lunes, 31 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON CELEBRACIÓN

Querida Mariana: ¿qué dijo la chica argentina? “Antes muerta que sencilla”, pues acá, esta representación popular mexicana de la muerte hizo honor a su nombre: “Siempre catrina”. Antes del acto majestuoso una buena boleada, para estar guapísima. Esta imagen maravillosa fue apenas una instantánea de muchísimas escenas geniales que se dieron la tarde del miércoles 26 de octubre de 2022, sucede que esa tarde, en el parque central de Comitán se efectuó un acto sensacional, propiciado porque el Cobach 10, fue anfitrión del Concurso Estatal Jóvenes Escritores 2022. Feliz pretexto para reunir a jóvenes estudiantes, académicos y directivos en una convivencia sensacional. La institución reunió a decenas de estudiantes vestidos como catrines y catrinas. ¿Has visto esas maravillosas escenas que denominan flashmob? He visto varios flashmob en la pantalla de la computadora. Ahora busqué en el Internet y descubrí que esta palabra inglesa se aplica cuando “un grupo de personas se reúne de repente en un lugar público, realiza algo inusual y luego se dispersa”. Bueno, esa tarde viví algo semejante, porque caminaba por el parque del pueblo y vi la escena cuya foto comparto. No me asombró el atuendo de la catrina, porque en la proximidad del Día de Muertos muchas personas se visten así; me asombró la imagen de “la muerte” dando lustre a su calzado. ¿A poco la muerte, la real, viste con tal dignidad a la hora que hace la travesura brutal? Ella, de acuerdo con la tradición mexicana, se burla de la vida, por eso, los mexicanos se burlan de ella. Pues los cobachenses hicieron eso, lo hicieron con gran belleza, con alegría. Compartieron con el pueblo comiteco su espíritu lúdico. Tomaba la fotografía cuando escuché tambores y pitos a lo lejos, mientras decenas de jóvenes se apropiaban del parque y, como sucedía cuando fui niño, comenzaron a dar vueltas llenándolo de vida. Hacía mucho tiempo que no era testigo de algo tan pleno, tan argüendero. Iba a ir a visitar la Feria del Libro, ya no lo hice. Me quedé a admirar a los muchachos de diferentes planteles de la zona, con los rostros pintados, con la representación de calaveras, llenas de vida, burlándose de la muerte, consagrándola. Ah, qué ganas de felicitar a los organizadores, de decirles lo que era obvio: esta monumental puesta en escena preservaba la tradición cultural de México. Todos eran catrines y catrinas. ¡Genial! No sé si todavía se usa el término, pero cuando era niño escuché que a los hombres que vestían con elegancia les decían “catrines”. El acto fue catrín, porque vistió de gala la tarde, una tarde donde los muchachos cobachenses desbordaron alegría. Sin duda recordarán esta tarde toda su vida, cuando sean abuelos platicarán que, una tarde, se adueñaron del parque central de Comitán y echaron relajo del bueno, del que alimenta el espíritu, y gritaron porras a sus diversos planteles. Todo mundo reunido disfrutó esta ola de energía, este río de agua limpia. Vi las caras de las chicas, pelando los dientes, con flores naturales de cempasúchil en el cabello o pintadas alrededor de los ojos, caminar con donaire, con la delicadeza y cachondería que la verdadera muerte no tiene, porque la muerte real, la absurda e implacable, camina siempre en puntillas para causar temor a la hora que asoma su cara putrefacta. ¡Ah, qué diferencia a la hora que los chicos caminaron y bebieron el cielo azulísimo de una tarde armoniosa! Ya luego, con la savia en mis venas, caminé al espacio de la fuente y ahí vi sillas y templetes donde las autoridades de la institución prepararon el acto protocolario; ya por ahí vi a los amigos maestros Hugo Ballinas, Fer García (con su cámara, para hacer eterno el instante sublime), Darinel, Javier Figueroa, Lulú Corzo y Luis Adolfo Cancino, quien estaba sentado en una jardinera, también con el rostro pintado y de traje oscuro, con una flor amarilla en el ojal; es decir, bien catrín. Ah, qué generosidad de espíritus. Posdata: disfruté lo que vi. Sabés que soy escaso, casi no salgo, pero cuando lo hago recibo todas las bendiciones que acarician mi mirada: los balcones, los zaguanes, los techos, las plazas, las palomas al vuelo, los perros que descansan y la gente que va de un lado a otro o toma un café o, maravillosa, inventa agruparse para celebrar y conmemorar, por adelantado, el Día de Muertos. Fue una tarde inédita, alegre, llena de vida, en celebración de la muerte. Sólo en este país prodigioso, en esta tierra bendita. Antes catrina que sencilla. Ah, qué hermoso enjambre de alegría, compartido con el pueblo mágico. ¡Tzatz Comitán!