jueves, 23 de septiembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA HISTÓRICA (parte 1, de 2)

Querida Mariana: ¿qué pensás si te digo que esta fotografía corresponde a los muchachos de la generación 1972-1975 del Centro de Estudios Superiores de Comitán? Están en el patio del edificio que ellos estrenaron. ¿Ya identificaste la escuela? ¿No? Ah, me querés tomar el pelo. ¿Cómo no? A ver, te daré una pista que despejará tu duda. Digo que es la primera foto que se da de esta generación en este espacio, porque las anteriores generaciones de estudiantes de esta escuela se tomaban la foto en las gradas del edificio que hoy ocupa el Centro Cultural Rosario Castellanos. Sí, tenés razón, hablo de la Escuela Preparatoria Comitán. Mi generación, la 1971-1974, fue la última que se tomó la fotografía del recuerdo en las gradas del edificio del centro. Mis compañeros fueron quienes promovieron la huelga que logró la hazaña de la construcción de nuevos edificios para la secundaria y la preparatoria. El edificio del centro permitía que la fotografía fuera muy sencilla: el fotógrafo se colocaba a mitad de la calle y los alumnos se sentaban en las gradas o permanecían parados. La escalinata era el escenario ideal para fotografías grupales. En esta fotografía se ven tres filas definidas (dos o tres muchachos altos se colaron entre la última fila y la fila intermedia. Quienes están al frente están en cuclillas, y los muchachos de las siguientes filas están parados. ¿Eran altísimos los muchachos de la última fila? No. Están parados sobre bancas o sillas. En esta primera fotografía de bachilleres en el nuevo edificio tuvieron que improvisar el escenario. Se advierte que la fotografía fue tomada cerca del mediodía. Estos muchachos vivieron la transición como si fueran la bisagra del cambio. Su segundo grado lo cursaron en el edificio del centro y el tercer grado ya lo cursaron en el nuevo edificio del bulevar, donde actualmente funciona la Escuela Preparatoria Comitán. Los estudiantes que actualmente estudian en la Escuela Secundaria del Estado o en la Prepa no tienen punto de comparación. Los muchachos de la generación 1972-1975 sí pueden explicar qué ganaron y qué perdieron en el cambio. La huelga exigía instalaciones nuevas, adecuadas. El edificio del actual Centro Cultural Rosario Castellanos tenía salones oscuros y húmedos, carecía de espacios deportivos, no tenía una cafetería, los sanitarios eran insuficientes y sucios (algunas compañeras, si tenían alguna urgencia, iban a pedir baño prestado con los negocios circundantes del parque central). El movimiento de huelga fue bien calculado, los líderes se mantuvieron firmes en sus peticiones, a grado tal que obligaron a que el Secretario de Educación de Chiapas se trasladara de Tuxtla a Comitán para mediar en la situación. Los preparatorianos comitecos vieron la oportunidad de la vida y cuando Javier Espinosa Mandujano (secretario de educación) vino a darse cuenta ya había caído en la trampa, estaba secuestrado en el viejo edificio. Los muchachos le dijeron que no se preocupara, que quedaría libre en el momento que firmara la aceptación del pliego petitorio, que incluía la construcción de los nuevos edificios. El secretario firmó y el movimiento de huelga se levantó. La huelga había dado los frutos esperados. Claro, faltan los testimonios de los protagonistas de ese movimiento, para tener completa la historia, la historia que debe ser dada a conocer a las nuevas generaciones. La generación anterior a ésta logró la hombrada y mujerada de nuevos edificios, más dignos. Digo pues que estos muchachos vivieron el cambio, ellos supieron lo que dejaron y reconocieron lo que recibieron. Todo cambio, lo sabés, mi niña, tiene su lado positivo y su lado negativo. Pienso en un ejemplo, extremo, pero conveniente para mi carta. Pienso en un muchacho que, en 1975, vivía en la colonia Miguel Alemán, y en otro que vivía a una cuadra del parque central. ¿Ya miraste? El compa que vivía en la colonia tomaba un urbano para llegar a sus clases en el centro; en cambio, el que vivía cerca del parque, tranquilamente caminaba una cuadra y llegaba a su escuela. Cuando se dio el cambio, sucedió lo contrario, el compa de la colonia caminó, mientras el otro debió trepar a un urbano para llegar a la escuela nueva. Posdata: hablé de lo más pedestre, pero no por eso menos importante. Sin embargo, hay más detalles, tanto en lo académico como en la anécdota cotidiana. Por eso, me puse en contacto con dos amigas que están en esta fotografía, para que después de cuarenta y tantos años me contarán en forma breve su experiencia del cambio. No te pondré en problemas, mis dos amigas son las dos chicas que están en el primero y segundo lugar en la segunda fila, de izquierda a derecha: mi amiga Roxy Aguilar y mi amiga Eva Morante. ¿Qué ganaron y qué perdieron? Mañana, primero Dios, te cuento lo que me contaron.