martes, 28 de noviembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES SUBLIMES

Querida Mariana: ¿y qué nombre le pondremos matarile-rile-rile? Ah, es genial la pregunta, sobre todo porque el nombre de matarile-rile-rile es único, exclusivo. ¿Qué nombre le pondremos? Es lo que se preguntan la mamá y el papá a la hora que reciben la noticia de que una bendición llegará a casa. ¿Qué nombre? Antes, a los recién nacidos los bautizaban con los nombres que venían en el santoral. ¿Te tocó nacer el día de San Godofredo? Pues Godo te llamarías. ¿Día de Santa Eduviges? Pues Edu. Otros continuaban con la tradición de preservar los nombres de los padres o madres o abuelos o abuelas. Mi mamá dice que la bisabuela Casimira reunió a los hijos y prohibió terminantemente que bautizaran con tal nombre a las hijas o hijos por llegar. En realidad, a la bisabuela todo mundo la llamó Nana mía. A mí me encanta esta solución. Ya te conté que Nana mía era una gran lectora, algo de su luz llegó hasta mí, muchísimos años después, alguna cinta quedó enredada en el aire de Huixtla y arribó hasta Comitán y acá andamos con libros en las manos todos los días, siendo feliz. Me preguntaron: ¿vas a ir a la FIL? No, otra vez me la perderé. Me la he perdido siempre. Como ya me hice viejo mis ganas se han ido, casi todas mis ganas, las he cambiado por la pasión lectora. ¿Ir a la FIL? Ahora ya no tengo el deseo que tuve en algún momento de mi vida. ¿Qué voy a ir a ver? Libros, estantes llenos de libros, gente atropellándose, cansándose ante tal amontonamiento de libros, revisando los bolsillos para ver si alcanzan las monedas para comprar lo que desean, preguntándose cómo les irá en el aeropuerto a la hora con el exceso de equipaje. ¿Y las presentaciones de libros y la posibilidad de conocer a los escritores famosos? Ya me hice viejo, puedo vivir tranquilamente sin conocerlos. No estaré en primera fila, por supuesto que no, así que no me motiva estar en la última fila, como si estuviera en un concierto sólo escuchando sin poder estar cerca del artista. ¿Qué nombre le pondremos a mi chinajera, a mi forma de desapasionamiento? A la Feria del Libro la bautizaron así y ya se popularizaron sus siglas: FIL. Ya dije que los papás y mamás buscan y rebuscan un nombre bonito para la criatura. Hoy, cada vez más frecuente, existe una tendencia a bautizar con nombres de artistas. Por ahí tengo dos amigas que se llaman Thalía, como la famosa cantante; tengo una amiga que se llama Lucerito; otra que se llama Jennifer (lástima que no tuvo la bendición del trasero espectacular de la Yeilo, tiene un tutís medio esmirriado). Hay muchos chicos que se llaman Brayan (así lo escriben, como suena), porque tener un nombre norteamericano “da caché”. Ya no te digo qué sucede con los nombres de las pequeñas empresas, mientras más “norteamericanizado” más prestigio. A mí me encantan las propuestas originales, las que provienen de nuestra cultura. Alabo a mi amigo Roberto quien bautizó a su restaurante con el maravilloso nombre de “Comitán lindo y qué rico”; y qué decir de mi amigo Sergio que a su restaurante lo nombró “Ta bonitío”. Ah, qué nombres tan lindos, tan auténticos, tan nuestros. Pues algo similar ocurre en Ocosingo, el otro día vino Alfonso Morales a Comitán y platicó que el primer patrocinador de sus propuestas culturales (tan necesarias en todos los pueblos del mundo) es un restaurante que se llama “Las cadillas”, nombre originalísimo, que ahora está en boca de todos los que disfrutan las riquísimas quesadillas que ahí ofrecen. ¿Y de dónde nació el nombre? Ah, dijo Alfonso, es que un hijo o hija de los propietarios, cuando era criatura, pedía “una cadilla”, porque no podía pronunciar el nombre de la quesadilla. ¡Se me hizo algo sensacional! ¡Algo para reforzar el imaginario colectivo! Es como un elogio para la criatura, una siembra de lenguajes infantiles llevados a lo más alto. Ya imagino a las personas en este 2023 diciendo: “Vamos a las cadillas”. ¿Mirás? El lenguaje infantil trasladado al lenguaje de adultos de todos los días. Posdata: la fotografía la robé de la página de “Las cadillas”, ahí se ven las tortillitas creciendo en la plancha, subiendo sus pancitas, recibiendo la flor de calabaza y el queso (pucha, el queso famoso de aquella bendita tierra). Ah, qué antojo. Me encanta la propuesta que hicieron los propietarios de este restaurante y celebro que hagan equipo con Alfonso para llenar de cultura al pueblo de Ocosingo. Que así sea en todos los pueblos de Chiapas. ¿Y qué nombre le pondremos matarile-rile-rile ro? Le pongamos “Las cadillas”, jalen las sillas y comamos ricas quesadillas, cadillas. ¡Tzatz Comitán!