viernes, 24 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON FRONTENIS

Querida Mariana: las canchas de frontenis son especialísimas. Siempre tuve recelo, al verlas, en automático, llegaba a mi mente un espacio abierto, pero cerrado. Las paredes son altísimas, más altas que la de un reclusorio y no contentos con ello, la parte superior está coronada con altísimos enmallados. Tres laterales de la cancha están completamente cerrados con paredes y la otra lateral está enrejada. Digo que siempre tuve recelo de esos espacios enjaulados. Los vi a distancia. Una vez pasamos frente a una cancha de esas, íbamos en auto y el hijo de un compadre preguntó por qué habían enrejado a los jugadores, por qué estaban castigados. Fue necesario que mi compadre explicara que no estaban castigados, dijo que había una puerta donde las personas podían entrar y salir y que entraban por gusto, por el placer de jugar. Ayer cambié, para siempre, mi percepción equivocada. Ese espacio es una bendición. Llegué a la Unidad Deportiva que tiene el nombre de un médico no muy conocido en la región y entré. Lo primero que me jaló fue ese espacio, porque a lo lejos advertí que una de las canchas pequeñas lleva el nombre de mi amigo Iram Bautista Brindis. Pucha, él sí es muy conocido en la ciudad. ¿Por qué esa cancha lleva su nombre? Y, ¡oh, coincidencia!, Iram estaba con un grupo de cuatro amigos. Los vi felices, como canarios en jaula, pero felices, brincando de un lado para otro, con la raqueta en mano, dándole a la pequeña pelota para impulsarla contra la pared. Como todo juego el frontenis tiene sus reglas, no quise pedir explicaciones técnicas, dejé llevarme por el entusiasmo de los cuatro jugadores que estaban en la cancha (mientras uno descansaba); los cuatro corrían, extendían el brazo para alcanzar la pelota, golpeándola con pericia para vencer al contrario. Lo que sí aprendí es que en cada saque, el jugador extiende una cortesía, anuncia “¡bola!”, para decir a todos que comienza un punto. A partir de ese momento todo se vuelve rapidísimo, la bola choca contra la pared y el jugador contrario corre para responder y luego el otro, un jugador se quita para no estorbar, el otro corre hacia atrás, espera que la pelota rebote en la pared trasera y con un movimiento exquisito, pero rotundo, da la vuelta para “pepenar” la pelota y mandarla a la pared de enfrente. Cuatro canchas chicas y dos grandes están en la unidad deportiva. Vi sudar, reír, lamentarse, bromear a los cinco jugadores (Gustavo Herrera, Jorge A. Solís Gordillo (quien fue mi alumno en la secundaria del Colegio Mariano, hace ya algunas tardes), Luis Gallegos, Walter Hugo Pérez e Iram). Iram me platicó que él se apasionó del frontenis en 1994, desde entonces anda metido en el ajo. Habla con pasión de esta práctica deportiva, me platicó que se han acercado muchachos con intención de aprender, que tratan de formar una escuela, le dije que se están tardando. Entiendo que este deporte no es muy conocido, pero por lo que vi es algo que provee vigor y alegría a quienes lo practican. Iram me dijo que las dos canchas grandes son las mejores del estado. ¿De verdad? ¿No le ganó su amor por el pueblo? Dice que no. Pues entonces nuestros paisanos deben aprovecharlas. Él me explicó que las cuatro canchas pequeñas (ni tan pequeñas) son para jugar frontón mano y para calentamiento; y las dos grandes para la práctica del frontenis, con raqueta. Iram me platicó que uno de los grandes frontenistas comitecos es el contador José Luis Aguilar Meza, quien es hijo, nada más y nada menos, que del gran boxeador comiteco “El monito Aguilar”, mítico deportista que se dio unos cates en el ring con el famoso campeón mundial Púas Olivares. El Púas también le entró al espectáculo, por ahí pueden verse películas donde él actuó; en una ocasión, con mi querido compadre Quique fuimos al teatro a verlo actuar en “La Pulquería”. Hoy, el Púas tiene un museo en el barrio donde nació: Tepito. Es una gloria venida a menos. Por desgracia le encantó entrarle al chupirul y eso minó su capacidad física. Posdata: modifiqué mi percepción, las canchas de frontenis ya no las veo como espacios de reclusorio, ¡no!, ahora las veo como espacios abiertos, generosos, donde las grandes paredes y los enmallados sirven para provocar emociones felices. Así vi esa tarde a Iram, Gustavo, Jorge, Luis y Walter. Ojalá muchos chicos y chicas se acerquen a practicar este deporte, que pronto tengamos campeones comitecos. Iram me platicó que usan dos tipos de pelotas: la bola gorda y la bola rápida. Esto lo platicamos otro día. ¡Tzatz Comitán!