domingo, 26 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON HUEVOS RANCHEROS

Querida Mariana: buen provecho. Sé que vos disfrutás los huevos motuleños. Llama mi atención la diversidad de formas en que se preparan los huevos El otro día llamó mi querido amigo Abraham Gutman (amado Gutmita) me dijo que había desayunado huevos rancheros a la Gutman. Sé que esos huevos no están disponibles en ningún restaurante del mundo, para disfrutarlos hay que estar en casa de Gutmita. Su casa está al lado de la carretera que va del ingenio de Pujiltic a Venustiano Carranza. A veces recibo algunas fotografías del cielo que su mirada pepena, esa mirada es la misma que le ayuda a distribuir los condimentos para preparar los huevos rancheros a la Gutman. ¿Qué tendrán de especial los huevos de Gutman para que lleven su nombre? Ay, perdón, así como lo escribí suena medio alburero; quise decir que se me hizo algo maravilloso que una persona bautice el platillo que prepara. Al lado de la casa está la fonda Diana, todos los días, muy temprano, llegan Doña Panchita con sus hijas para preparar los alimentos que ofrecen. Con frecuencia escucho a los comensales que se despiden y dicen que todo estuvo muy rico. Doña Panchita tiene lo que se dice buena mano. Imagino que Abraham también tiene buena mano, no sólo para preparar los huevos rancheros sino para todas las demás esencias de la vida. Abraham es uno de los amigos que no conozco personalmente, un día vino a Comitán desde su pueblo, pero yo tenía un compromiso ineludible y no pude saludarlo. Tenemos pendiente esa cita. Será mi privilegio, porque Gutman es un hombre sabio, un árbol de ochenta y seis años que da mucha sombra a los que cuentan con su afecto. A mí me cae muy bien, es un hombre lleno de virtudes, una de las que más aprecio es su conocimiento de la vida y su manera de compartirlo. Como Gutman no es monedita de oro no debe caer bien a todos, pero estoy seguro que la mayoría de gente que lo trata reconoce que es una espiga de luz. Frecuentemente viaja a Chiapa de Corzo y a Tuxtla, viaja menos a San Cristóbal y a Comitán. ¿Qué, te caemos mal los cositías y los coletos?, le pregunté un día. ¡No! Al contrario, él dice que Comitán es la capital del mundo, lo que sucede es que el frío le molesta de más, y a veces este pueblo se enfría. Mi amigo el poeta Carlitos Gutiérrez dice que Comitán es traicionero, porque en San Cristóbal uno sabe que debe sacar suéter por el frío que hace, en cambio en Comitán uno sale en camisa porque el sol camina tranquilo por sus calles, pero en el momento menos cantado aparecen corrientes de viento helado. Por esto, Gutmita vive en un pueblo caluroso, donde el frío está ausente. Vive al lado de la carretera, en medio de árboles, de pájaros y flores, pero no sé cómo le hizo para acostumbrarse al frecuente paso de los autos y camiones, durante todo el día. ¡Ya sé, ya sé! Le bajó el volumen a sus oídos, así que el ruido de la carretera es como el fluir de un río apacible, sonido arrullador. Claro, por tener audición escasa él no puede oír los textos de mi libro “Palabras que toman café”. Ahora pienso que él, judío hermoso, se salva de escuchar mis bodrios. La madre Sara, mujer hermosa, que laboró en nuestro Colegio Mariano N. Ruiz padecía del oído, para escuchar se colocaba un aparatito que era como una pequeña salamandra enrollada, cuando la bulla del salón era intensa, ella le bajaba volumen al aparato y sonreía, con la misma sonrisa que debe extenderse en el rostro de Abraham. A veces pienso en los amigos y en las amigas, pienso, asimismo, en lo que recomiendan los sabios, que los seres humanos debemos manifestar nuestro cariño, decir a las personas queridas que las amamos, que no debemos ser tacaños a la hora de abrazar la vida, por esto, cada vez que tengo oportunidad te digo que te quiero mucho, niña mía, y ahora aprovecho esta carta para decirle a Gutmita que lo amo, que es un hombre chingón, que lo admiro, que me gusta que sea generoso con la vida y con sus amigos. Me gusta que sea El Tigre de La Rivera, El Caminante de Mil Veredas, la rama más hermosa del árbol judío universal. Posdata: no como huevos rancheros, así que no sé cómo se preparan. Entré al Internet y hallé que los huevos tradicionales (sin albur) son fritos, colocados encima de tortillas fritas crujientes, regados con salsa de tomate. ¡Ya, ya! Sí, en la juventud los comí en algún momento. ¿Cuál es la diferencia de los huevos rancheros a la Gutman? Él no se guardó el secreto, lo compartió conmigo y ahora lo comparto con vos, en lugar de salsa de tomate él los riega con salsa tipo ostión. ¡Dios mío! ¡Quién sabe cómo resulta esa mezcla de mar con tierra, de tierra enmarada! Gutmita, haciéndosele agua la boca, debe abrir la botella con salsa tipo ostión y debe regar generosamente los huevos del plato, del plato, ¡niña! ¡Tzatz Comitán!