viernes, 7 de octubre de 2022

CARTA A MARIANA, CON MARÍAS

Querida Mariana: ¿pensaste en galletas cuando escribí Marías? No, en realidad quiero comentar algo que ya sabe todo mundo: murió Javier Marías, el escritor español. Marías apareció en la relación de candidatos para recibir el Nobel de Literatura de este año. Uf, ya no llegó al momento de decisión; pero hace días un grupo de amigos ofreció un homenaje en un lugar exclusivo en Madrid, España, que se llama Círculo de Bellas Artes. Ahí treinta amigos de Marías pasaron a dejar testimonio de su admiración y amistad por el escritor fallecido. Cuando leí la nota brinqué de espanto: ¡treinta personas! Dios mío, pensé, ¿a qué hora terminó ese acto? Pero luego me enteré que cada persona tuvo oportunidad de hablar ante el micrófono durante tres minutos. ¡Ya se me antojó! Sí, pensé que hora y media fue un tiempo muy razonable, porque el tiempo estuvo repartido en treinta testimonios, donde, sin duda, hubo de todo, como en una buena tamalería: de chile, de dulce y de manteca. Ya te conté que en una ocasión mi admirado Julio Gordillo Domínguez hizo una travesura genial. Todo mundo sabía que al llamado Tribuno de México le gustaba hacer uso de la palabra y se olvidaba del tiempo, por eso cuando los organizadores de un acto cultural vieron que él participaría dijeron que no le ofrecerían agua, para que terminara al tener la boca seca. ¡Ah, no contaban con su astucia! Cuando vimos que no salivaba bien, pensamos que ya pronto concluiría. En ese momento metió la mano en la bolsa de su pantalón, sacó un limón partido, lo chupó y siguió con su discurso. ¡Viejo lobo de mar! Donde no pudo hacer travesuras fue una vez que el acto fue transmitido en radio, a nivel estatal, le dijeron que tenía cinco minutos para hablar, comenzó y a los cuatro minutos con cincuenta una asistente comenzó a hacerle señales para que terminara su discurso. Quiso prolongar su intervención. La asistente movió ambas manos en forma horizontal y luego se pasó el dedo como una daga en el cuello con lo que le dijo que ya estaba fuera del aire, le pidieron el micrófono y lo pasaron al siguiente participante. Esa tarde, su limón partido quedó adentro de su bolsa. No. En España hicieron un homenaje en memoria de Marías y cada participante tuvo tres minutos para pronunciar su mensaje. ¡Qué maravilla! Debió ser un homenaje emotivo, divertido, afectuoso, con treinta voces diferentes, treinta chinchibules cantando frases cortas, sinceras, inteligentes. Apenas terminaba un participante, la maestra de ceremonias llamaba al siguiente para que hiciera uso de sus tres minutos. Los que participaron debieron medir muy bien sus palabras, hacer una hermosísima síntesis para resumir en tres minutos todo lo que querían expresar. ¡Ah, qué buen ejercicio! Los participantes aceptaron subir al escenario en un acto de humildad, estar al lado de los demás compañeros, con un profundo respeto al tiempo de los otros. Te conté también que estuve en la Feria del Libro de la UNACH, en el año 2016, y fui testigo de un acto de soberbia: la doctora María Elena Tovar González, destacada intelectual chiapaneca, ex rectora de la UNICACH, tenía destinada una hora para la presentación de uno de sus libros; a la hora que terminó su tiempo, ella, olvidándose del más elemental protocolo de respeto, se voló veinte minutos más del tiempo de quien seguía en la lista de presentación. ¡Estuvo hora y veinte minutos hablando de su magistral obra de investigación! Por eso, cuando leí el acto preparado en memoria de Marías me dio gusto, entendí que hay formas sublimes de honrar no sólo al personaje sino a los demás participantes, así como a la audiencia y a la cultura de un pueblo civilizado. Posdata: ahora recordé que por ahí en el librero tengo pendiente la lectura de una novela de Marías. ¿Por qué lo dejé pendiente? No recuerdo. La buscaré y, a mi modo, haré mi homenaje al destacado escritor español. “Berta Isla” se llama la novelilla, fue publicada en 2017.