A veces divido el mundo en dos en las Arenillas que escribo para el periódico "El Heraldo de Chiapas". El Director del "Diario del Sur", mi maestro y amigo Enrique García Cuéllar, me preguntó una vez por qué lo hacía.
El mundo me fue dado como un mundo maniqueo: blanco o negro; bueno o malo; verde o maduro. Tal vez por esto ahora matizo y busco otros fogones.
Cuando fui niño (en los años sesentas) iba a misa los domingos. Vivía a media cuadra del parque central, así que me correspondía el templo de Santo Domingo. ¡Me gustaba ir a misa! Me gustaba porque a la hora de salida un señor, simpático, chaparrito, medio timboncito, repartía la programación del cine Montebello y del cine Comitán (estaba sentenciado: si no iba a misa, no iba al cine. Me "gustaba" ir a misa).
Los programas estaban impresos en unas hojas tamaño media carta (Sí, en dos, la hoja carta estaba dividida en dos).
De la misma manera estaba dividida la programación de los cines en el pedazo de papel. En el lado izquierdo de la hoja aparecía la programación del cine Comitán, y en el lado derecho la del cine Montebello.
El mundo estaba dividido en dos. Porque, entonces, el mundo era el cine. No había más.
Regresaba a mi casa con el programa en la mano, desayunaba, le pedía dinero a mi mamá o a mi papá y corría para llegar a tiempo a la matiné del cine Comitán. La sala estaba dividida en ¡dos! La gayola era más barata, los asientos de la gayola eran una tabla corrida de madera. Yo entraba al espacio de abajo (la sala principal que nunca he sabido bien a bien porqué se llamaba "luneta", si la luna más bien estaba sentada en la galería superior) Como el mundo estaba dividido en dos, la sala tenía un pasillo generoso a la mitad de la butaquería pintada en rojo, pasillo que llegaba al centro del escenario y a cinco o seis metros de la pantalla.
A las dos de la tarde salía de la matiné, corría a mi casa, comía, le pedía dinero a mi mamá o a mi papá e iba a la función normal de la tarde (de cuatro a siete, porque exhibían dos películas).
Si el día domingo entraba al cine Comitán (donde exhibían las películas mexicanas o españolas, en su mayoría), el lunes iba al cine Montebello (donde exhibían las películas extranjeras, gringas la mayor parte de veces) y viceversa. Y así llevaba mi vida. Vida que, en ese tiempo, estaba dividida ¡en dos! El mundo del cine y el mundo de afuera.
Igual que García Riera, crítico de cine, siempre he pensado que "el cine es mejor que la vida".