viernes, 7 de septiembre de 2007

EL VUELO DE UN AVE

Murió Pavarotti. ¿Y? En apariencia no sucedió nada. Hoy el mundo comienza a olvidarlo. Pocos lo comentan ya. Otros sucesos tienen relevancia. Ya no se escucha la noticia en el mercado, en el parque, en el café, en las salas de las casas, en las aulas de las escuelas, en los vientos enredados, o en los radios de los taxis.
Pero, ayer ¡sucedió un prodigio! Porque un prodigio fue Pavarotti. Uno de sus amigos comentó que la voz de Pavarotti era ¡luminosa! Esta palabra me impresionó, tal vez para siempre. ¡Los hombres luminosos son los que hacen la diferencia!
Estoy seguro que ayer en Comitán, igual que en gran parte del mundo, una marejada de arias inundó todas las playas. En las peluquerías, en los restaurantes, en los bares, en los radios de los microbuses y en las esquinas más perdidas se oyó el canto del cenzontle más bello del siglo.
Murió Pavarotti y en apariencia no sucedió nada. Mas, de acuerdo con la certeza científica que el mínimo vuelo de una mariposa afecta todo el universo, el día de ayer esa marejada de canto bello inundó nuestro espíritu y esto nos hizo, aunque fuera por un instante, llenarnos de luminosidad. Por la fuerza del hombre más bello el día de ayer fue ¡el día de la ópera en todo el mundo! Como el Cid, Pavarotti es un hombre que sigue dando luz después de muerto.
¡Que Dios bendiga por siempre el canto de este hombre! ¡Que Dios bendiga la lluvia que, el día de ayer, mojó nuestros desiertos tan inundados de Paulinas Rubios!