jueves, 9 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN BALCÓN

Querida Mariana: un balcón es la envidia de la puerta, envidia de la ventana, porque el balcón tiene la esencia que no poseen aquéllas. Es el masculino de todas las fachadas. La puerta permite que las personas se introduzcan en ella, su vocación es permitir que la gente entre o salga, es un mero pasadizo, cuando alguien se detiene puede estorbar el paso de otra persona, por esto, la puerta es un espacio donde la gente no puede detenerse a gusto, siempre hay peatones que exigen cruzar la puerta, bien para entrar o para salir. Por eso la puerta rechina, porque no tiene la certeza de su oficio, a la puerta le gustaría tener la certeza del balcón. El balcón posee la virtud de la tranquilidad. Por esto es un espacio que no es tan visitado como la ventana, porque la ventana sirve para husmear detrás de la cortina. Los propietarios de casas usan la ventana como su espacio para el escudriño de lo que sucede en la calle, en ocasiones se ocultan para mirar sin ser vistos. La ventana también duda de su vocación, no sabe bien a bien cuál es su oficio, no siempre está abierta de par en par, porque ella permite que se husmee el exterior desde una pequeña esquina, además, la ventana no puede ser ciento por ciento descarada. Por lo regular, los propietarios de las casas les colocan cortinas, para que los de afuera no tengan una visión desvergonzada de lo que sucede en el interior. La gente de afuera ve las ventanas sin ver el interior en su totalidad. El balcón, el macho de la casa, no tiene la desventaja de la prisa, cuando se abre los del interior de casa pueden acodarse y disfrutar, sin temor, el paso de la tarde y con ello todo lo que conlleva: las chicas que caminan con sus chicos; los niños que acompañan a la mamá a la misa; los chicos que, abrazados, bromean y diseñan las bromas que harán al día siguiente en el aula; los borrachos que trastabillan; las putitas que buscan clientes; las abuelas que caminan apoyadas en un bastón; los maestros que llevan los exámenes en sus mochilas; los médicos que apresuran el paso para llegar a tiempo a la visita domiciliaria; los autos que vomitan humo en sus culos apestosos. El balcón se abre de par en par cuando hay un festejo importante en la calle: un desfile, un mitin, un paseo de carros alegóricos o cuando se celebra la vida con todas sus cintas. Se abre de par en par para permitir que una o dos personas de casa se paren frente al enjambre de herrería, los niños y niñas se hincan, se agarran de los barrotes y ven, asombrados, la maravilla que, como en un gran teatro o en un circo, se presenta ante ellos. Ahí, frente a ellos, está lo fantástico de los instantes, y ellos, son testigos de honor en un lugar privilegiado. Posdata: a mí, desde niño, me fascinan los balcones. Viví la experiencia siendo niño, desde un balcón pepené sonidos e imágenes de mi pueblo, yo extendía la mano y atrapaba la vida en medio del vacío. ¡Tzatz Comitán!