martes, 21 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN RETIRO ESPIRITUAL

Querida Mariana: Vos, yo y todo mundo echó mentiras de jóvenes. A veces dijimos que íbamos a un lugar decente y nos colábamos en uno indecente. En los años setenta, en Comitán, muchos chavos dijeron que irían a misa cuando, en realidad, iban a tomar un café al Intermezzo. Lety Guillén Castro le dijo a sus papás que iría a un retiro espiritual con los Salesianos, en el Colegio México, de la Ciudad de México y, en compañía de cuatro amigos, dos hombres y dos mujeres, trepó a una combi que era del papá de una de las amigas y fue al Festival de Avándaro. Pidió permiso para un día, así que el 11 de septiembre, se trasladó a Avándaro, estado de México, y regresó a la una y media de la mañana del 12 de septiembre, para que todo mundo durmiera tranquilo. Ella porque había estado en uno de los actos musicales más relevantes del siglo XX en el país y sus papás porque pensaban que el retiro espiritual le haría bien a su hijita que, en ese momento, estudiaba el segundo grado de secundaria. ¿Cómo Lety se enteró del Festival y le entró el gusanito de ir? El papá de uno de los amigos era periodista y él les platicó del acto. Eso bastó para que los muchachos comenzaran a armar su plan, consiguieron los boletos y la mañana del 11 viajaron durante dos horas hasta llegar al valle donde estaba colocado el gigantesco templete que sirvió para la actuación de los mejores grupos de rock nacional. ¿Recordás que el otro día te conté del rompevientos que me regaló mi mamá, el que tenía un estampado de Avándaro? En esa carta pregunté si algún comiteco había estado presente. Lety apareció. Lety nació en el entonces Distrito Federal, pero tiene raíces comitecas, es hija de María Teresa Castro, oriunda de Orizaba, y de Óscar Guillén Utrilla, mero comiteco. Don Óscar se fue chavo a la Ciudad de México, allá conoció a doña María Teresa y tuvieron dos hijas: Lety e Isabel. Ahora, Lety, desde hace dos años, radica en nuestra ciudad, vive con su prima hermana, mi querida amiga Lulú Guillén. Lety no era hippie, pero una de sus amigas sí, así que, ya en la combi, se colocó una cinta en la frente, collares de chaquira, zapatos de plataforma y un chaleco con tiras. Lety estuvo en Avándaro hace cincuenta años. Jura que cumplió su sueño de escuchar a Santana, en vivo. ¡No! Santana no estuvo en Avándaro. Lety debió escuchar al sensacional Santana en otro toquín, pero a quienes sí escuchó fue a los Dug Dug’s y a Three Souls in My Mind, donde tocaba el hoy famosísimo Alex Lora, del Tri. Lety fue una de los trescientos mil chavos que acudieron a ese genial festival de rock mexicano. Muchos asistentes, después de cincuenta años, siguen negando su asistencia. Así como acá, las niñas bien juraban que no habían ido al Café Intermezzo, muchos juran que no estuvieron en Avándaro, porque el gobierno de aquel entonces se encargó de ordenar a la prensa que satanizaran el festival. El pasquín “Alarma”, periódico amarillista no sólo en su color de portada sino también en todo su contenido tituló: “El infierno en Avándaro. Asquerosa orgía hippie. Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos”; y dijeron que “con el cuento de “paz y amor”, algunos enloquecidos por las drogas y el alcohol se mostraron ante la multitud tal y como fueron traídos al mundo para vergüenza de la humanidad y de México”. ¡Exagerados! En Avándaro hubo hippies y algunos se encueraron, porque andaban en el viaje por los toques de mariguana y algo de traguito, pero no pasó a más. Eran trescientos mil muchachos gozando el gran toquín de rock, el gran toquín de los sentidos. Ahí estuvo Lety. Ella sí cuenta que estuvo ahí. Era una niña que le gustaba escuchar rock y fue a eso, a vivir la gran experiencia. Ella vive ahora en Comitán. Nació en el Distrito Federal, pero amaba las raíces paternas. En vacaciones de julio y agosto viajaba a Comitán para estar con los primos e ir al rancho en la frontera con Guatemala. Gozaba esas vacaciones. Sus quince años los celebró en Comitán, ahora goza estos cielos. Desde hace dos años vive acá. Posdata: Lety señala que en los setenta la onda era tener vestidos y pantalones de la marca Topeka, usar zapatos de plataforma Canadá y leer el libro de Ana Frank o el de Tom Sawyer. Sonríe cuando lo dice. Yo sé que piensa en Santana, el genial músico mexicano que no estuvo en Avándaro, pero que Lety jura que sí. Nada le digo a Lety, dejo que siga con su ilusión cumplida. Ella recuerda con precisión que dijo que iba a ir a un retiro espiritual y, si lo pensamos bien, eso fue Avándaro, un lugar para el encuentro con todos los sentidos.