miércoles, 22 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON PUNTOS

Querida Mariana: cuando ya no hay más argumentos decimos: “Punto y aparte”; es decir, ¡hasta acá la discusión!, eso deja la puerta abierta para continuar con el diálogo. Cuando ya no hay más horizonte decimos un rotundo ¡punto final! El punto sirve como referencia física y el punto es un signo amigo en la redacción. Hay autores de gran relevancia que omiten puntos en el desarrollo de una novela, pero al final colocan el necesario punto final. Una vez, Ramón me platicó su relación con la chica X diciendo que cuando estuvieron en preparatoria hubo un instante en que pusieron punto y seguido, debido a que ella fue a estudiar fuera de la ciudad (se veían en periodos vacacionales); luego, él le propuso matrimonio, ella no aceptó, le dijo que no era un punto final, adujo que no estaba segura, así que pusieron a su relación en algo que podría llamarse punto y aparte, en espera de un próximo párrafo, pero sucedió que el tiempo hizo su travesura y Ramón inició otra relación y ella también, ambos se casaron con sus respectivas parejas y tiempo después, como si se hubiesen puesto de acuerdo, se divorciaron; es decir, pusieron punto final a sus relaciones, cada uno por su lado. Ayer encontré a Ramón en el parque y me contó que hace días fue al cine, en la Plaza, justo en la entrada del cine vio a una chica que llevaba un bolso en el hombro, en las manos un empaque con palomitas acarameladas y un vaso con refresco, a la hora de entregar el boleto se le cayeron las palomitas y se regó el refresco. El boletero se hizo para atrás, recibió el boleto y levantó la mano para pedir la presencia de un compañero de limpieza, ella, con los brazos abiertos también se hizo para atrás: era la chica X. Ramón se acercó, le ofreció un pañuelo, ella, con cuidado y la cara sonrojada, limpió su pantalón apenas mojado. Ramón preguntó qué película vería y ella dijo que The Marvels, él dijo que también entraría a esa sala. ¿Puedo ofrecerte unas palomitas acarameladas y un refresco? Ella sonrió, lo acompañó a la cafetería. Entraron a la sala, se sentaron juntos y al salir él la llevó en auto a su casa. Ramón me dijo que esta coincidencia abrió un paréntesis. ¿Mirás? En el juego de naipes una tercia mata a un par, en la ruta de la vida, un paréntesis puede matar un punto final. Claro, en este caso el punto final canceló sus relaciones con otras parejas. El paréntesis puede dar pie a una historia novedosa. Ramón insistió que ambos están ya más maduros, se sintieron bien en el reencuentro, pero aceptó que si no hubiese sido por el accidente es posible que no se hubiera dado la posibilidad de verse. Él se hubiese sentado a la mitad de la butaquería y ella en la antepenúltima fila. Si por casualidad él la hubiera visto le habría costado mucho acercarse. A veces el azar hace su magia. En esta carta he procurado ser respetuoso con los signos ortográficos. He colocado comas, puntos seguidos y puntos aparte con el ritmo que imprimo a mis textos. Estamos de acuerdo en que cada escritor tiene una forma exclusiva de respirar, donde escribo una coma otro escritor puede omitirla. Azucena dice que la vida no es más que una sucesión de frases, que, así lo piensa ella, está dictada por Dios. Sé que Epigmenio diría que la vida es un texto escrito por las personas. No me metás en problemas, no sé quién tiene la razón, yo vivo sin pensar mucho en esos dictados, sean divinos o propiciados por el libre albedrío humano. No sé quién tenga razón, sólo sé que en la mayoría de vidas del mundo el definitivo punto final no la coloca el individuo, sino que es dictado por algo que el pueblo llama “la raya”. Posdata: coloqué muchos signos ortográficos, ahora estoy a punto de escribir el punto final, de esta carta, porque, primero Dios, regreso mañana, así que este punto y final lo coloco adentro de un paréntesis, en señal de pausa. Todo depende del punto de vista. ¡Tzatz Comitán!