miércoles, 7 de febrero de 2018

CARTA A MARIANA, CON DOBLE JONRÓN COMITECO (II)




Querida Mariana: Dije que la Pastorela Comiteca, escrita por Raúl Trujillo Tovar es un jonrón en ese encuentro que sostienen dos equipos de renombre: La Selección de La Globalización y la Selección de Comitán. Dije que la primera selección es poderosísima, está integrada por jugadores de reconocimiento mundial, pero en los últimos días, los comitecos han dado brillantes resultados. Otro jonrón editorial fue la edición de una sencilla bolsa de papel estraza que contiene una serie de haikús. ¿Cuál es la novedad? Que los haikús (escritos por Pablo Rodríguez) y las ilustraciones (realizadas por Fernando Escárcega) muestran a los lectores la fauna local. Acá está un juego de selva, de bosque, de montaña y de nubliselva en que los lectores, parapetados detrás de un árbol, curioseamos, sorprendidos, (tal como dice la introducción) a esos “paisanos más chiapanecos que nadie, que tienen cuatro patas o alas o que se arrastran por los yerbazales”.
Tal vez acá no se manifiesta la multitud que sí lo hizo en el teatro la noche de la presentación de la pastorela. Todo mundo sabe que la lectura es menos espectacular. Me contaron que la noche de presentación la asistencia no fue tan multitudinaria como exigía el suceso, porque (insisto) estos comitecos (algunos de nacencia y otros de conciencia) han pegado un espectacular jonrón, porque vuelven a reforzar los cimientos de nuestra identidad. En esta bolsa-libro, que contiene tarjetas, a manera de juego de lotería o de memoria, hay una propuesta estética que reflexiona sobre nuestro medio ambiente. Acá no están los elefantes ni las jirafas, ni los osos polares, ¡no!, acá están los animales que caminan los mismos caminos que caminamos nosotros, ¡los comitecos! Acá nadie puede hacerse tacuatz, porque son animales que han acompañado los pasos de los comitecos de arraigo.
Acá está el haikú (tradicional forma poética japonesa) que, en la mínima estructura de tres líneas de cinco, siete y cinco sílabas, sintetiza todo un universo lleno de color y de algarabía. ¡Jamás un jolote (guajolote) fue tratado con tanta picardía y con la suficiencia de su orgullo tojolabal! Vos y yo, y mil más, sabemos que la palabra tojolabal cotz designa al guajolote, pero también (ah, picarones) representa el acto sexual, así, entonces, Pablo escribe el siguiente haikú:
¿Si un cositía
le dice al jolote “cotz”
es grosería?
¿Mirás, querida Mariana? Es un haikú mero comiteco, contiene tres palabras que son parte de nuestra cultura más íntima: cositía, jolote y cotz. Jamás en el universo de las palabras habían aparecido aliadas de tan jocosa forma.
Pues bien, este juego de tarjetas contiene haikús dedicados a las arrieras, al jaguar (¡el animal, el animal!), el cargapalito, el tucán (¡el ave, el ave!), el tacuatz (no podía faltar) y muchos animales más.
Conseguí la bolsa-libro (que es un diseño de Julio Albores) en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos. No creo que sea el mejor punto de venta. El museo siempre está como saraguato triste, es poco visitado. Tal vez convenga que los puntos de venta sean lugares más transitados. Yo recomendaría (ampliamente) que los lectores compren dos bolsitas (trescientos pesos) y jueguen el juego de la memoria. Cada vez que un jugador encuentre el par deberá leer el haikú correspondiente.
Posdata: Esta bolsa-libro es un motivo para que los niños conozcan las raíces de nuestro árbol común, es uno de los dos jonrones espectaculares que se dieron en estos días recientes. Ahí la llevamos. El juego se ha puesto más interesante que nunca, porque la selección de Comitán está pegando ¡de jonrón!
Mi papá habría estado feliz al saber que Comitán pegó dos jonrones e hizo tambalear a la globalización.