viernes, 10 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON ACTA DE DEFUNCIÓN

Querida Mariana: como la vida es aburrida, la gente busca la manera de ponerle un poco de sal. Desde hace años quedó bien clara la causa de la muerte de nuestra Rosario Castellanos. Pues ese mismo lapso ha servido para seguir abonando al rumor y a teorías conspiratorias que hablan de un asesinato o de un suicidio. Ni lo uno ni lo otro. Los rumorólogos avientan alimento para los morbosos, que nunca faltan. Como dice mi amigo Rubén: “perdonen, pero yo no fui el colchón”, cuando alguien se atreve a jurar que fulana de tal le fue infiel al marido. De igual manera, en el caso de Rosario, sólo quienes estuvieron cerca de ella el día de su fatal accidente pueden dar cuenta cabal del suceso. La versión más certera es que ella fue con su chofer a Jerusalén, por unas mesas que había encargado, al regresar a su residencia ella entró y, para hacer espacio donde colocaría las mesas, tomó el cable de una lámpara para desconectarla y recibió un impacto brutal que le ocasionó la muerte. Ah, fue un lamentable accidente. Ya después aparecieron teorías absurdas, tontas, que los necesitados de alimento pueril tragaron y siguen tragando. Fue un lamentable accidente. Ella no peló el cable para suicidarse ni tal pelada de cable fue propiciada por agentes secretos enviados por el mal. Ella se preparaba para realizar un viaje a la Ciudad de México, nunca imaginó que haría el viaje adentro de un ataúd y que la enterrarían en la Rotonda de Las Personas Ilustres, panteón que está muy cerca de donde estuvo su residencia, la misma que compró su papá Don César, cuando fueron a radicar en aquella gran ciudad. El otro día estuve con el licenciado David Esponda y me obsequió dos fotocopias del acta de defunción de Rosario. Como ya está muy cercano el 2024, año en que se conmemorarán los cincuenta años de su lamentable fallecimiento, te paso copia de ese documento, que se encuentra disponible en Internet. Yo no conocía dicha acta. ¿Qué dice? Dice que “en la ciudad de Tel Aviv, Israel, jurisdicción de la Oficina del Servicio Exterior de México en Tel Aviv, a las trece horas treinta minutos del día ocho de agosto de mil novecientos setenta y cuatro, ante mí, Pedro González Rubio Sánchez, acreditado como juez del Registro del Estado Civil, comparece Diego Iparraguirre García y deposita para su registro, un certificado expedido por las autoridades demográficas de Tel Aviv Israel, con fecha ocho de agosto de mil novecientos setenta y cuatro que contiene los siguientes datos: Nombre de la persona fallecida: Rosario Castellanos, originaria de México, D. F., de nacionalidad mexicana, de 49 años de edad, de estado civil divorciada. Fallecida el 7 de agosto de 1974 en su residencia en Herlzelia Pituah, Israel. Causa de la muerte: electrocución probable. El cuerpo de la señora Rosario Castellanos Figueroa será transportado en esta misma fecha a México, D.F. para su inhumación”. Luego vienen los datos personales de Don Diego Iparraguirre, quien en ese año contaba con 25 años de edad, era soltero, no tenía parentesco alguno con Rosario, su ocupación era diplomático y tenía su domicilio en Arica No. 10, México, 14. D. F. Se deduce que Don Diego laboraba en la Embajada donde Rosario era la mera mera y su domicilio temporal, por supuesto, era en la ciudad de Tel Aviv. ¿Quién contó la historia de las mesas y del accidente? El amigo personal de Rosario, el maestro Samuel Gordon, quien habló con ella por teléfono horas antes del accidente. En cuanto el chofer, que subió con las mesas, halló tirada a Rosario desconectó el cable y le habló por teléfono a Gordon y éste fue para el hospital donde no lo dejaron entrar por el estatus de la diplomática, ¡pucha!, era la embajadora de México en Israel. Lo que vemos en el acta de defunción es que el documento fue entregado un día después del fallecimiento, el 8, mismo día que el cuerpo de Rosario llegó a la Ciudad de México y, en una tarde lluviosa, llevaron su féretro a la Rotonda. Posdata: en 2024 se cumplirán cincuenta años del lamentable accidente que sufrió Rosario. Sí, una muerte boba. Nada de suicidios, Rosario ya estaba divorciada, la vida se mostraba como niña en columpio. ¿Un atentado? ¿Por qué? Rosario estaba muy lejos de México y la mayoría de sus artículos publicados en Excélsior contaban cosas domésticas, no se metía en críticas políticas, porque ella era representante del gobierno mexicano. Tal vez todo se justifica al decir que Rosario era inútil en cosas prácticas. De niña la servidumbre hizo todo por ella, luego estuvo al cuidado de sus papás, cuando éstos murieron Rosario tuvo a su Ricardo, de quien fue una gran dependiente. Rosario cuenta que una vez subió a un caballo y no se percató bien a bien que la silla se desplazaba hasta que ella cayó. Rosario falleció por un lamentable accidente, bobo, ¿qué iba a saber ella que el cable estaba pelado y que no debería colocar ahí su mano? ¡Tzatz Comitán!