domingo, 9 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA MEDIDA SIN MEDIDA

Querida Mariana: hubo un tiempo en que los comitecos medimos por cuartas. Tal vez ahora alguien lo siga haciendo. Pero, en estos tiempos hay un chunche que mide distancias en forma electrónica, como si fuese un fluxómetro invisible, el aparato dispara una luz que toca el punto deseado y regresa para informar la distancia, en un tiempo menor al que lo cuento. Qué era medir por cuartas. Hacé de cuenta que querías medir la superficie de la mesa del comedor, para que tu abuela hiciera un mantel bordado. Abrías la mano y la distancia entre el dedo pulgar y el meñique era ¡una cuarta! Lo maravilloso aparecía cuando comenzaba el recuento, porque al terminar de medir la primera cuarta se hacía un movimiento prodigioso: se levantaba la mano y el dedo pulgar avanzaba por en medio del aire para llegar a chocar con el meñique, momento en que el pulgar tomaba el lugar del meñique y éste daba el salto hasta la siguiente medición. Eso era fantástico. Hay unos gusanitos que en Comitán le llaman “medidor”, porque se mueve haciendo un arco, casi casi con el mismo movimiento de la mano a la hora de medir por cuartas. Al término, el nieto avisaba a la abuela que la mesa medía tantas cuartas de largo y tantas de ancho, entonces, la abuela, a ojo de buen cubero decía que la cuarta del nieto medía tanto, hacía la multiplicación, agregaba la caída del mantel y ya tenía la medida precisa. Porque ya te diste cuenta que la cuarta era variable. El metro, increíble instrumento de medida, es inmodificable, mide lo mismo en Comitán que en París o en Buenos Aires. Lo mismo en Yalchivol que en Jatón. Pero la cuarta ¡no! Una es la medida de la cuarta del nieto y otra la del papá y otra la del abuelo. Hay hombres que tienen grande la mano y otros que la tienen pequeña (ah, pues, querida niña, estoy hablando de manos, aunque Rocío dice que el tamaño de la cuarta está en relación directa con el tamaño del pene. Andá a saber cómo la Rocío llegó a poseer este conocimiento superior de matemática elemental: cuarta pequeña, aquellito pequeño; cuarta grande; aquellito enorme). Así pues, era indeterminada la cantidad de alcohol que se metía el tío Alfonso, porque siempre pedía a su nieto Armando que le comprara una cuarta de trago. ¿Quién medía la cuarta de trago? En estos tiempos, el comerciante buscaría la cuarta del nieto para que ganara un poco. Dije que las medidas son inmodificables, ¡mentira! Ya mirás que en algunas gasolineras la gente se queja de que expenden litros de 900 y en algunas tiendas de abarrotes las básculas están modificadas y el kilo de cebolla en realidad pesa menos. Azucena pidió que su báscula personal la modificaran tantito para que no se frustrara cada mañana. ¡Muda!, dijo la Pancracia, sólo se hace boba ella sola. La medida de la cuarta sí era auténtica, porque al extender la mano sobre la superficie no permitía hacer pancita. En los partidos de básquetbol en la legendaria cancha Pantaleón Domínguez, los aficionados gritaban a quien fallaba el enceste: ¡andá a comprar un peso de puntería con doña Mariana! Una vez escuché que alguien dijo: ¡pucha, falló por una cuarta! Dios mío, este compa tenía una visión maravillosa, como si el ojo tuviera un distanciómetro electrónico. No sé cómo le hizo para saber que el encestador había fallado por una cuarta. Me da pena pero debo contarlo, porque una vez escuché que un tipo grosero le dijo a una chica: “Te haré feliz, mirá, gozarás mi cuarta en tu cuarto”. Al principio no entendí, pero dos segundos después supe a qué se refería. Ahora privilegio el juego de palabras: cuarta, cuarto. Que iba en el mismo sentido del que dijo: media medida le di a la que le quité la media. Groseros, pero ingeniositos. Posdata: tal vez invento, pero ahora recordé que mi abuela Esperanza decía que ella vendía cuartas de frijol. ¿De verdad eso decía? Ya dudo de mi memoria, tal vez medía la cuarta en forma vertical sobre una cubetita. ¡Mentira!, decía la Amparo, botada de la risa. La medida del asunto del hombre no es la medida de la cuarta de su mano, qué más quisieran. No, si querés saber de qué tamaño calza, hacé que doble el dedo medio a su palma, esa es la verdadera medida. Y Agenor, más grosero, decía: pidan que se lo saque, con eso ya quedan conformes. Pero luego venía otra discusión acerca de…, pero no, ya esto se volvió muy procaz. Adiós. ¡Tzatz Comitán!