domingo, 30 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL VIENTO A FAVOR

Querida Mariana: los de estas tierras no dominamos los términos marítimos, como sí lo hacen quienes viven en zonas costeras o en islas. Para un isleño la palabra cayuco es un término común, afectuoso. Los comitecos no trepamos a cayucos, no tenemos playas, ni estrellas de mar, ni redes para pescar, ni faros, ni leyendas con sirenas. Comemos mojarras que traen de La Presa. Los viernes vemos las camionetas y escuchamos las bocinas: “Compre mojarra fresca”. Las personas salen de su casa, eligen los pescados que están en una nevera y luego el vendedor los coloca en la báscula y dice: es tanto. Los productos del agua nos llegan de otra parte. Algunos amigos suben a su auto y van rumbo a La Presa a comer pescados recién sacados del agua. Me dicen que el sabor es diferente, además están en el entorno ideal. Sí, no es lo mismo comer una mojarra frita en el comedor de tu casa, en el comedor de todos los días, que estar en una palapa recibiendo la brisa y el calorcito de aquellos lugares. Quienes somos lectores hemos viajado muchas veces a esos lugares maravillosos, hemos visto delfines, gaviotas, y apreciado a las mulatas, de muslos fuertes y sonrisas fáciles. A pesar que en Comitán no tenemos términos marítimos en el léxico de todos los días, sí he escuchado con frecuencia algo que tiene relación con el mar: con el viento a favor. ¿Has escuchado esta frase? Con el viento a favor. Es como un lugar común que nos ha llegado desde tierras que colindan con el mar, porque, entiendo, es un término que emplean los marinos. ¿Qué significa estar con el viento a favor? En el mar, entiendo, es tener la mano divina que te empuja sin problema al rumbo predestinado. Tal vez, por esto, en lugares alejados del mar (como nuestro amado pueblo) empleamos la frase para decir que todo va bien, que hay fuerzas inexplicables que ayudan a que sigamos por la ruta correcta. Esto está también relacionado con otro término acuático: “nadar contra corriente”. Esto, sin que yo sepa nadar, es un absurdo. Sé que si vas a favor de la corriente, el esfuerzo es mínimo. A veces veo documentales donde peces maravillosos nadan contra corriente, son peces fantásticos. Los salmones son los grandes inconformes, los que van contra toda lógica. La mayoría de peces se dejan llevar con el rumbo del fluido. Tal vez por esto, el maestro Rubén siempre nos decía en clase: Sean salmones y no pez globo. A mí me encantan los salmones, pero también me seduce el pez globo. En los documentales veo cientos de salmones nadando contra corriente, saltando por encima del agua que viaja en sentido contrario, es un movimiento sensacional, pero, de igual manera, veo a los osos que se paran en las piedras, en las pequeñas caídas de agua, abren las tremendas bocas y engullen a los salmones que ahí terminan su viaje y su vida. ¿Qué diría ante esto el maestro Rubén? Nunca lo preguntamos, porque éramos niños. Debo ser honesto, a mí me encanta dejarme llevar por la corriente, nunca he tenido espíritu de salmón, soy un cachetón pez globo, nado en el aire sosegado, nunca me enfrento a la tormenta; pido, eso sí, lo pido siempre, tener el viento a mi favor, y mi Dios es tan complaciente, tan hoja de hierbabuena, que sopla suave, armonioso, y me conduce, como diría el Salmo, por verdes prados. Y esto es todo un milagro, sobre todo en estos tiempos, donde los ciclones están a todo lo que dan, y no sólo me refiero a los fenómenos naturales, sino a los provocados por los hombres. Debemos reconocer que ahora, en Comitán, no tenemos los mismos aires afectuosos que tuvimos en los años sesenta o setenta. El otro día, mi mamá me contó que en su pueblo, Huixtla, en los años treinta, el presidente municipal, que era un hombre sencillo, salía a caminar todas las mañanas, muy temprano y veía la situación imperante y escuchaba a los vecinos; y luego me contó que así recuerda al maestro Roberto Bonifaz, cuando fue presidente municipal lo veía muy temprano caminando por las calles de Comitán. En esos tiempos, estos pueblos tuvieron el viento a favor, su propia gente lo procuraba. Posdata: me gusta leer y ver películas con historias de mar, disfruto mucho descalzarme y caminar por la playa, sintiendo la caricia de la ola que, esquiva, me besa y se devuelve a su lugar de origen, al lugar donde pertenece. ¡Tzatz Comitán!