lunes, 13 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN APUNTE

Querida Mariana: mando un apunte de 2021, de una chica de 1971. Sí, ¡cincuenta años! Tomé el apunte de una fotografía donde la chica aparece en Avándaro. ¿Vos has oído de Avándaro? Tal vez ahora, en la conmemoración del quincuagésimo aniversario, lo has visto en redes sociales o en los noticiarios de la televisión. Avándaro fue un festival de rock mexicano que se realizó en la comunidad de ese nombre, en el estado de México, en septiembre de 1971. Calculaban una asistencia de unos veinticinco mil chavos y llegaron más de trescientos mil, ¡trescientos mil! Uf. Estaba muy reciente lo del “Halconazo”, donde jóvenes fueron reprimidos por fuerzas policiales. Cuando el gobierno vio la cantidad de muchachos que se concentraron en Avándaro para escuchar grupos de rock y entrarle a la mariguana, se alarmó. A partir de ese momento quedaron prohibidos “los toquines” de rock. Hace dos o tres días vi en CNN una entrevista de Carmen Aristegui con Federico Rubli, autor del libro: “Yo estuve en Avándaro”, con fotografías de Graciela Iturbide y prólogo de Luis de Llano, el productor de programas de Televisa, hermano de la actriz Julissa, por lo tanto, tío del famosillo Benny Ibarra. “Yo estuve en Avándaro” se titula el libro y, como dice el título, da el testimonio de Rubli de ese magno acto juvenil. Digo que el gobierno se espantó con tal respuesta a la convocatoria, más de trescientos mil chavos se reunieron. La Constitución del país garantiza la libertad de reunión pacífica con cualquier objeto lícito, pero acá les dio temor. Los miles de muchachos se reunieron en forma pacífica y el objeto de la congregación fue escuchar música de rock (y fumar mariguana y algunas chicas y chicos, ya pasados, se encueraron. Una de las chicas encueradas se hizo famosa al salir en portadas de revistas y periódicos y fue conocida como “La chica de Avándaro”. ¿Algún muchacho comiteco estuvo presente en Avándaro? Yo digo que sí, un comiteco setentero, aficionado al rock, pudo estar ahí. Se reunió con los amigos y llegó hasta el lugar donde se realizó el festival. Nadie, ni los asistentes ni los grupos de rock ni los organizadores, previeron que la cantidad de espectadores fuera tan espectacular: 300 mil, ¡pucha! El gobierno se asustó. Cortó por lo sano: prohibió los toquines de rock, así no habría reuniones semejantes. ¿Imaginás una movilización de trescientos mil muchachos? En 1971 yo estudiaba el primer grado de bachillerato, en nuestro modesto Chiapas. La verdad es que, como nunca he sido aficionado a la música el festival no era algo que estuviera en la agenda diaria. Los chavos comitecos, con sus honrosas excepciones, escuchábamos la música que programaba la XEUI, la modosita radiodifusora local. ¿Rock en la XEUI? No, apenas grupos que ahora llamaríamos light. Acá en Comitán escuchábamos a César Costa, Enrique Guzmán (con: ahí viene la plaga) y la novia de México: Angélica María. En la Ciudad de México escuchaban grupos de rock más pesados: Three Souls in my Mind, por ejemplo. No obstante, fui uno de los comitecos que anduvo recordando el festival por todas las calles del pueblo. Sucede que mi mamá fue a la Ciudad de México ese año, se acordó de su hijito, en algún momento, entró a una tienda y me compró un rompe vientos (chamarra de tela delgada, de color azul) que tenía un estampado que decía “Avándaro”. Ya me conocés, donde agarro una prenda que me guste no me la quito ni para bañarme ni para dormir. No me la quité. Envié el mensaje publicitario con tal intensidad que Olivio, chofer de don Jorge Pérez comenzó a decirme Avándaro cada vez que me veía, así como ahora muchos me dicen Arenilla, fui conocido en los setenta como Avándaro. Pucha, yo el escucha de canciones de Napoleón (no Bonaparte) andaba presumiendo en todo el pueblo un rompe vientos que llevaba el nombre del festival más prendido que jamás realizaron los rockeros de este país: 300 mil asistentes. Dios mío. Según el censo, Comitán tenía 40 mil habitantes en 1971. En Avándaro se concentró toda la población de Comitán, multiplicada por 7 y un mojol más. Posdata: Al contrario, del autor del libro: “No estuve en Avándaro”, pero fui un chavo comiteco que anduvo por todo Comitán con un rompe vientos que tenía el letrero “Avándaro”. Vi la fotografía e hice un apunte rápido. Ella está en ese espacio, en 1971. Cincuenta años después, el chico comiteco, el del rompe vientos, le hizo un apunte. Sólo para unir esa historia en el tiempo. Ella tenía una cámara instantánea en la mano, tal vez con un rollo de doce exposiciones. Tal vez, ahora que se cumplieron cincuenta años, ella dijo lo mismo que el autor del libro y fue al librero y sacó el álbum y le enseñó a sus nietos las fotos que tomó ese día en aquel maravilloso escenario. Trescientos mil chavos. Uf. Trescientos mil testimonios. ¡Genial! El rock demostró que es el ritmo de los jóvenes de siempre, de toda la vida. Sería maravilloso tener el testimonio de algún chavo comiteco que haya ido.