus hijos. ¿Fue pariente de Rosario o fue de la otra rama de los Castellanos? ¿De dónde le vino su pasión por la lectura? Posdata: ¿Quién le tomó la fotografía? ¿Fue de esas fotografías tan comunes ahora donde los jóvenes dicen: tomame una foto, así como que no me doy cuenta? Si la foto correspondiera a la avenida San Juan de Letrán, de la Ciudad de México, no me sorprendería, porque allá había fotógrafos que tomaban fotografías a los caminantes, pero acá en Comitán tal costumbre no existía. La foto es maravillosa. Nos regala la personalidad de don Carlitos y un instante mágico del Comitán de los años setenta. Antes de despedirme quiero comentar algo: el señor del sombrero tiene amarrado el pantalón debajo de la cintura, don Carlitos lo lleva un poco más arriba. Mi papá usaba el pantalón arriba de la cintura, ¿por qué? No lo sé. Perdón. Nada sé.