sábado, 25 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE UN BORDADO

Querida Mariana: los jóvenes todo lo ven normal. Los viejos nos sorprendemos con los chunches tecnológicos de estos tiempos. Ah, los jóvenes se sorprenderían si los viejos contáramos cómo eran las llamadas telefónicas, el envío de cartas y la impresión de fotografías. O tal vez no, tal vez nos verían con cara de indiferencia, sin advertir la maravilla de estos tiempos. Como los jóvenes ya nacieron con estos chunches en las manos todo tiene la misma esencia del sol cuando sale y cuando se oculta. Los seres humanos, por la rutina, nos olvidamos de descubrir cada día el prodigio del amanecer y del ocaso. Nuestro pueblo siempre ha sido comunicativo, nos encanta pasar la estafeta de la noticia. Comitán siempre ha sido comunicativo, sigue siéndolo, y lo será, por los siglos de los siglos. Ah, pucha, faltaba más. En realidad, en todos los pueblos del mundo se da este fenómeno, porque los seres humanos tenemos una necesidad de comunicarnos, está adosado en nuestros genes, poseemos la esencia del morbo. Es algo natural. El mensaje de voz a voz es necesario y es bueno, porque fortalece la interacción, donde se jode la cosa es cuando ya se cae en el terreno del chisme, porque, por esencia, en el chisme hay dolo (consciente o inconsciente) y el rumor pasa a joder honras ajenas. Llama mi atención la maravilla del Facebook. Igual que vos, igual que millones de personas en el mundo, tengo mi muro. Estos muros son públicos, formamos una colectividad de amigos, a muchos de estos amigos los conocemos físicamente, a otros no. Pero ellos (todos) tienen la oportunidad de acercarse a nuestros patios y conocer un poco o un mucho de lo que publicamos. En el muro se vale compartir casi todo. El casi excluye lo que daña a terceros y las obscenidades (es una pena en caso de niñas bonitas, pero así son las reglas del juego, por eso existen apartados que se llaman “only fans” donde sólo los suscriptores pueden ver de esas fotos que los escritores de quinta categoría llaman fotos candentes y que mis amigas liberales llaman “fotos sexosas”). Tengo amigos que están suscritos y siempre los veo con cara de Sabritas, sonrientes. Los alumnos (adolescentes) me platican que la chaviza migró hacia Instagram en donde, entiendo, la tendencia es mostrar más imágenes que textos. En realidad, sabemos que hay millones y millones de lectores con el síndrome Tito Monterroso, que sólo leen textos mínimos, brevísimos. Por eso tu afecto y complicidad los valoro mucho, porque vos, todos los días leés las cartitas que te mando, y no sólo eso, también leés cuando divido el mundo en dos o cuando propongo que el lector imagine que es tal cosa. Bueno, vos sabés que esto del género epistolar está ya en desuso. Ustedes, los jóvenes ya extraviaron esa costumbre que fue generalizada en tiempos antiguos. Uf, escribí la palabra antiguo y me sentí como con espíritu de pergamino con olor a naftalina. Ustedes se comunican a través de mensajes, hacen uso del antiguo Tuit, Equis ahora. Hay concursos literarios que privilegian la brevedad. Ya lo hemos comentado, en estos tiempos la imagen tiene el predominio. Digo que a mí me asombra la posibilidad de estos tiempos. Lo que viví acerca de la fotografía y de la comunicación en tiempos de mi niñez y juventud se me hace ya tan lejano, tan lleno de polvo y de color sepia. Ahora todo es instantáneo. Antes, también lo hemos comentado, el mercado era el sitio idóneo para enterarse de los sucesos del pueblo. La sirvienta de casa compraba las verduras, el chicharrón, la carne de cerdo, la fruta, las tostadas, las tortillas, los chiles siete caldos y al llegar a casa informaba a la patrona los sucesos ocurridos durante la tarde y noche anteriores. Cuando llegó el teléfono a Comitán el enjambre de noticias se fortaleció, los sin quehacer lo usaron a todo lo que daba. Hoy nos servimos del teléfono celular para ser emisarios de las buenas y de las malas noticias (no sólo eso, también para difundir rumores no comprobados). Por eso, llama mi atención la posibilidad del muro propio. Cada uno publica lo que desea. Pero, ¡ay, Señor, cómo hay jodones!, ahora resulta que nos jaquean las páginas y suben contenidos que no son propios. En forma frecuente leo publicaciones de amigos que alertan: jaquearon mi página y están subiendo contenidos inapropiados. Nos alertan para que ignoremos publicaciones ofensivas. No logro comprender cuál es el afán de estos tipos, pero deben ser de la misma especie de aquel personaje de Héctor Suárez que, cuando le preguntaban por qué hacía tal cosa indebida decía: ¡nomás! Lo hacen sólo por joder. Y esto del Facebook se agrega a la cadena de gente cuyos teléfonos también son jaqueados y luego recibimos mensajes de supuestos amigos que informan de cierto problema económico y solicitan que los ayudemos. Todo es falso, todo es un chantaje. Hay memes que juegan con la idea de crear un “only fans”, para recaudar paguita, porque hay chicas (sobre todo) que abren sus páginas de “only fans”, suben fotografías sexosas y tienen altísimos ingresos monetarios que aportan los miles y miles de fanáticos suscriptores. Claro, me cuentan (me cuentan) que también hay piratería en estos casos. El otro día cuestioné: y si mi amigo es suscriptor ¿puede mostrarme una fotito de esas? Me dijeron que sí, que dijeron que hay casos donde hacen captura de pantalla y la foto en cuestión anda rolando en cientos de teléfonos. También me contaron el caso de una chica cristiana (cuya religión le prohibía imágenes pornográficas) que, ante la necesidad, abrió su “only fans”. Pronto tuvo éxito, porque la chica no tiene malos bigotes (se rasura la partecita), pero cuando acudió al templo el pastor, en la entrada, le dijo: “Ya te vi, pecadora”, y la corrió. Claro, la chica de inmediato supo que el castigo era inmerecido, ya que el pecador era el bendito pastor, ¿cómo la había visto? El que esté libre de pecado que tire la primera foto sexosa. La pantalla del celular o de la computadora es una gran ventana, una ventana donde cabe el mundo y más. A mí me seducen estos chunches, disfruto mucho los avances tecnológicos de estos tiempos, nunca imaginé que tendría la posibilidad de vivir esta gran aventura. ¿Cómo contarte lo que fueron los tiempos del siglo pasado? Vos y tu generación nacieron jugando videojuegos y pronto tuvieron celulares con cámaras que permiten tomar miles y miles de fotografías y compartirlas con medio mundo. Los chunches tecnológicos permiten que se fortalezca nuestra costumbre comunicóloga (por decirlo en forma decente). Hoy es de lo más común recibir una fotografía en el celular y compartirla con amigos; veo a chicos en el parque que tienen un celular en la mano y sus compas los rodean para ver la mínima pantalla. ¿Cómo decirte que si no queríamos reprobar necesitábamos apuntar en las libretas lo que el maestro escribía en el pizarrón? Había algunos sádicos que llenaban hasta dos veces los enormes pizarrones con letra menudita. ¿Ahora? He visto alumnos que platican en voz baja con los compañeros de lado y en cuanto la maestra termina de escribir se paran y toman una fotografía con su celular y, de inmediato, se la mandan al compañero que no asistió a clases. ¿Tareas en el siglo XX? Exigía ir a la biblioteca para tomar notas. ¿Hoy? Santo Google, que está a la diestra del Señor, cientos, miles de archivos con el tema solicitado. Vos sabés que uno de mis vicios es la lectura. ¿Comprar libros en el siglo XX? Era toda una aventura, en los años ochenta esperaba a algún amigo que viajaba a la Ciudad de México y hacía favor de comprarme la novela que deseaba leer. ¿Hoy? Jamás imaginé que existiría algo que se llama Kindle y permite leer libros electrónicos. Entro a Amazon, busco el libro que deseo y lo pido. La empresa baja mi paga de una tarjeta de débito y dos minutos después (a veces menos) tengo el libro solicitado en mi dispositivo. Tres minutos después ya me dispongo a leerlo. Todos los usuarios empleamos el celular para comunicarnos. Sí, no podemos tapar el sol con un dedo, hay millones de chismosos que lo emplean para difundir infundios, para joder honras ajenas. Ah, en Comitán tenemos experiencias ingratas. ¿Recordás una vez el anónimo que circuló en la ciudad donde venían nombres de mujeres que, se suponía, tenían relaciones con hombres que no eran sus esposos? Dios mío, qué mentes tan perversas. Posdata: ¿y qué decir del cine? Siendo un cinéfilo de hueso colorado celebro la existencia de las plataformas que permiten ver muchas películas de estreno. Demos gracias a los dioses de la ciencia y de la tecnología por todas estas bendiciones. Ahora, en cuanto termino de escribir te envío mi carta, vos la recibís y, también de inmediato, la leés. Es mi privilegio, querida mía. ¡Tzatz Comitán!