lunes, 12 de febrero de 2018

NO NADO NADA PORQUE NO TRAJE TRAJE




“Tío, ¿has escrito algo acerca de la nada?”, me preguntó Pau. No, nada, le respondí. Ella sonrió. “Qué ingenioso sos”, dijo y se fue saltando la cuerda por el corredor que, esa mañana, olía a durazno. ¿Ingenioso? ¡Ah, ya! Me di cuenta que pudo haber sido como un juego de palabras, ¡fue un juego de palabras!, como el que cuenta el clásico chiste donde un señor pregunta si el niño sabe nadar y el papá responde: No, nada. Y el señor preguntón coge al niño, lo avienta a la alberca y el niño se ahoga.
El tío Ramón decía que la Nada no era nada, era algo. Soltaba un discurso que aquello que se nombra ¡existe! La nada no existe, reiteraba y abría sus brazos como si quisiera abrazar al mundo, como si intentara abarcar al universo entero.
Decía que esa patraña de que el universo había salido de la nada era una idea equivocada. Nada sale de la nada, todo sale del Todo, decía. Y nosotros, jóvenes preparatorianos, que no mirábamos la hora de que el tío acabara con su discurso para ir a jugar billar o para ir a sentarnos al parque para mirar a las muchachas bonitas, nos fastidiamos con eso que los muchachos de hoy llamarían “choro mareador”.
¿De dónde había salido el universo? ¡De algo! Y por eso el ¡Big bang! ¿De dónde había salido ese minúsculo pero poderosísima semilla que había explotado de manera sensacional? De otro algo, decía el tío, y cuando lo decía alzaba los hombros. Lo decía como si hablara del aire o de la conformadora.
Mario siempre me atosigaba con eso de que una vez le había preguntado a Rosaura si ella lo quería tantito (Mario era mi primo y también estaba enterado de lo que el tío Ramón decía) y Rosaura había dicho: “No, Mario, perdón, pero no te quiero”. ¿Nada, nada? Había insistido él. ¡Nada!, había dicho terminantemente ella y le había pedido que no siguiera atosigándola. Pero Mario, ya después, me decía: Me quiere, ya lo dijo el tío que la nada no es nada, es algo. Y cuando íbamos de día de campo al bosque de San Rafael (donde ahora están los tanques de almacenamiento de la planta de Gas Com) Mario quedaba viendo con ojos de veladora a su chica y estaba pendiente de qué se le ofrecía para correr a satisfacer los deseos de ella. Y ya no cuento más, porque todo mundo sabe cómo terminó la historia: Sí, Rosaura terminó aceptándolo, porque (justificaba) él era muy lindo, muy atento y siempre manifestaba quererla mucho. ¿Qué más se podía pedir en un novio?, preguntaba ella (se lo preguntaba) y respondía: Nada. Y cuando lo decía yo sonreía porque era la confirmación de lo que el tío Ramón decía y lo que Mario había logrado.
Sí, la vida me ha confirmado en muchas ocasiones (siempre) que la nada no existe, todo está lleno de Todo. Vivimos en una gran burbuja que niega a la nada a cada instante de la historia. El tío Ramón decía que antes de este Todo hubo algo, de lo contrario nada habría, y los seres humanos (aún el científicos más hábiles) no podemos imaginar el concepto de la nada, porque el simple poner la mente en blanco es ponerla en algo.
No he visto a Pau, pero cuando la vea le diré que ya escribí acerca de la Nada. ¿A ver qué me dice? Bueno, sé que dirá algo, porque si calla tal mutismo significará algo. Siempre hay algo en el Todo.