domingo, 2 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON AUTOS NOVEDOSOS

Querida Mariana: la Efremina no mira la hora de agarrar partido y con ello ¡marido! Pero, pucha, piensa que los hombres son como los autos. Yo digo que primero debería aprender a manejar bien y luego estar consciente de que con ese nombre, que parece nombre de medicamento, no le resultará fácil. Efre (así le decimos de cariño) anda en busca de un Porsche. ¡Ay, mi prenda! ¿No sabe que un carrito de éstos vale más de un millón de pesos? ¿No sabe que estos autos son para niñas que se llaman Carolina, pero que llevan por delante el título princesa? Es decir, no es para cualquier Carolina. Pero la Efre no nos hace caso, ahí anda de necia, soñando con un chavo pro. ¿Pro qué? Entiendo que el término pro se presta a confusión, parece que por ahí anda el descontrol de Efre. Pro se aplica a una persona de bien, un chavo de la high society; pero también se aplica cuando se realiza la rifa de un par de zapatos, imitación de piel, en beneficio de una casa para niñas, atendida por monjas. Los amigos de Efre nos debatimos en ser crueles y decirle la verdad o en dejar que sueñe de lo lindo y algún día caiga de la nube más alta; ojalá su espíritu no se fracture mucho. ¡Ay, pobre Efre!, insiste en comparar a los príncipes azules con autos, digo que bien podría conformarse con un vochito, son bien ahorradores y casi no fallan, Martín dice que nunca ha visto un vochito descompuesto en una carretera y agrega que este carrito funciona con el puro olor de la gasolina, y ahora que está tan cara, pues es algo a considerar. Ayer fui a ponerle gasolina a mi tsurito y ¿qué creés? Sí, el litro, de la verde, está por encima de los veintitrés pesos. Pucha, lo bueno es que no hay gasolinazos. Un día le presenté un amigo a Efre, un buen muchacho. ¿Qué creés que dijo la Efre? No, no, se mira que tiene doble escape y no tiene monitor de presión en sus llantas. Bueno, la verdad es que el amigo no era un Temo Alcázar, tenía sus llantitas alrededor de la pancita, pero, eso sí, tenía un quemacocos maravilloso, porque casi no tenía cabello; y vos sabés que el Porsche tiene hermosos quemacocos. Como vos te estás preguntando, nosotros lo hicimos desde el principio: ¿qué es lo que busca Efre? Y fuimos a su casa, tocamos como si fuéramos testigos de Jehová y ella nos recibió como si fuéramos hijos de su hermana, porque nos pasó a la sala y nos invitó agua de jamaica y galletitas saladas. Y bueno, cuando estábamos ya en confianza, María se la soltó: Y qué pues, vos Efre, ¿qué es lo que buscás en un hombre?, y agregó: lo digo para que te busquemos un buen partido. Vimos que la carita de Efre se iluminó, se puso roja, como si fuera reflejo de todos los vasos de jamaica que estaban sobre la mesa de centro. Sonrió, se desabotonó el suéter, tal vez para que no le subiera más la temperatura, cerró tantito los ojos y, como si estuviera sola, debajo de un árbol, en un campo, dijo que le gustaría un hombre que tuviera un panel digital de instrumentos, para que ella activara cada parte de su cuerpo a la hora que tuviera deseo. Nos quedamos viendo como ovejas en un desierto, sin hierbita para comer, pero María asintió y dijo: hmm, no estás tan equivocada, eso sería maravilloso. Romeo, que en ese momento era pareja de María, carraspeó nervioso. Y que tenga seis velocidades, dijo Efre, y como si estuviera ya arriba de un auto, hizo puño con su mano derecha y metió primera, segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta, todo con un ronroneo que se intensificó y que hizo que todos sintiéramos un calorcito digno de una playa nudista. Sí, dijo María, y pasó su lengua de un lado a otro de sus labios. Todos vimos que entornó tantito los ojos, el que más lo vio fue Romeo. Nadie dijo algo, todos esperábamos que Efre siguiera con su descripción, nos sirvió más agua de Jamaica, ofreció galletitas y, con la charola en la mano, dijo que deseaba que su novio tuviera freno de mano electrónico, para pararlo a la hora que quisiera y que, alzó la voz, que tenga aire acondicionado y asientos de piel, de piel suavecita, que sea tibia al tacto, y pasó la mano sobre el asiento del sofá y todos la vimos; en cuanto paró su movimiento, todos vimos a María, esperábamos que dijera algo, pero ella tenía los ojos cerrados, había puesto la cabeza sobre el respaldo del sofá y tenía las manos sobre el descansa brazos y las piernas un tantito abiertas; todos, entonces, volvimos la mirada para ver a Romeo, quien ya no resistió, se puso de pie, tomó su chamarra y sin decir algo abrió la puerta de la calle y salió. ¿Ya han visto el modelo que tiene ajuste inteligente en reversa?, preguntó Efre. Todos callamos. Yo, cuando menos, nunca he visto el modelo con ajuste inteligente en reversa, pero coincidí con María, a la hora que dijo: sí, el amante ideal es el que tiene ajuste inteligente en reversa. Tal vez nadie entendió qué era eso, pero volvimos a hacer un silencio de nube de yeso. Posdata: pobre Efre, espera mucho, tiene grandes expectativas; no sabe que la vida no es lo ideal, no tiene idea que la vida siempre anda a ras de tierra. ¡Tzatz Comitán!