sábado, 29 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DE UN PAISANO UNIVERSAL
Querida Mariana: ¿Conocés a los personajes que aparecen en esta fotografía? El de la derecha es Javier Solórzano, reconocido periodista, quien, actualmente, dirige el noticiario televisivo de Canal 11; el personaje de la izquierda es un reconocido locutor de radio, que se llama Adolfo Fernández Zepeda, quien es director general de Radio Universal y del Fonógrafo, de la Ciudad de México. La fotografía corresponde al día en que Adolfo fue invitado para una entrevista en el canal 11, del Politécnico Nacional.
Tal vez no sabés (yo no sabía) que Adolfo Fernández es paisano. Sí, es comiteco. En la entrevista, Javier Solórzano, con conocimiento de causa, le dijo: Tú eres de Comitán, y Adolfo dijo que sí.
Quien ha estado muy interesado en dar a conocer que Adolfo es paisano, es mi amigo Paco Flores. Paco, en dos ocasiones, ha compartido en redes sociales videos donde aparece Adolfo y se escucha su privilegiada voz.
Francisco Ruiz Vera y Magaly Guillén, regidores que ya se despiden el día de mañana, organizaron el pasado 13 de septiembre un acto de reconocimiento a locutores prestigiosos de Comitán. Felicité a Francisco Ruiz Vera por la iniciativa y le pregunté por qué el nombre de José Luis Cancino estuvo ausente en dicho reconocimiento (él fue pionero de la radio XEUI). Francisco me explicó que no fue considerado porque (según él) don José Luis no estuvo en cabina. Algún día platicaremos acerca de la labor en cabina que tuvo don José Luis, porque yo le conocí (escuché) comerciales que realizó con su voz educada. En fin, digo esto, porque tal acto de reconocimiento coincidió, casi en fechas, con el reconocimiento que Javier Solórzano le hizo a Adolfo Fernández al invitarlo al estudio del Canal 11.
Pero, ahora estarás preguntando, ¿cuál es el mérito de Adolfo para aparecer treinta minutos en la pantalla de televisión y ser entrevistado por el periodista Javier Solórzano, quien es un inteligente y hábil entrevistador.
Pienso ahora en nuestro paisano Luis Enrique Alfonzo, famoso reportero de TV Azteca, que ha estado presente en varios mundiales de fútbol. Luis Enrique es más conocido que Adolfo, porque su imagen aparece con frecuencia en la pantalla. Luis Enrique viene con cierta regularidad al pueblo y ofrece charlas y juega una cascarita con sus amigos. Él es un ejemplo para los jóvenes, un ejemplo de cómo, con trabajo y pasión, pueden conseguirse los sueños. Es un comiteco distinguido, como comiteco distinguido es Adolfo Fernández Zepeda. Ambos han conquistado alturas muy dignas en el camino de la comunicación, Luis Enrique en la televisión, y Adolfo en la radio.
Pepené algunas ideas y anécdotas que platicó Adolfo y ahora comparto con vos. Pienso que esta semblanza ayuda a conocer y reconocer a paisanos que han destacado en diversas profesiones en otros lugares del país y del extranjero.
Adolfo platicó que nació en Comitán, recordó con emoción cuando viajaba al rancho que era propiedad de sus abuelos, rancho que estaba en Las Delicias, municipio de Ocosingo. ¡Ah!, fue muy bonito escuchar el nombre de Patihuitz. Contó que una vez, su tía Lupe (que era modista) viajó a la Ciudad de México y cuando regresó dijo que había conocido “una casa que llegaba al cielo”. Uno puede imaginar el impacto de la tía Lupe cuando se paró en la banqueta de la Torre Latinoamericana y levantó la vista, sorprendida, maravillada, al ver “tantas casas encaramadas en una sola”. Pues sí, porque, en aquellos años, en Ocosingo y en Comitán y en San Cristóbal y en las demás ciudades de Chiapas no existían edificios de más de dos plantas. Ahora, con la Torre Chiapas, los chiapanecos con sueños de vanguardia duermen tranquilos.
En fin, Adolfo dejó el rancho de sus abuelos y el pueblo de Comitán cuando tenía dieciocho años. Viajó con la intención de estudiar y así lo hizo, en la Escuela Comercial Bancaria. Ya en 1957 trabajaba en una institución que se llamaba Banco del Ahorro para la Propiedad y ahí fue donde el destino (o como se llame esa encrucijada que abre otras posibilidades de vida) puso su mano sobre el espíritu de Adolfo. Sucede que un compañero de trabajo lo invitó a acompañarlo a la Feria del Hogar, que era una feria donde muchas empresas de electrodomésticos mostraban sus productos al público que llegaba. El amigo se encargaba de anunciar a los expositores, en un momento determinado le dijo a Adolfo: “Pasa este anuncio”, le dio el guion y el micrófono. Adolfo, con su voz privilegiada, leyó el anuncio. Minutos después llegó el organizador de la feria y preguntó quién había leído ese anuncio. Adolfo sudó frío, pensó que algo había hecho mal. El amigo dijo: “Fui yo”. “No, no, no fuiste tú”, dijo el organizador, entonces a Adolfo no le quedó más que, como niño de escuela, levantar la mano y decir ¡fui yo! Ahí quedó escrito el inicio de la gran historia. El organizador lo invitó a que se quedara a trabajar con él durante el tiempo que permaneciera la feria, haciendo comerciales de los expositores. A partir de entonces, Adolfo no soltaría jamás el micrófono. Por la claridad de su voz, el comiteco fue contratado por varias empresas radiofónicas. El periplo inició, renunció al banco y trabajó en radios de Ciudad Valles, San Luis Potosí; en Córdoba y en Fortín de las Flores, Veracruz; en Monterrey y en la Ciudad de México.
El paisano ahora es conocido como “La Voz Universal”, porque (como ya dije) es director de Radio Universal. Millones de radioescuchas identifican y adoran su voz.
La vida de Adolfo es rica en anécdotas. En el programa de televisión mostró fotografías al lado de famosos artistas. Pregunto (sólo pregunto), querida Mariana, ¿qué comiteco puede decir que ha estado al lado de Fredy Mercuri, el famoso vocalista del grupo Queen? ¿Quién puede vanagloriarse de haber jugado billar con los integrantes del grupo Rolling Stones, sus satánicas majestades? ¿Quién puede sentirse chento por haber escuchado un concierto de los Beatles, en Las Vegas, y haber estado al lado de John, Ringo, George y Paul (quienes, al decir de Lennon, han sido más famosos que Jesucristo)? Pues no sé, pero, la verdad, no miro a alguien acá en el pueblo que alce la mano. Sólo Adolfo puede decir: “Yo estuve con George Michael, con Plácido Domingo, con Mariah Carey y con los enormísimos Beatles”. Uno de estos días proyectarán en cine el estreno de una película basada en la vida del grupo Queen, ahí asomará Fredy Mercuri. Imagino que Adolfo irá a una sala cinematográfica y al ver al actor que representa a Fredy dirá: “Yo estuve al lado de uno de los cantantes más importantes del siglo XX”. ¿Qué tal? ¡Nadita, verdad! Agradezco a Paco Flores haberme enviado un mensaje especial para que me enterara un poco de la amplia trayectoria de este paisano exitoso, que, de niño, caminó por una tierra llamada Patihuitz (¡No, no, ah, pues, sé seria! ¡Va güitz! es otra cosa, esto último lo decimos cuando echamos cerveza, es como decir ¡le metamos!)
Javier le preguntó a Adolfo si había identificado desde niño el prodigio de su voz. Adolfo dijo que no. ¿Cómo se le ocurrió el programa especial de Los Beatles? ¿Escuchaba a Los Escarabajos en Comitán, en el rancho de su abuelo? No, tampoco. Bueno, tal vez, rascándole un poco pudiera hallarse una huella inicial. Adolfo dijo: “Mi mamá cantaba, cantaba muy bonito. Mi papá, aunque era ranchero, le gustaba la música en inglés”. ¡Sí, tal vez por ahí Adolfo pepenó el gusto!, porque se sabe que los rancheros escuchan música ranchera, así lo dicta la lógica. Parece que el papá de Adolfo fue contra la lógica: En lugar de escuchar rancheras escuchó música en inglés. Adolfo, entonces, hizo lo contrario a lo que sonaba lógico: En lugar de dedicar su vida al recuento de números en el banco, ha dedicado su vida a lanzar su voz a través de un micrófono.
Posdata: Francisco Ruiz Vera (también locutor durante muchos años) sabe y reconoce el prodigio de la radio. Adentro de una cabina, mínimo espacio, logra comunicarse con una audiencia que se cuenta en cientos, en miles. ¿Cuántas personas escuchan la radio en Comitán? ¡Miles!
Millones de personas escuchan El Fonógrafo o Radio Universal, en todo México (y ahora en todo el mundo, gracias al Internet). Millones de personas admiran a Adolfo Fernández Zepeda, “La Voz Universal”, comiteco que ha logrado ocupar un lugar excepcional en la historia de la radio mexicana.
Termino diciendo algo que nos muestra tal como somos. Cuando comenté esto con Abraham, luego luego dijo: “¿Decís que este señor es Zepeda?”. Sí, dije yo. “Ah, entonces tal vez es pariente de los jolotes”.
No sé por dónde camine su línea genealógica. Lo que sé es que es un comiteco valioso, y muchos paisanos no conocemos bien a bien sus méritos.
En fin, sirvan estas líneas para decir que ahora que conocemos algo de él nos sentimos chentos y lo admiramos. ¡Salud!
viernes, 28 de septiembre de 2018
DEFINICIÓN DE LIBRE
Estudiábamos el quinto grado de primaria (lo de estudiábamos es una mera alegoría). El maestro, sobre un estrado, se paseaba de un lado a otro con una vara de membrillo, que usaba para darnos correctivos en los muslos cada vez que no sabíamos la lección. Estábamos en clase de Español, el maestro nos dictaba definiciones de palabras. Buscaba en su mente una palabra y la dictaba, luego nos quedaba viendo y preguntaba: “¿Alguien sabe el significado?”. Silencio. Entonces dejaba pasar medio minuto y dándose ligeros golpes con la vara dictaba el significado. Terminaba, volvía a buscar en su mente y dictaba una nueva palabra. Esa mañana dijo: “Libre”, cuando acabamos de copiar, detuvo su caminata y viéndonos preguntó “¿Alguien sabe el significado?”. Silencio. Estaba a punto de comenzar a dictar cuando Armando, el de la cuarta fila, el compañero que había llegado a Comitán desde la Ciudad de México, pero que era muy callado, casi tímido, levantó la mano. El maestro lo vio, sus cejas se arquearon como ramas de árbol, sonrió y dijo: “¡Por fin! A ver, Armandito (jamás empleaba diminutivos afectuosos con nuestros nombres), a ver, dinos qué significa la palabra libre”. Armando se paró, colocó sus manos sobre el pupitre y dijo: Libre significa que el taxi está disponible. Todos nos vimos sin entender. El maestro somató la vara sobre su muslo. Vimos que su rostro se transformaba, en un segundo pasó de la rigidez de la piedra a la esponja de la sonrisa. Dijo que sí, que Armando tenía razón y explicó que en la Ciudad de México tal y tal cosa. Mientras lo fue explicando yo vi a Armando agrandarse, como si con cada palabra se fuera inflando orgullosamente como globo. Después de la explicación del maestro comprendimos que en la Ciudad de México los taxis circulaban por las calles y avenidas y cuando uno estaba disponible estaba ¡libre! El usuario levantaba el brazo y con el dedo índice parado hacía la señal de que necesitaba un servicio. En el Comitán de ese tiempo, los taxis permanecían estacionados en un “sitio”, que estaba en una calle lateral del parque central, quien (en contadas ocasiones) necesitaba el servicio de taxi se trasladaba hasta el parque y subía al auto.
Cuando el maestro terminó la explicación tocó la campana para salir al recreo y la definición de la palabra quedó en la mera descripción del taxi.
No sé si a todos los alumnos de entonces, de toda la república les pasó lo mismo que a nosotros. No creo, hubiese sido mucha coincidencia, pero sé que algo extraño pasó con la definición de la palabra libre, porque veo ahora (muchos años después) que tenemos confusión con la palabra libre. Tal parece que sólo nos ha servido para detener a los taxis que están desocupados, porque seguimos siendo como aves en cautiverio, atrapados en jaulas masoquistas, sin posibilidad de vuelo, sin comprender bien a bien lo que significa ser libre.
¿Quién es libre en este país? Parece que los taxis están ocupados y cuando levantamos las manos para solicitar un viaje nos quedamos así, con la mano levantada.
Nunca aprendimos el concepto libertario de la palabra libre, parece que en la escuela es imposible hallar el concepto real, porque los maestros siempre tienen un código prohibitivo en la boca y en la acción. ¿Quién puede ser libre si la enseñanza se sustenta en un código restrictivo? Ya no hay varas de membrillo, pero hay cadenas de sometimiento.
jueves, 27 de septiembre de 2018
RECUERDO DE AGUA
No me gusta mojarme. Cuando advierto que lloverá, de inmediato corro para mi casa, busco resguardo. No sé nadar. Sólo me mojo al bañarme.
Para vacacionar prefiero un lugar que no tenga playas, que no tenga mar. En ocasiones, cuando estoy frente a un río procuro pararme (o sentarme, no hay inconveniente) en un lugar distante. Una vez me paré muy cerca de un río y el movimiento del agua me provocó cierto mareo. Sólo en una ocasión estuve en un barco enormísimo (El Gustavo Díaz Ordaz, uf, qué nombre) en un viaje de Mazatlán a La Paz, Baja California. Mis papás, mi abuelita Esperanza y yo hicimos el viaje. Íbamos a Ciudad Constitución a ver a mi abuelito Enrique, a mis tíos y primos, que, por ese entonces, vivían allá. Ciudad Constitución en ese tiempo, años setenta, era un pueblo polvoso, caluroso, en el que, en casetas de madera, vendían carne de caballo. Yo procuré durante mi estancia evitar comer carne, a pesar de que mi tía Eloína me aseguraba que el platillo lo había hecho con carne de cerdo, yo me resistía (y eso que mi tía es una cocinera con una sazón única). En el barco nunca me paré al lado de la baranda, en la proa, me paré a cinco metros y me detuve en un poste que había, desde ahí vi el atardecer y el arco que hizo un grupo de delfines que, generosos, nos dieron un saludo.
Por ahí tengo una fotografía que tomó mi tío cuando fuimos a la playa del mar de Constitución: Estoy en una lancha, que estaba olvidada en la playa, hago como que remo sobre el agua, en realidad parezco un buey arando la arena. En esa ocasión no me metí al mar. La máxima proeza la hice una vez, muchos años después, en una playa de Veracruz (con mi primo Mario, ya mayor, porque cuando fui a Ciudad Constitución él era un niño de cinco o seis años de edad). Bajamos de la camioneta, en una playa desierta, a las cinco de la tarde, me descalcé y me atreví a caminar hasta la orilla en la que las olas llegaban ya casi cansadas. Dejé que la orillita del agua mojara mis pies. Ahí estuve por espacio de dos o tres minutos, viendo el horizonte, las gaviotas que volaban, un barco a la distancia, y la espuma que se formaba en mis pies, que recibían el agua del mar. ¡Estaba adentro del mar!, así lo pensé, pero en realidad era como si siguiera remando en la arena de la playa. Debo confesar que fue una sensación maravillosa, un momento singular, espléndido.
No me gusta mojarme, no me gusta que llueva. Siempre pienso lo mismo que, en plan de broma, decía tío Lucio: “Que llueva de noche y sólo en las milpitas”.
No me gusta mojarme. Sin embargo, disfruto la lluvia casi como nadie. ¡Qué contradicción! Es decir, lo que sí me gusta es ver llover, siempre y cuando yo esté a resguardo en mi casa. Recuerdo que cuando era niño, a la hora que comenzaba a llover corría al balcón y me paraba detrás del cristal a ver cómo llovía en la calle (mi mamá me alertaba que había tormenta, me decía que podía caermeun rayo). La distancia del balcón al suelo me permitía tener una visión maravillosa, como si estuviera (así lo pensaba) en un faro y viera el mar, porque en la calle inundada sucedían prodigios, como el que vi en una ocasión (única) en la que tres gigantes caminaban, empujándose, riendo, con los pantalones arremangados, sobre el mar. En realidad eran tres niños traviesos que chapoteaban enloquecidos. Estaban empapadísimos, empapadísimos de contentura. Brincaban, marchaban como soldados para que el agua salpicara la banqueta. Esto sólo lo vi una vez. Lo que sí era frecuente ver en ese mar instantáneo que se formaba frente a mi casa era el barquito de papel que, todo ateperetado, bogaba en la lateral de la calle, en el “pasillo” pegado a la banqueta. Muchas veces vi barquitos empapados, tan empapados como los gigantes alegres, ya navegaban doblados, habían sucumbido en la intensa tormenta. Sabía que en la parte baja llegarían hundidos, destrozados. Lo lamentaba, me daba tristeza. Pero en otras ocasiones (ya cuando la tempestad había terminado) miraba barquitos de papel navegando con gran altivez por las aguas que, por encantamiento, habían dejado de ser mar y se habían convertido en ríos apacibles. Miraba asomar el cabezal del barquito de papel que algún intrépido marino había soltado dos o tres casas arriba y corría hasta el otro extremo del balcón para ver cómo desaparecía ante mi vista. Sabía que (las bajadas de Comitán son tierra extrema) esos barquitos zozobrarían en el instante que abandonaran la zona plana de mi calle, precipitándose en la cascada inmensa que era tan imponente como las del Iguazú, en Brasil. ¿Hay algo más temerario y sugerente que el movimiento de una mano niña depositando un barquito de papel en la orilla de una banqueta? Se toma el barquito de la esquina superior, con los dedos índice y pulgar, y se reza a los dioses de los mares para que no naufraguen. Es la repetición del ritual mayúsculo que sucede miles de veces en todos los puertos del mundo. Nadie deja de pensar en ese instante en el trasatlántico Titanic, el barco que, aseguraban, ni Dios podía hundir. ¡Uf!
Me gustaba (aún me gusta) el sonido de la lluvia. Bendigo el techo de lámina de mi casa, porque cuando llueve aparece un sonido de bachata impresionante. Son millones y millones de piecitos que corren arriba de mi cabeza en una carrera infinita.
No me gusta mojarme cuando llueve. Siempre cargo un paraguas en el auto. Me molesta tener que pisar suelo mojado. Soy, como dijera el amigo argentino, “Todo un caso”. Pero sí me gusta ver llover cuando estoy a resguardo. Ese maná líquido que cae es una bendición. Por fortuna vivo en una zona alta de la ciudad, el agua corre como caballo desbocado. En cuanto acaba la lluvia, el agua desaparece, desaparece porque huyó hacia las zonas bajas de la ciudad y ahí se acumula, a veces con tal descaro, que provoca inundaciones, se mete a las salas de las casas, a los cuartos, moja los colchones y echa a perder los refrigeradores. ¿Ven el porqué de mi aversión automática al agua? No obstante, la bendigo mil veces cuando me desvisto y me paro debajo de la regadera y la recibo calentita, afectuosa, apapachadora, mano de Dios vuelta agua, casi mano materna.
miércoles, 26 de septiembre de 2018
AL VOLVER LA VISTA ATRÁS DEL ADELANTE
Regresé. Un día regresé. Al bajar del camión traté de beber de un solo trago el cielo de Comitán, pero no pude. Me pregunté entonces si a todos los que vuelven les pasa lo mismo: Tener los pulmones de la vista llenos de otros cielos. ¿Les sucede lo mismo a todos los que regresan?
Estuve fuera de mi pueblo varios años. Un día regresé y volví a caminar por las mismas calles que había caminado de niño, de adolescente. Pero no podía avanzar como deseaba, había algo que parecía detener mis pies, mis piernas. Y entonces me pregunté si lo mismo les pasa a todos los que regresan. Mis pies recientes habían caminado otras calles y ahora (cuando volví) mis pasos estaban como atrancados en aquellas playas que habían dejado huellas en otros lugares. Y entonces, terco, volví a preguntarme si también a los pasos de los otros (de los que algún día volvieron a su tierra primigenia) sufrían del mismo mal que a los míos.
Volver no es tarea sencilla. Todos los libros de la vida recomiendan avanzar, no volver hacia atrás, no caer en la tentación de Edith, la mujer de Lot, por el riesgo de convertirse en estatua, en millones de granos de sal. Entonces, cuando subí al camión para iniciar el regreso me pregunté si no estaba convirtiéndome en eso, en mera estatua de sal. ¿Qué le sucede a los cuerpos de sal cuando son expuestos al mismo sol de la infancia? ¿Se hacen agua? ¿Se vuelven ríos o mares o sencillas lagunas de aire líquido?
Regresé porque el aire de otras esquinas y otras calles y otras plazas, en lugar de oxigenarme, parecían apretarme con cuerdas tan delgadas como alambres de púas. Entonces fue cuando, al sentarme en una banca del parque, de mi parque, del parque de toda mi vida (salvo el lapso en que no viví en él), me pregunté si a los demás les ocurría lo mismo que a mí; es decir, ¿también a ellos les hacía falta el aire donde corrían los niños de mi pueblo? Pensé que en otros lugares siempre había pensado en las calles de mi pueblo y acá, en mi pueblo, jamás deseo estar en otro lugar. Esta es mi tierra, acá toma savia mi árbol de sueños.
Regresar no es fácil. Los otros (los que nunca abandonaron el pueblo, ni lo abandonarán) me quedaban viendo como si yo fuese un injerto indeseable, porque un día ellos lamentaron que mi árbol tomara alas como si fuese pájaro y volara por otros cielos. Me despidieron, habían llorado a la hora de irme. Entonces, ¿por qué había vuelo? Que no acaso ya había dicho adiós. Si me había ido por mi gusto, por mi gusto debía quedarme en el lugar que había elegido. Entonces me pregunté si a los demás les pasaba lo mismo; es decir, que ellos también lamentaban haberse ido y lamentaban la decisión de haber abandonado su sitio. El sitio que, de igual manera que los patios interiores de las casas, tenía árboles frutales y gallineros y huecos donde se escondían los conejos, que cada vez abundaban, como dicen que abundan los males en lugares húmedos y ajenos.
Un día regresé. Lo había pedido tanto. Dicen los sabios que si alguien (hombre, mujer, pájaro, nube o piedra) pide un deseo con mucha fuerza, la petición se le cumple. A mí ¡se me cumplió! El día del cumplimiento, al bajar del camión, di gracias al cielo y pedí (de nuevo) jamás volver a tener la idea tonta de abandonar mi pueblo. Entonces me pregunté si a los demás, los que también han vuelto, les sucede lo mismo; es decir, deciden enraizar de nuevo y juran que no habrá ventarrón que los arranque de su tierra de nuevo; es decir, caminarán por siempre las plazas y calles rescatadas por los siglos de los siglos.
Volví. El primer día fui al panteón para dejar flores en la tumba de mi padre; fui al mercado a tomar un vaso de jocoatol; me senté en una banca del parque y dejé que el aire se enredara en mí y, como si yo fuera un combatiente en convalecencia, comenzara a darme respiración de boca a boca.
Regresé y fue como si volviera a nacer, fue como un renacimiento, por eso, porque el regreso no es más que un volver a empezar, ahora (que cumplo diez años de mi regreso) soy un niño feliz que juega rayuela en el patio de la escuela. Algunos me preguntan si no me da pena hacer lo que hago. ¿Jugar? Digo que no. ¿Por qué un niño de diez años sentiría pena por brincar la cuerda, por mancharse la boca a la hora que, con las manos embarradas, come un mango ataúlfo?
Volví. Volver no es tarea fácil. Hoy sé que quienes regresan están hechos del mismo barro con que estuvo hecho el héroe Odiseo.
Volver a Ítaca es una proeza. No es fácil. El viaje de retorno está lleno de sirenas. Es preciso atarse al palo mayor del barco para no ceder a sus cantos y a sus promesas.
Regresar a una tierra yerma no ofrece esperanzas de retoños, lo único que promete es un espacio suave y tierno como el útero materno. Esto es todo. Y decir esto es como decir ¡todo!
martes, 25 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE MUESTRA UNA TAJADA DE LA MARAÑA QUE HOY ES COMITÁN
Querida Mariana: En esta fotografía se aprecia un camión de transporte urbano (el 2202), una maraña de cables, una cámara de vigilancia, techos de teja, árboles, tinacos, una pata metálica como de araña gigante para colar y, al fondo, el cielo nuboso y un cachito de la torre del templo de Santo Domingo. Digamos que si no fuese por este último elemento, la fotografía podría corresponder a cualquier ciudad de Latinoamérica. En Cali, Colombia, por ejemplo, también existen los otros elementos enunciados. Pero ese cachito de torre es el que da carta de identidad a la fotografía.
Sí, esto es el Comitán actual, casi casi como si dijésemos que es una araña metálica que se columpia en una maraña de cables. ¡Ah, qué cablerío tan espantoso!
La mayoría de pueblos mágicos del país procuran tener cableado subterráneo para evitar la contaminación visual; la mayoría de pueblos mágicos procuran evitar anuncios luminosos y de bandera para evitar la contaminación visual (en Zacatecas, por ejemplo, todos los letreros están pintados con letra moderada sobre las fachadas (hay un patrón de tipo de letra y, de igual manera, una apretada paleta de colores -negro y rojo óxido, sobre todo-. Esto permite que el peatón admire la arquitectura y la limpieza de aquel cielo). Acá en Comitán tenemos un ejemplo, caminá por la avenida del templo El Calvario y verás la diferencia. ¡Ah!, caminar por ahí es un disfrute, porque se aprecia el templo sin el cablerío que hay en la mayoría de calles y avenidas.
Romina me dijo el otro día que los comitecos deberían (Romina es de San Luis Potosí) “photoshopear” el pueblo. No entendí. Me explicó que ahora existe una herramienta llamada photoshop, con la cual, un experto puede eliminar todo el cableado de las fotografías panorámicas. ¡Ah, si eso fuera posible! ¡Sí es posible!, dijo Romina. Muchas ciudades del mundo lo han hecho. Un bando gubernamental debe exigir a las diversas empresas a evitar el tendido de cables aéreos. Cerré tantito los ojos e imaginé lo que esto significaría. Me sentí bien. Te invito a que “Photoshopeés” mentalmente esta fotografía y eliminés el cablerío. ¿A poco no sería más disfrutable la imagen? ¡Por supuesto que sí! No sé en qué momento los comitecos permitimos que nuestros cielos se contaminaran con estas apabullantes telarañas tecnológicas.
Romina me dijo que Telmex, la CFE y, por supuesto, las televisoras por cable deberían sujetarse al plan de pueblos mágicos. En 2014 hubo la firma de un convenio entre la Secretaría de Turismo y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la Comisión Federal de Electricidad para que todos los pueblos mágicos del país tuvieran cableado subterráneo. Basta, dice Romina, ejercer presión para que dicho convenio se cumpla. Corresponde a las autoridades hacer que el convenio se respete y se cumpla.
Yo dudo. Lo que sé es que el cablerío es cada vez más ofensivo. Los postes están sobrecargados. Los alambres de la televisión por cable son pesados, su propio peso hace que se “pandeen” y no tengan una altura adecuada, lo que, además de dar una pésima imagen, hace que se conviertan en un peligro latente. A cada rato pasan camiones altos y tiran cables.
Vivimos en un pueblo mágico que está atado por conjuros malignos.
El 2202 también es un contaminante permanente. No ha habido autoridad municipal capaz de regular el transporte urbano. En múltiples ocasiones muchas personas han subido fotografías a las redes sociales que muestra el caos que se hace en calles céntricas por la sobrecarga del transporte público (es fatal lo que ocurre en la esquina de Banamex). Aparte de la contaminación visual, el transporte público contribuye (¡bonita contribución!) con la contaminación ambiental, porque muchas unidades ya son “vintage”; es decir, ¡armatostes viejos! ¡Ah, cómo expulsan contaminantes de sus oxidados mofles!
Comitán ha crecido mucho. Este crecimiento ha propiciado que la imagen urbana se transforme y que ahora veamos cámaras de vigilancia y grúas de colado de casas y edificios. El crecimiento implica modificaciones al entorno. Pero esto no significa que el caos y el desorden sean quienes dictaminen el crecimiento. Urbanistas famosos nos han enseñado que es posible lograr un crecimiento con orden. Acá, el desorden nos ha ganado la batalla.
¿Qué hacer? El comité de Pueblos Mágicos puede hacer mucho. Puede presionar a las autoridades locales para que éstas presionen a las federales a fin de cumplir el convenio de cableado subterráneo, y presionar a las autoridades municipales para que, de manera atenta, pero estricta, realice una campaña para prohibir anuncios espectaculares y, tal vez, retomar el ejemplo de Zacatecas. ¿No se puede hacer una campaña intensa para que los anuncios se pinten en las fachadas con colores uniformes y tipos de letra especiales? Posdata: Muchos pueblos mágicos de México han aprovechado tal denominación y han embellecido sus plazas y sus calles y esto ha permitido que sus pobladores vivan en lugares agradables y se vean compensados con la visita de miles de turistas que encuentran espacios encantadores donde disfrutan su estancia. Comitán, lo sabés, es una ciudad única. El problema es que los comitecos hemos permitido que la ensucien. ¡Es hora de limpiar la ciudad y la imagen de la ciudad!
lunes, 24 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, CON LETREROS DECIDORES
Querida Mariana: No se trata de ir por el lado serio y derecho. Marcos dice que el nombre de Gabriel significa “Quién como Dios”. ¡No! Se trata de ir (como esta camioneta que está a punto de tomar una curvita) por el lado de los mensajes que los choferes colocan en los parachoques de las camionetas. Porque acá leemos, en la parte trasera de la camioneta, el mensaje que dice: “Quién como Dios”.
A los choferes (sobre todo del transporte público) les encanta pintar mensajes en sus vehículos, los personalizan.
A mí (no sé a vos) me da telele el letrero que prolifera en muchas combis, en muchos taxis, en muchos autobuses públicos: “Con Dios voy, si no regreso estoy con él”, que tiene varias versiones, pero que a final de cuentas envían el mismo mensaje aterrador: “Si no regreso, me fui con Dios”. ¡Dios mío! ¿Quién, en sus cinco sentidos, tiene gusto por viajar en un vehículo con tales mensajes apocalípticos? Sí, estoy de acuerdo, este mensaje habla de la instantaneidad de la vida y de la posibilidad real de sufrir un accidente, pero (por decir lo menos) es muy pesimista la forma de ver el mundo. ¿Por qué deben escribirlo en un lugar donde todos los pasajeros pueden leerlo? Doy gracias a Dios que los aviones no tienen este tipo de letreros. ¿Imaginás subir a un avión de Aeroméxico que dijera: “Vuelo con Dios, si no aterrizo ya estoy con Él en el cielo”?
Alfonso dice que hizo un ligero estudio de los letreros que proliferan en camiones que circulan por calles de Comitán. La mayoría de los letreros aluden a citas bíblicas y a frases religiosas. La mayoría de camiones corresponden al medio rural. ¿Cuál es el gusto de los choferes por tal costumbre? ¡Quién sabe!
Iba detrás de la camioneta y tomé la fotografía. Pensé que la frase es rotunda: “Quién como Dios”. ¡Nadie! Bueno, si hago caso a lo que dicen de Gabriel entonces él, porque, insisto, los que saben dicen que el nombre significa Quién como Dios.
Claro, no todos los mensajes pintados en camiones son tan espirituales. Un día, viajando en una carretera de Veracruz (iba con Miguel) nos topamos con una camioneta que, en la parte trasera, llevaba el siguiente letrero: “Si te estorbo, tócame el pito”. Miguel dijo que, sin duda, ese chofer era de Alvarado, porque ahí son re malcriados, bueno no tanto como son en Tonalá o en Arriaga, donde el saludo afectuoso y cordial suena a mentada de madre.
El letrero de “Voy con Dios, si no regreso estoy con él” es, digamos, un letrero universal, porque aparece en muchas unidades de la república mexicana. Hay otros letreros que son locales; es decir, son únicos, auténticos. No lo encontrás más que en Comitán. En los últimos tiempos he leído uno o dos letreros en autos comitecos que aluden a frases locales: “Fiero tu modo, pero bonita tu cara”, es uno de ellos. El otro es “No sé qué significa Cotz, ¿me enseñás?”.
En Puebla nos topamos con una camioneta Nissan en la que el rotulista no calculó bien y le hizo falta espacio: “Disfruto el amanecer y el ano”, y hasta ahí le dio la defensa, la o quedó en el extremo. Como íbamos en carretera no pudimos ver si el rotulista había continuado la frase en el lateral de la carrocería.
Posdata: No sé el porqué de los letreros en las defensas de los camiones. Tal vez no hay una razón; tal vez es la misma costumbre por la que los muchachos escriben en las libretas el nombre de la chica amada; tal vez es la misma costumbre por la que en los cafés pintan frases ilustres de escritores ilustres; tal vez es la misma costumbre por la que las parejas escriben sus nombres en las pencas de los magueyes, en medio de un corazón.
Pregunto: Si necesitás subir a una combi, ¿cuál elegís? ¿La que dice: “Quién como Dios” o “Si no regreso, me fui con Dios”?
sábado, 22 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE HACE LO QUE SE DEBE
Querida Mariana: Los comitecos reconocemos muy bien al personaje que dijo lo siguiente: “Cumpla con su deber la representación nacional y la patria estará salvada”. Margarita dice que la frase de Belisario Domínguez puede aplicarse a todo mundo: “Cumpla con su deber cada mexicano y la patria estará salvada”. Sí, porque la nación somos todos y, como dice Eugenio, si esta patria no se ha deshecho es gracias a que la gente de a pie trabaja con pasión todos los días.
Es una pena ver que “la representación nacional no cumple con su deber”. Pero, ya lo dije, hay millones de mexicanos que se parten el lomo para llevar el sustento a su hogar, de manera honesta. Y si este país no tiene un mejor nivel de vida, equiparable a las naciones más desarrolladas del mundo, es porque los deshonestos de “la representación nacional” sólo velan por sus intereses personales y no por el interés supremo de la patria.
Pero, bueno, México sigue siendo grande a pesar de todos los pesares. Lo que sucede a nivel nacional lo vemos reflejado en el plano local. Miles de comitecos ya no ven la hora que termine esta malhadada administración municipal. ¡Ah, qué mal nos fue con el cambio de verde a rojo! Ahora hay un resquicio de esperanza. Miles de comitecos esperan que la próxima administración (que iniciará su ejercicio el uno de octubre) dé respuesta a las demandas más sentidas de la población: seguridad, distribución normal del agua entubada, control de organizaciones nefastas, campañas efectivas de salud, saneamiento del río grande y funcionamiento correcto de la planta de tratamiento de aguas negras, bacheo de calles, eliminación del doble sentido de circulación en calles y avenidas, iluminación adecuada, limpieza de la ciudad, arreglo del parque central, fomento del deporte y de actividades culturales, creación de fuentes de empleo, promoción turística, reconocimiento de nuestros personajes populares, apoyo a grupos desprotegidos, equidad de género, atención especial a niños y jóvenes, actividades de afirmación de los valores supremos de los viejos; es decir, ¡rescate integral del pueblo mágico!
Pero, como bien dicen muchas personas, la fortaleza de una nación no está fincada en las autoridades gubernamentales, la fortaleza del territorio nacional, sobre todo, está cimentada en el trabajo de las personas de a pie, de las que, lejos de los reflectores del poder, contribuyen diariamente a hacer más luminosa la patria.
Como bien dice Eugenio: Si esta patria no se ha deshecho es por el trabajo y pasión de millones de buenos ciudadanos.
En Comitán hay cientos de personas que trabajan intensamente y con ese trabajo hacen que este pueblo siga siendo la joya chiapaneca que es (un poco tiznada, es cierto, por la desidia de las autoridades que, perdón por insistir, en este último trienio se lucieron en hacer casi nada a favor de la ciudad).
Dejá que te cuente qué sucederá en este mes de octubre. Ya todos sabemos que el día primero habrá transmisión de poderes: El llamado señor Fox dejará la presidencia municipal y asumirá el cargo Emmanuel Cordero Sánchez, pero lo que no todo mundo sabe es el magno acto que sucederá el diez, once y doce de octubre. En esos días, Comitán recibirá a cientos de alumnos y académicos que asistirán al XXII Encuentro Nacional y XII Internacional de Investigación en Trabajo Social. ¿Sede? Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar.
La Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, como muchas otras instituciones en la ciudad, está cumpliendo con su deber, con el deber de ser el faro que soñaron los ex alumnos del maestro Mariano. ¿Recordás la historia del faro? Cuando don Mariano falleció, un grupo de ex alumnos tuvieron la idea de colocar un faro en lo alto de un cerro, para que la luz de ese faro recordara, por siempre, la grandeza de quien ha sido bautizado como “El sabio olvidado de Chiapas”.
La misma Rosario Castellanos reconoció la grandeza del maestro Mariano. En el opúsculo “El maestro don Mariano N. Ruiz. Científico chiapaneco autor de la Nueva Teoría Cósmica”, escrito por Antonio Vera Guillén, el prólogo fue escrito por Rosario Castellanos. En unas líneas del texto, Rosario dice acerca de don Mariano: “…Su aureola es el magisterio, su gesto el del hombre de ciencia y hay, quizá, en sus ojos, un destello del genio de los descubrimientos…”
La idea de la construcción del faro no prosperó y cuando todo advertía que el reconocimiento al maestro se diluiría, apareció la figura del padre Carlos J. Mandujano (quien también había recibido clases del maestro Mariano en la escuela “La industrial”). El padre Carlos decidió que no construiría el faro en lo alto de la montaña, él edificaría un faro perenne que irradiara luz al conocimiento y a la enseñanza. ¿Qué mejor homenaje para un maestro que edificar una escuela? Así, en 1950, nació el Colegio Mariano N. Ruiz, que actualmente brinda servicios de maternal, preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y universidad.
En este 2018, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar será sede del Congreso Nacional e Internacional de Trabajo Social. El Congreso ofrecerá conferencias magistrales, con la participación de conferenciantes de reconocido prestigio: la doctora Dolly Cristina Palacio Tamayo, de Colombia; el doctor Enrique Pastor Seller, de España; la doctora Ingrid Coronado, de Chile; y el licenciado Miguel Ángel Espinosa Palacios, quien es el Presidente del Colegio Nacional de Trabajo Social; además se tendrá la participación de académicos que ofrecerán diversos talleres especializados. Estos académicos provienen de prestigiosas universidades del país, como de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, de la Universidad Autónoma de Coahuila, de la Universidad de Colima, de la Universidad Autónoma de Hidalgo, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la Universidad Autónoma de Yucatán, de la Universidad de Guadalajara, de Durango, de Campeche y de Guatemala, Guatemala; y, por supuesto, alumnos y académicos de Chiapas y de Comitán.
Como mirás, es un acto cultural y educativo de primerísimo nivel. Se espera la visita de más de cuatrocientas personas, cuatrocientas personas que vendrán al acto académico, pero también a recorrer la ciudad, a conocer nuestra cultura. Ellos, por tres días, se hospedarán en hoteles de la ciudad, degustarán la comida regional en restaurantes comitecos (cenarán panes compuestos) y disfrutarán (como dicen los clásicos) de la tradicional hospitalidad comiteca. Habrá una importante derrama económica.
El actual presidente municipal mandó a cerrar el Museo de la Ciudad durante el mes de septiembre. Quiero pensar que, desde el uno de octubre, el museo volverá a estar en funciones. Sería muy triste observar que cuando estos distinguidos visitantes de toda la república y de otros países lleguen no encuentren abiertos los espacios culturales que esta ciudad ofrece.
La asistencia al Congreso tiene un costo, está dedicado a especialistas en ciencias sociales y a estudiosos del Trabajo Social, pero la entrada a actividades culturales ¡es libre! Dentro del programa cultural están programados los siguientes actos: Para el día 10 de octubre, en el Salón Plaza (al lado de Fábricas de Francia), a las cuatro de la tarde se hará la presentación del libro de cuentos: “Un ángel llamado Pavitto”, de tu servidor; para el día 11 de octubre, en el Salón Plaza, a las ocho y media de la mañana se hará la presentación del libro “Los cuentos de nunca empezar”, de Enrique Robles Solís; y a las cuatro de la tarde, en el mismo lugar, la presentación del escritor y productor radiofónico Raymundo Zenteno, creador del famoso programa Radiombligo; y para el día 12 de octubre, en el campus de la universidad (barrio Los Sabinos), a la cuatro de la tarde se realizará la inauguración de la exposición fotográfica “Patrimonio Cultural de Comitán”, de César Alfredo Guillén Cota; y a las cuatro con quince minutos la presentación del libro “Mariano. Guerrero de Cristo y su tiempo”, de Amín Guillén. El libro de Amín es fruto de una investigación que realizó en torno de la vida y obra del maestro Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, es una más de las aportaciones que la Universidad entrega al mundo.
Pues no sé qué opinés, pero yo digo que la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar hace suyo el lema de nuestro héroe: Cumple con su deber moral para engrandecer a la patria.
Posdata: Comitán sigue siendo grande. Por fortuna, son miles y miles de comitecos los que aman esta tierra. Cuando de verdad estos miles y miles de auténticos comitecos se unan para exigir a las autoridades el desarrollo pleno de la región, Comitán florecerá con la gloria que le corresponde. ¡Que viva Comitán! ¡Que vivan los comitecos que, cada día, con su trabajo engrandecen a nuestra sociedad!
viernes, 21 de septiembre de 2018
DEFINICIÓN DE DISPERSO
El maestro Alberto se paró, puso sus manos detrás de su espalda y así caminó hacia la ventana. Mi papá y yo esperábamos sentados, esperábamos que el maestro dijera el motivo por el que nos había mandado llamar. Sabíamos (padres de familia y alumnos) que cuando el maestro citaba a los papás era para notificar que el hijo había cometido alguna falta. Cuando mi papá recibió el citatorio (por escrito) me llamó y preguntó, malhumorado, qué había hecho. Nada, dije, nada. “Tal vez por eso te están reportando”, dijo mi mamá y agregó: Nunca hacés nada.
Mi papá tenía las manos sobre el escritorio del maestro Alberto, yo las tenía sobre mis rodillas, estaban húmedas por las ansias. ¿Para qué nos había mandado llamar el maestro?
El maestro dejó de ver por la ventana, se dio la vuelta y regresó al escritorio, se sentó y, viendo a mi papá, dijo: “Su hijo es muy disperso”.
¿Eso era todo? ¿Para eso nos había citado? Vi a mi papá, el me vio y luego vio al maestro y dijo: Sí, tiene usted razón, mi hijo es muy disperso. En casa no sabemos qué hacer con él.
Cuando el maestro dijo lo que dijo yo sentí que alguien cortaba los cables de la bomba y se diluía el peligro. Cuando mi papá dijo lo que dijo sentí un aleteo fresco ante mi cara, como si un canario inocente volara frente a mí. ¿Eso era todo? ¿El maestro había citado a mi papá para decir lo que todo mundo sabía?
¡Eso no era un mal comportamiento! ¿Disperso? ¿Por qué había dicho eso el maestro y por qué mi papá había reconocido que sí, que en casa, también era un disperso?
Llegué a casa y busqué en el diccionario la palabra disperso y ésta me llevó al verbo dispersar: “Dividir el esfuerzo, la atención o la actividad, aplicándolos desordenadamente en múltiples direcciones”, y a pesar de ser disperso entendí que el maestro Alberto decía que yo era un niño que dividía mi atención aplicándola desordenadamente en múltiples direcciones. ¡Claro! Era una buena definición de lo que cotidianamente me sucedía en el salón de clases, en casa y en cualquier lugar. Sí, concluí, el maestro Alberto y mi papá tenían razón: yo era un disperso. Nunca logré enfocar mi atención a una sola dirección. Mi pensamiento siempre era como un chango que pasaba de una a otra liana con una gran facilidad. Nunca fui el niño aplicado que seguía al pie de la letra las indicaciones del maestro; nunca seguí con fidelidad el camino mental que trazaba el maestro desde la tarima del salón. ¡No! Como si fuese una sentencia bíblica: Bastaba una palabra de él para que mi mente fuese salvada del encierro y del aburrimiento. El maestro decía una palabra y ésta detonaba mi imaginación.
El maestro decía que Cristóbal Colón había descubierto América a bordo de una carabela. ¿Había oído bien? ¿Había dicho carabela? ¿La carabela era ese barco de vela que transportaba telas, baúles, joyas y especias? ¡Sí, era ese barco! Entonces, mi mente dejaba a Cristóbal Colón con su viaje aburrido en el que no sucedía mayor cosa y se internaba en un mar donde una carabela era perseguida por un barco pirata. Yo veía al capitán pirata, con su clásico parche en el ojo, pata de palo y loro en el hombro, dar la orden a su tripulación para que preparara el abordaje. Los piratas empuñaban sus espadas y se colocaban dagas entre los dientes y, al estilo de Tarzán, se trepaban sobre lianas hechas con cuerdas resistentes y se descolgaban desde el mástil y llegaban hasta la proa de la carabela en la que…
Sí, mi mente ha sido, desde siempre, una mente dispersa. No logra la concentración precisa que “precisa” el proceso de enseñanza aprendizaje.
No recuerdo bien a bien cuál fue el resultado de aquella reunión en la que, como si fuese reunión de amigos, los tres contertulios estuvimos de acuerdo en que yo era un disperso.
No recuerdo si mi papá hizo algo para evitar eso, porque en cuanto salimos de la oficina del maestro Alberto, mi papá me abrazó y dijo que lo ocurrido ahí tenía que ser un secreto entre nosotros, que jamás debía decirle a mi mamá. Me invitó un helado y cuando estuvimos sentados en una banca del parque viendo los pájaros que se arremolinaban en las frondas de los árboles porque ya eran las seis de la tarde, mi papá dijo que reconocía que él también había sido un “disperso” en la escuela.
Ahora pienso que el maestro empleaba mal la palabra. Disperso es un adjetivo, él debía haber completado la oración. Pero, bueno, en Comitán muchas personas emplean la palabra disperso como sujeto. En lugar de decir que sutanito es de mente dispersa, aplican que sutanito es disperso. Así pues, ¡yo soy disperso! ¿Hay algún problema en ello? No lo veo.
jueves, 20 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE APARECEN ALGUNOS ESCRITORES DE COMITÁN
Querida Mariana: un día me llamaron para invitarme a un programa de radio; debía hablar acerca de algunos escritores comitecos. Preparé un ligero guión para no extraviarme demasiado a la hora de hablar (sabés que no me gusta hablar, pero a veces ¡debo hacerlo!). Por fortuna, un día antes de la fecha programada me llamaron de nuevo para desinvitarme. Di gracias al supremo. Bendito Dios, dije, así no hago el ridículo, pero me quedé con el apunte en mi libreta.
Hacer una selección equivale a elegir a unos y desechar a otros. Es también una encomienda injusta, pero de igual manera, a veces hay que hacerla.
Para no quedarme con el apunte en la libreta te paso copia. Puede servir, cuando menos, para advertir que el iceberg de la creación literaria comiteca avanza muy bien por los océanos del mundo y que esta relación es sólo la puntita (sin albur, por favor). Va pues acá lo que escribí de manera apresurada.
Debemos comenzar con Rosario Castellanos, quien, a pesar de haber nacido en la Ciudad de México, se consideraba comiteca, porque sus padres nacieron acá y porque la infancia y parte de su adolescencia las vivió en el pueblo que, luego, plasmó en la novela BALÚN CANÁN.
Todo mundo sabe que Rosario está considerada como una de las grandes escritoras de México. Ella cultivó muchos géneros y varios de ellos con acierto: poesía, novela, cuento, teatro y ensayo. Gracias a la académica Andrea Reyes, ahora los lectores podemos leer más de cuatrocientos ensayos que Rosario publicó en diversas revistas, suplementos culturales y en el periódico EXCÉLSIOR, periódico que, en los años setenta fue considerado uno de los diez diarios más importantes del mundo.
Tenemos a Óscar Bonifaz, quien fue contemporáneo y amigo de Rosario Castellanos. Óscar Bonifaz, igual que Rosario, ha incursionado en varios géneros literarios: Ha escrito cuento, novelas breves, obras teatrales y trabajos de investigación lingüística, en donde debe privilegiarse el libro de arcaísmos y modismos de Comitán, libro que rescata muchas voces del dialecto comiteco. Acá hay que hacer un hueco para hablar de José Luis González Córdova quien publicó libros de cuentos y uno en especial que se llama GLOSARIO que continuó en la senda que abrió Bonifaz.
De igual manera, compañero de aula de Rosario Castellanos en la secundaria, está Armando Alfonzo, quien escribió, entre otros, dos libros fundamentales de la identidad comiteca, uno que se llama SÓLO PARA COMITECOS y otro que se llama COMITÁN 1940, y que es una crónica deliciosa del ambiente que se vivía en esos años.
Lolita Albores, cronista muy querida del pueblo, escribió un libro que se llama ASÍ TE RECUERDO COMITÁN, en el que, de igual manera que en los libros de Armando Alfonzo, da a conocer, con humor y picardía, detalles anecdóticos del pueblo. Escribió además dos libros de cuentos picarescos.
Leopoldo Borrás nació en la unión de los ríos Tachinula y Yayagüita, pero él se asume como comiteco. Borrás ha escrito libros de periodismo, poesía y cuentos.
Carlos Albores Culebro es un autor poco conocido en la región. Él publicó en 1963 una novela que se llama JUCHIPUS (El soñador). Los conocedores dicen que la palabra Juchipus es una palabra tzeltal que significa, precisamente, soñador. La novela JUCHIPUS está inserta en el entorno revolucionario.
Labor importante de difusión de la cultura es la que realiza Leticia Román de Becerril, quien, aparte de escribir una novela costumbrista, publica libros que dan a conocer la historia de este pueblo y de sus artistas.
María Trinidad Pulido Solís publicó una serie de libros que nos ayudan a comprender la historia e identidad de nuestro pueblo.
José Gustavo Trujillo Tovar tiene dos libros muy interesantes, uno que habla de la marimba y marimbistas y marimberos, y otro que es un libro esencial para la historia de Comitán, donde anota las efemérides más importantes.
En el terreno de la creación literaria debemos nombrar a María del Rosario Bonifaz Alfonzo, quien es una destacada poeta, ganadora del Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines. En fechas recientes, CONECULTA-CHIAPAS publicó un libro que reúne tres de sus poemarios.
Mirtha Luz Pérez Robledo es una poeta que de igual manera ha obtenido reconocimientos a nivel nacional y que acá, en Comitán, es recordada por un verso muy afectuoso que se repite a cada rato: “Yo no soy de Comitán, Comitán es mío.”
Arbey Rivera es un poeta que radica en nuestro pueblo desde hace varios años y que ha recibido una serie de reconocimientos estatales y nacionales.
María Luisa Macal, poeta que ha publicado una plaquete y dos o tres libros de poesía.
María Antonieta Alvarado de Utrilla, autora de libros con crónicas de viaje. De igual manera, acá anoto a su hijo Alejandro Utrilla Alvarado, autor de un libro de investigación antropológica.
Roberto Antonio Álvarez Solís, quien publicó un libro en el que se revela como un experto en pedagogía. El maestro Jorge comentó que dicho libro es uno de los pocos libros científicos.
Bueno, ya que hablo de libros científicos debo anotar a Mariano N. Ruiz, autor de varios libros, entre los que se cuentan el mítico y famoso libro de la Nueva Teoría Cósmica.
Marco Tulio Guillén Barrios quien tiene libros de la enseñanza del idioma inglés.
Juan Carlos Gómez Aranda, quien escribió un guión con la historia de Comitán y que es un libro ilustrado, especial para niños.
En estos pasillos de la Casa de la Cultura caminó un escritor que falleció recientemente, Ernesto Carboney Fernández. Ernesto escribió poesía, cuento y dejó una novela breve sin publicar.
Amín Guillén Flores ha emprendido una labor importante de investigación y difusión de la cultura comiteca. Uno de sus libros más recientes tiene el título de “Cántaro y yagual”, y es la historia documentada del agua en Comitán. Muy pronto presentará el libro: “Mariano, guerrero de Cristo y su tiempo”, que habla de la vida y obra de Mariano N. Ruiz. El libro es una publicación de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar.
Doña Tony Carboney ha escrito varios libros con recuerdos del Comitán del siglo pasado. También tiene un libro con entrevistas a personajes entrañables del pueblo.
Omar Ruiz, antropólogo de profesión, comiteco que radica actualmente en el estado de Veracruz, es un autor que también ha incursionado en la poesía y que tiene novelas de muy buena factura.
Luis Armando Suárez Argüello, escritor que Polo Borrás dice es el mejor escritor de Comitán, recientemente publicó un libro que compendia algunos de los ensayos que publica en un diario estatal.
Enrique Robles Solís, especialista en derecho, también acaba de publicar un libro de cuentos de factura muy comiteca.
Fernando Limón, autor de libros esenciales para la comprensión de etnias de la región.
Luis Armando Armendáriz, con la novela “El nahual. Falsa crónica de la fundación de Balún-Canán”.
Antonio Argüello escribió un libro que resultó un compendio de personajes comitecos, quien, igual que ahora hago yo, tuvo que hacer una selección. El libro de Antonio tiene un detalle simpático: Dice que lo escribió una de sus hijas, que, en ese tiempo, era muy joven.
Jorge Antonio Ruiz Mandujano, autor de dos libros, uno de ellos se llama “Vida, pasión y muerte del comiteco”.
Marvey Altuzar es una poeta que nació en La Trinitaria y actualmente radica en la Ciudad de México, pero que tiene un vínculo esencial con Comitán.
Posdata: Sí, tenés razón, mañana lamentaré no haber incluido a fulano de tal y a sutanita, pero, insisto, fue un apunte ligerísimo para que me sirviera de guía en el programa de radio. Total, en la radio tenía la justificación de que, probablemente, me destinarían no más de cinco minutos. Ahora así, de manera escrita, no tengo más justificación que la premura. Quede pues así. Ya, con más tiempo y con más rigor, se puede hacer una relación más extensa y más luminosa. ¡Es necesario hacerlo!
miércoles, 19 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, CON TAREAS DE MÁS DE CUARENTA GRADOS
Querida Mariana: Una mañana calurosa acompañé a mi tío Mario a supervisar la carretera que construían. Me dio un casco para evitar el sol en la cara y que una piedra me abriera la cabeza, a las doce, me compró un refresco helado que tomé en la sombra, recostado en la llanta de uno de los camiones. ¿Cuántos años tenía? ¿Nueve? ¿Diez? Yo estaba de vacaciones. Desde la sombra vi cómo decenas de hombres manejaban camiones llenas de arena, piedra y chapopote; vi decenas de hombres, con paliacates en el cuello o sombreros de palma sobre la cabeza, manejar palas y picos, subir sobre andamios, todo en medio de una polvareda eterna, todo en medio de un sudor imposible. A la una, mi tío llamó al chofer y le dijo que a él lo pasara a dejar a la oficina y a mí me llevara a la casa, donde me esperaba mi tía con una comida exquisita, porque ella es una cocinera de lujo. El chofer obedeció. Yo pensé que mi tío era muy trabajador, porque después de la intensa jornada bajo el sol pasaría a la oficina, pero cuando la camioneta se detuvo y leí “LA OFICINA” en la fachada de una casa, pintada en azul y blanco y que tenía anuncios de la Cerveza Superior, entendí que así se llamaba la cantina.
Desde entonces, y de esto ya tiene más de cincuenta años, he aprendido que muchos lugares esconden su vocación detrás de nombres simulados. En Guanajuato conocí un lugar que se llamaba “El templo” y que, de igual manera, era una cantina. Ramiro, amigo de aquel estado, dijo que el nombre no mentía, porque el lugar era un templo dedicado al Dios Baco. Por supuesto que los amigos reímos, porque todos sabíamos que era cierto, pero la mamá que por primera vez escuchaba que el hijo decía que iría al templo se llenaba de gozo, sin saber que el hijo en lugar de comulgar hostias y beber la sangre de Cristo comería botanas y bebería bebidas alcohólicas. En lugar de hallar sosiego a su espíritu desosegaría a su alma y cuerpo.
¿Y qué me dicen del local bautizado como “La casa del maestro” que era un burdel en Tijuana? Ya imagino la reacción de los padres primerizos cuando el hijo avisaba que iría a la casa del maestro. “¡Ay, bendito Dios -pensaría la mamá- por fin estudiará este cabrón!”. Nunca imaginaría que el estudio, como dicen los clásicos, era de anatomía femenina y que, en lugar de libreta, necesitaba un condón para la hora de hacer los ejercicios prácticos.
Ahora, querida Mariana, por primera vez encontré una bebida con nombre sugerente (sugestivo, por digestivo). El otro día, en una reunión de amigos, Roge llevó una botella de tequila que se llama “La tarea”. A la hora que tomó un vaso, le puso dos hielos y se sirvió una generosa cantidad de tequila me dijo que estaba muy bueno. Vaya, pensé, por primera vez los muchachos podrán decir que les encanta terminar la tarea; por primera vez, las mamás de los estudiantes de bachillerato sonreirán al escuchar que sus hijos dicen: “Ya vengo, mamita, voy a casa de Mario a terminar la tarea”.
A la hora que regresan todos bolos, las mamás no creerán que es cierto lo que el muchacho jura: “Te juro, mamita, que sí fui a terminar la tarea”.
El otro día leí que las tareas escolares, en México, fueron “invento” de Maximiliano de Habsburgo; es decir, antes de su mandato imperial, en la escuela mexicana no había tal tormento. Yo, lo sabés, pienso que en las escuelas no debería haber tareas (Roge, tal vez, piensa lo contrario). ¿Por qué no trabajamos bien a la hora de clase y dejamos que los muchachos vivan otra experiencia de vida en las tardes? Sí, sé que esto que digo es polémico, pero hay países desarrollados en los que los muchachos no hacen tareas y tienen un gran desarrollo intelectual. Además, no sé vos, pero yo he visto que muchos llegan a “copiar” la tarea minutos antes que la entreguen.
Posdata: Cuando leí el nombre del tequila pensé de inmediato en la cinta “La tarea”, film mexicano que protagonizan José Alonso y María Rojo. En esta tarea, Virginia (todos los espectadores sabemos que Virginia ya no es virginia, porque es experta en cuestiones amatorias) debe entregar una tarea escolar, por lo que coloca una cámara escondida mientras ella y su pareja tienen un encuentro amoroso (la escena de la pareja haciendo el amor sobre una hamaca es una de las escenas más eróticas del cine nacional. José Alonso cuenta que él tiene esa hamaca en su casa.) Ahora conocí otra clase de tarea, un tequila que Roge dice que está muy bueno.
No supe si Roge terminó la tarea, porque salí temprano de la reunión con amigos. No supe si los otros compas le ayudaron a terminar la tarea. En este último caso los maestros hubiesen reprobado a Roge, sin saber que por encima de tareas escolares está la esencia de la amistad. ¡Salud! Seamos aplicados, ¡hagamos bien la tarea!
martes, 18 de septiembre de 2018
DEFINICIÓN DE NACER
Romina dice que el verbo nacer debería escribirse así: ¡na-ser!, porque el verbo alude al instante en que una persona se convierte en ser.
Minucias ortográficas aparte, Romina dice que nacer es el verbo que prefiere entre todos los demás verbos, porque alude al origen de todo, incluso del universo.
Romina dice que todo lo existente viene de ese verbo. Al principio, recuerda, nada existía. De pronto, por la causa que haya sido, todo nació, porque cada esencia tuvo su origen y ese origen tiene su cordón umbilical en la palabra nacer.
Nacemos a la vida, así como nacemos a la muerte. En el instante que un ser humano muere, por ejemplo, nace a la otra vida o a la otra muerte o a la otra nada o a la infinitud.
Romina dice que le encanta llenar formularios y solicitudes, porque, en todos ellos aparece un apartado que pregunta: ¿Lugar y fecha de nacimiento? Es decir, el mínimo formulario advierte que lo importante de un ser humano está en su nombre y en el lugar y el momento en que nació. Sin esto nada somos.
Ella dice que juega, aunque el revisor de la solicitud la señale como inadaptada. Ella, en el lugar de nacimiento, siempre escribe: El vientre de mi madre, porque señala que, como muchos explican, la territorialidad es una mera utopía alienante.
Como han reflexionado los grandes filósofos la patria es un concepto huidizo, tan volátil como el aire. ¿Qué es la patria? ¿Qué significa que alguien nació en México? Esta respuesta tiene el aro muy delimitado. Hay personas que se consideran “Ciudadanos del mundo”; no faltan los otros; es decir, los nacionalistas, que tildan de soberbios mamilas a los primeros. Pero, como demuestra el juego de Romina, decir que uno nació en una determinada región del mundo es meter un hueco en el clavo, porque, por ejemplo, ¿qué sucede con la persona que nació en Palestina si su lugar de nacimiento ahora ya no corresponde a tal país?
En Chiapas, hace pocos años, la administración gubernamental tuvo la ocurrencia de formar nuevos municipios. Estos nuevos municipios, se entiende, están formados por tierras que anteriormente fueron parte de otros municipios. Quien nació en un territorio que hoy tiene una nueva denominación ¿nació en?
A mí me gusta la respuesta juguetona de Romina, que no es más que eso: un juego. Nacemos de la madre y al sueño infinito de la madre volvemos.
¿Quien fue ya no volverá a ser?
Si consultamos al diccionario de la Real Academia hallamos la siguiente definición: “Dicho de un ser vivo. Salir del vientre materno, del huevo o de la semilla.”
El diccionario, en esta ocasión, es más certero que el común denominador de la población. Como bien dice Romina el lugar de nacimiento de los seres de la Tierra son el vientre, el huevo o la semilla. Y estas tres palabras, siguiendo el juego de Romina pueden intercalarse; es decir, el árbol nace del vientre de una semilla; Romina nació de la semilla del vientre de su madre; y el pájaro nació del vientre del huevo. Es maravilloso presenciar un video en el que la planta sale de la semilla que se abre como un par de manos generosas; es maravilloso ver un documental en el que la madre abre sus piernas como flor de madrugada para que nazca su criatura; es maravilloso presenciar el momento en que un pequeño cocodrilo, con la segueta simple de su trompa, abre la cáscara y asoma su cara.
A mí, como a Romina, también me gusta la palabra nacer. Cada vez que abro la ventana en la madrugada nazco al renuevo de día que nace infinitamente.
lunes, 17 de septiembre de 2018
PORQUE TODO ES RELATIVO
Pedro me dijo que no puede entender a su hijo, porque él (Pedro) viene de otro siglo. Lo dijo como si fuera un personaje de las primeras escenas de la película “Odisea 2001”, como si, en lugar de pantalón, usara taparrabo.
Lo que me impresionó fue cuando dijo que su hijo sueña con comprarse una camioneta Peugeot, del año, de esas asombrosas camionetas cerradas, que ahora llaman Suvs. ¿Miraba yo la imposibilidad de diálogo? No, dije que no lo miraba, entonces, Pedro dijo que ¡cómo no!, si era muy obvio. Él (Pedro), a la edad que ahora tiene su hijo, soñó siempre con poseer un vochito.
Fue cuando aprecié lo que Pedro mencionaba; es decir, Pedro soñó con poseer un vehículo modesto; ahora, su hijo sueña con poseer un vehículo impresionante.
¿Y cuál es el problema?, pregunté. Pedro puso la cara que pone siempre que hago preguntas que él considera tontas. Sus ojos se volvieron como rendijas por donde apenas cabe la luz y su boca tomó la forma de una serpiente detenida en lo alto de una duna.
¿Cuál es el problema? A mí me parece un deseo válido. Ahora, los muchachos sueñan con tener vehículos impresionantes, porque el siglo XXI es ¡impresionante!
Pedro dice que los jóvenes actuales son soberbios. Entonces contó que una tarde, de los años setenta, su papá, sentado en un sofá, leyendo el periódico al amparo de una lámpara de pie, le dijo que el tío Andrés había muerto y que viajaría a Coatzacoalcos, como era temporada de vacaciones decembrinas, Pedro le pidió a su papá que lo llevara. Al día siguiente, Pedro bajó las dos maletas y esperó que llegara su papá, que había ido a comprar una bolsa de café para llevar a la familia. Caminaron hasta la terminal de los autobuses y subieron al camión que los llevaría hasta Coatzacoalcos. Pedro me contó que iba feliz, tan feliz, viendo por la ventana los árboles, riachuelos donde las mujeres lavaban ropa y los campos donde pastaban las ovejas, que su papá le advirtió que cuando llegaran a casa del tío Andrés quitara esa cara de felicidad y adoptara la cara de circunstancia, que debía ser un rostro triste, apesadumbrado, como si estuviera en medio de un campo con niebla.
Llegaron a Coatzacoalcos, Pedro no tuvo que cambiar su rostro, porque apenas llegando a la casa del tío se unió a los primos y jugaron en el patio trasero. Cuando estuvieron en el panteón, una de las primas (no dijo su nombre), sobrina del tío difunto, lo tomó de la mano, lo llevó detrás de una capilla antigua familiar, lo abrazó y le dijo que le gustaba, que ella tenía mucho calor, en todo el cuerpo. Mientras al lado de la fosa todo mundo lloraba y algunas mujeres levantaban su lamento como si fueran chachalacas heridas, Pedro y la prima hacían un ritual de vida recargados sobre una tumba que tenía las fechas extremas del difunto que ahí reposaba: Abril de 1918 – noviembre de 1973; es decir, el difunto había sido enterrado un mes antes. Pedro, contra su costumbre, al final del relato del entierro dijo algo prosaico: Mientras enterraban a su tío, él también le enterraba su pene a la prima.
Dos días después, a la hora de despedirse de la familia (todos vestidos de negro), la viuda (tía Carmen) llamó a su hijo Hermilo y le pidió las llaves del auto del tío Andrés (un Volkswagen, sedán, modelo 70, de color verde pistache), y las dio al papá de Pedro con las siguientes palabras: “Andrés siempre me contó que tu sueño había sido tener su carro. Le dará gusto saber que queda en tus manos”. Pedro dice que su papá jamás había soñado con eso. El sueño era de él. Dijo que el viaje había sido más que agradable, porque no sólo poseyó a la prima sino también regresó manejando el deseo de su vida: Un vochito. Quise preguntar por la factura del coche, pero me abstuve.
Pedro me preguntó si recordaba su carro volkswagen, color pistache. Dije que sí, porque lo recordaba. Muchas tardes dimos vueltas y vueltas en las calles que rodeaban el viejo parque central, cantando canciones de José José.
Es cierto, en los años setenta los jóvenes soñábamos con poseer un vochito. El escarabajo (que muchos dicen fue diseñado por los alemanes como auto ideal en la segunda guerra mundial) era el objeto del deseo. Un anuncio de ese tiempo señalaba: “Think small”; es decir, en ese tiempo nos condicionaban a no pensar en grande. Incluso, muchos jóvenes que no estaban tan bien dotados físicamente se acercaban a las chicas y les decían, en voz baja, al oído: “Think small” y se señalaban con el dedo índice.
¿Qué de malo hay ahora que los muchachos piensen en grande? ¿Que piensen en Suvs en lugar de escarabajos que ahora ya no se fabrican?
Pedro dice que no puede entender a su hijo, dice que él y yo somos de otro siglo, lo dice como si fuéramos antediluvianos.
Antes de despedirse me dice que si recuerdo a la fulana de tal. Digo que sí. Entonces, él pone una cara de ardilla comiendo un pedazo de elote asado y dice que una noche la llevó cerca del panteón, en una calle perdida, y ahí logró hacer algo que no había hecho con muchacha alguna. ¿Qué? Él no me dijo, pero sonrió. ¿Qué pudo hacer que no haya hecho con la prima de Coatza?
Tal vez Pedro tiene razón, nosotros somos de un tiempo en que pensábamos en pequeño, ahora, los muchachos usan el siguiente slogan: “Think big” y yo no lo veo mal. No lo veo mal, porque estas Suvs son amplias y tal vez, imagino, lo que hizo Pedro con la fulana de tal en el asiento trasero del vocho, los muchachos de hoy lo hacen con menos incomodidad.
domingo, 16 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL JUGLAR MARAVILLOSO
Querida Mariana: El 21 de septiembre, México celebrará el centenario del nacimiento de Juan José Arreola. Es una bobera, pero Pepe le llama el vaquero del mar, por lo de ¡Arre ola!
Juan José está ligado a Comitán por un puente que se llama Rosario Castellanos. En el libro “El último juglar. Memorias de Juan José Arreola”, escrito por su hijo Orso Arreola, Juan José dice: “…cuando publico mi novela “La feria”, en 1963, Rosario Castellanos y Fernando Benítez escribieron algunos comentarios…” Sí, nuestra escritora, en el número uno de “El mundo de los libros”, escribió un ensayo titulado “Vitalidad de la novela mexicana”, en el que comenta la primera novela de Arreola. Con puntual claridad dice que en los cuentos fantásticos de Arreola “…se nos dilataban los ojos de asombro ante la destreza de su pirotecnia…” y que con su novela “ha pronunciado algún abracadabra misterioso y ha dado vida, color, calor a un pueblo que cada uno de nosotros guardaba en su memoria como el tesoro más preciado de su infancia.”
Advierto, querida mía, una apreciación más allá del mero saludo. Rosario leyó los libros de Arreola y no se quedó en el peldaño de lectora, ¡no!, como crítica luminosa que era hizo un comentario que dio luces a la novelística mexicana, porque en ese ensayo advierte que el cuentista de temas fantásticos, al escribir su primera novela entra a un terreno inédito (no mostrado en sus cuentos) donde se pasearon a sus anchas Agustín Yáñez, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el terreno “de la más variada tradición oral y escrita, procedente sobre todo de Ezequiel y de Isaías, de los apócrifos, del cartulario colonial y de los anales de un pueblo imaginario del sur de Jalisco.”
¿Encontró Rosario similitudes entre el pueblo de su novela “Balún-Canán” y el pueblo de la novela de Arreola? Tal vez. Arreola, a través de fragmentos, forma un gran retablo de su pueblo. En uno de ellos Arreola dice: “…Miren, respiren, éste es el viento que les digo… Los fuereños también lo reconocen, y muchos que van de paso se quedan a vivir. Hablan mal de nosotros, pero alaban el clima…” ¿Hallás alguna relación? Si le metemos una cuña imaginativa podemos decir que en la novela de Rosario también aparece el viento, a la hora que la niña protagonista llega a contar a su nana que fueron a Nicalococ a volar papalotes y que conoció el viento y su nana le dice que el viento es uno de los guardianes de su pueblo. Y respecto al clima mejor callo, porque “muchos que van de paso se quedan a vivir (en Comitán). Hablan mal de nosotros (los comitecos), pero alaban el clima…” Esto último lo dijo Arreola, pero como si lo hubiese suscrito Rosario. ¿Verdad que sí? Por esto digo que Zapotlán el grande está unido a Comitán de Domínguez por un puente que en un extremo está soportado por un cimiento que se llama Juan José Arreola y en el otro extremo está el cimiento llamado Rosario Castellanos.
Pero también hay constancia fotográfica donde aparecen Eraclio Zepeda, Raúl Garduño (poeta comiteco), Óscar Bonifaz (poeta y escritor comiteco, Premio Chiapas 2014) y Juan José Arreola. Están en Tuxtla Gutiérrez. Los tres primeros ya bajaron del auto y Arreola está a punto de hacerlo, se detiene ante la puerta abierta del auto.
Cuando Arreola, en los años setenta, llega a Comitán, Óscar Bonifaz es quien lo atiende. En ese tiempo, Juan José tenía un programa de televisión en el canal 13. Una tarde mágica llegó a Comitán y, en el parque de La Pila, grabó parte de un programa que realizó en Chiapas. Por este programa recibió el Premio Nacional de Periodismo, en el rubro de Divulgación Cultural. Recuerdo que en ese viaje a Chiapas pasó también a San Cristóbal de Las Casas, lugar en el que fue atendido por Prudencio Moscoso Pastrana, excelso cronista coleto. Recuerdo la imagen en la que ambos recorren la explanada del mercado y Arreola se agacha ante una mujer chamula que vende chile de Simojovel, regado sobre un petate. Arreola compra una medida de chile de Simojovel.
De la misma tierra de Arreola es mi amiga Mar Pérez y ella, tal vez sin mucha conciencia, también es puente entre Juan José y Comitán, porque ella es admiradora de hueso colorado de la obra literaria de Rosario Castellanos. Y digo que ella no lo sabe, porque Mar no sabe que Pepe nombra a Juan José “El vaquero del mar”, por lo de “Arre ola”, ahí, en el mar de Mar, hay una ola jalisciense que moja las orillas de una playa llamada Comitán.
En todo México se celebra el centenario del nacimiento del llamado “Último juglar”. En Comitán también lo hacemos, porque fue un puente donde caminaron los comitecos Rosario Castellanos, Raúl Garduño y Óscar Bonifaz.
Posdata: Cierro esta carta citando a Emmanuel Carballo, el gran crítico de la literatura mexicana. Carballo dijo: “Es un lujo leer a Arreola, leerlo en voz alta”. Bueno, ahí queda. Celebremos a Arreola leyéndolo, lo leamos en el parque de La Pila, aire y agua donde Juan José celebró la vida una tarde de los años setenta.
sábado, 15 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, CON HUELLAS
Querida Mariana: Un día, Alfonso me dijo que Comitán desperdicia la imagen de Rosario Castellanos. No hemos sabido promocionarla.
Muchos empresarios comitecos de promoción turística explican que Comitán no aparece en los mapas turísticos; es decir, Comitán no está considerada como una ciudad para visitar, como una ciudad que pueda interesar a los turistas. ¿Por qué? Porque los comitecos no hemos sabido planificar una visita atractiva, no hemos sabido arreglar la casa para mostrar las bellezas culturales que poseemos; no hemos sabido ofertar a Comitán como una ciudad con gran potencial turístico. Muchos insisten en que no hay nada qué hacer en Comitán, no hay nada qué ver. Esto no es cierto. Pero muchas personas así lo piensan (incluidos muchos paisanos).
El otro día, Enrique me comentó que uno de sus primos llegó de visita a Comitán. El primo vivió en esta ciudad hace muchos años, actualmente radica en el norte del país. En nuestro pueblo disfrutó al recorrer las calles que caminó de niño, pero como Comitán ha cambiado con el tiempo pasó a la delegación de turismo a preguntar qué lugares le recomendaban para visitar. Ya había ido a la región de Los Lagos, a Las Guacamayas; ya había visitado El Chiflón, la laguna de Chucumaltic, Tenam y había estado en Las tres Tzimoleras. Deseaba conocer lugares emblemáticos de Comitán. ¿Sabés qué lugar le recomendó la persona de turismo? ¡Que fuera a la Plaza! ¡Dios mío! ¿Cómo? ¿Eso promocionan? Ya dije que el primo radica en el norte del país, lugar en donde (¡Por Dios!) hay plazas comerciales más impresionantes.
Tal vez la empleada de turismo piensa lo mismo que piensan muchos: ¡No hay nada qué ver en Comitán! ¡Dios padre! Entonces, ¿por qué Comitán está considerado como pueblo mágico? Comitán obtuvo la distinción de pueblo mágico porque el comité promotor demostró que este pueblo tiene una riqueza cultural ¡única! A Comitán no le dieron el título de mágico por tener una plaza comercial. ¡No! A Comitán le dieron el título por su riqueza cultural ancestral, por preservar un modo de ser auténtico. Esto, entonces, es lo que debemos alimentar y difundir, para que los comitecos gocemos tal tesoro y podamos compartirlo con todos los turistas potenciales que lleguen a esta tierra generosa.
¿Comitán no está en el mapa turístico de las promotoras nacionales? No importa. Rosario Castellanos, muchos lo han dicho muchas veces, puso el nombre de Comitán en el mapa cultural del mundo, ¡del mundo! Basta entonces colocar el nombre de Rosario en lo más alto del cerro Junchavín (es una metáfora) para hacer que lleguen a Comitán millones de visitantes que prefieren el turismo cultural. ¡Rosario es una de las nueve estrellas de Comitán! ¿Qué esperamos para promocionarla de manera adecuada? No se trata de volverla un simple llavero o una simple playera, ¡no!, se trata de promover su imagen creativa. ¿Cómo? Ah, bueno, esa es la tarea que debe hacer un grupo multidisciplinario que esté conformado por expertos en turismo, en mercadotecnia, en chunches tecnológicos, en literatura, en rasgos culturales, en… ¡uf!, muchas disciplinas. ¿Tienen que venir de fuera estos expertos? No necesariamente. Los expertos de otros lados desconocen la riqueza cultural de este pueblo. Quienes acá nacieron tienen a Comitán en la palma de su mano, pueden reconocer su riqueza.
En la fotografía que te anexo aparece una placa que dice: “Rosario Castellanos vivió en esta casa”. ¿Sabés en dónde está colocada esta placa? En la casa que está frente al módulo turístico, a un costado del palacio municipal. En la casa que habitó la familia de Rosario ahora está el restaurante ‘Ta Bonitío. En el mismo espacio la anterior administración municipal colocó una placa con el mismo texto, pero era una plaquita muy pishcul, ahora, los dueños del restaurante colocaron una placa más digna, más visible. Esto parece un símbolo de lo que debe hacer Comitán: ¡visibilizar la figura excelsa de Rosario!, quien (parece una ironía) es más reconocida en otros lugares del mundo y no es reconocida en su propia tierra.
Lo que digo no es un exceso. En una ocasión, querida Mariana, escuché que una señora dijo que ya bastaba de echarle flores a Rosario Castellanos, que ya era una desproporción. Y esto no sólo sucede en estos tiempos. En los tiempos que Rosario vivió, muchos paisanos minimizaron su obra. Algunos dijeron que cómo era posible que ella (hija de un rico hacendado) casi casi renunciara a su clase social, al colocarse del lado de los indígenas. Parece mentira, pero Rosario no fue profeta en su tierra. Y así seguimos y por eso así nos va.
Cuando Eduardo Ramírez Aguilar (ahora senador) fue presidente municipal de Comitán mandó a colocar una placa en otra de las casas que habitó Rosario (la que está a la salida del Pasaje Morales y que ahora es casa de la familia Tovar Serrano).
En la casa donde ahora está el restaurante ‘Ta bonitío Rosario vivió de niña, porque, según testimonio de doña Lolita Albores, amiga personal de la escritora, ella, al caminar por la banqueta, miraba a Rosario y a su hermanito sentados en el balcón. Recordemos, querida mía, que su hermanito (Benjamín) falleció siendo pequeño.
La casa que está frente a la salida del Pasaje Morales la habitó Rosario cuando era estudiante de secundaria, porque, en el libro “Comitán 1940”, de Armando Alfonzo, éste dibujó un croquis de la casa de la escritora. Don Armando dice que es copia de un dibujo que su compañera de aula dibujó como tarea.
Las dos placas son huellas luminosas. Si un turista llega a Comitán y pregunta por Rosario, ya puede hacerse un itinerario de su paso. Ya están ubicadas dos casas, en la primera puede el turista entrar y ver aún elementos arquitectónicos originales e imaginar que ahí, en ese patio, Rosario jugó con Benjamín y que ahí escuchó historias narradas por su nana Rufina. Además, ahora, el turista puede degustar un platillo de la carta del restaurante. No conozco la carta, pero sé que el chef es un exquisito cocinero. ¿Hacen platillos especiales con nombres especiales que hagan referencia a la memoria de Rosario? No lo sé, pero pienso que eso sería un agregado especial. ¿Una bebida que se llame Rosario? ¿Un postre que se llame Chactajal, que es el nombre del rancho que aparece en la novela “Balún-Canán”? ¿Hay en el interior de la casa datos que hablen de la vida y obra de la escritora?
Cuando el contador Aguilar Meza fue presidente municipal inició el proyecto “Ciudad Rosario”, en el que los parques más simbólicos de Comitán tendrían elementos que recordaran la obra de la escritora. En el parque de San Sebastián puede verse, en el piso, fragmentos de poemas de Rosario, obra realizada por el magnífico ceramista comiteco Arturo Avendaño. Algunas personas se opusieron al proyecto y éste ya no tuvo continuidad. Una lástima, porque la ruta Rosario podría comenzar con la visita a las dos casas que habitó (las dos casas están a media cuadra del templo de El Calvario, templo que también aparece en la mencionada novela), luego continuaría con una visita al mercado Primero de Mayo, espacio que, perdón por la insistencia, también aparece (de pasadita) en “Balún-Canán”, y, más tarde, los turistas podrían llegar al parque de San Sebastián (barrio donde vivió su madre de soltera) y disfrutar los fragmentos de poemas que están inscritos en el piso. ¿A poco esto no es turismo cultural? Por supuesto que sí. Para entonces, ya el delegado de turismo podría aleccionar a su personal para que sugieran la visita de estos lugares en el lugar donde Rosario bebió parte esencial de su numen creativo. ¿La plaza? ¡Por el amor de Dios, esto es como un mojol! Después de llenarse de la esencia comiteca, el visitante puede ir a la Plaza para descansar viendo una película.
Alfonso tiene razón: los comitecos desperdiciamos la figura de Rosario Castellanos. ¡Dios mío, qué desperdicio tan ingrato! Es como tirar engarces de oro con ámbar por el albañal. En las ciudades donde han nacido y crecido grandes escritores, las autoridades y el pueblo unido fomentan las virtudes y preparan programas especiales para los millones de turistas que, antes que la playa y el turismo de aventura, prefieren el turismo cultural. Hay millones y millones de turistas sosegados que disfrutan los rasgos culturales de los pueblos, que reconocen sus virtudes.
Posdata: La misma Rosario se quejó que cuando llegó a Comitán (después de haber padecido tuberculosis) muchas amistades le cerraron las puertas de sus casas. Es una pena que sigamos cerrándole las puertas a una de las más grandes escritoras de México del siglo XX; es una pena que no advirtamos la bondad de su genio; que no podamos emplear su imagen para darle luz y brillo, porque esta imagen permitiría que nuestro pueblo fuera uno de los lugares más visitados de Chiapas.
Hagamos lo que hizo el restaurante ‘Ta Bonitío. Dignifiquemos la imagen de nuestra escritora, la hagamos visible para todo el mundo. Ella nos dejó la mesa puesta. Nosotros no hemos sabido aprovecharla, no hemos sabido quererla, apapacharla, amarla.
viernes, 14 de septiembre de 2018
CARTA A MARIANA, CON MUCHOS VACÍOS
Querida Mariana: Hay muchos vacíos en todos lados, en política, en casa, en la calle, en las relaciones, en los conocimientos elementales y en los conocimientos complejos. Tal vez lo generoso de la vida sea el intento de ir llenando esos vacíos, a pesar de que sepamos que nunca lo lograremos. Es difícil llenar vacíos sin que se cuelen inexactitudes. Es difícil, pero hay que intentarlo.
Digo lo anterior, porque muchos desconocemos partes esenciales de la vida de Rosario Castellanos, la famosa escritora que, a pesar de haber nacido en la Ciudad de México, se asumía comiteca. Sabemos, eso sí, que Rosario llegó a Comitán cuando tenía meses de edad (sus papás eran comitecos) y regresó a la Ciudad de México donde cursó el tercer grado de secundaria. Dolores Castro, su gran amiga y también poeta, cuenta que Rosario regresó a Comitán para celebrar sus quince años y luego volvió a la Ciudad de México.
Lolita Albores, también amiga de Rosario, y quien es recordada con cariño en Comitán, contaba que el papá de Rosario, don César Castellanos, fue un rico hacendado, propietario de dos haciendas, una de ellas se llamaba “El Rosario” y estaba ubicada cerca de Ocosingo; la otra hacienda se llamaba “Chapatengo” y estaba cerca del río Grijalva.
En esta fotografía que te anexo aparece Comitán y las dos haciendas. Como vemos, Chapatengo estaba más cerca de la ciudad. Para llegar a El Rosario había que realizar un viaje de varios días.
Dolores Castro cuenta que conoció Chapatengo: “…Su hermano (se refiere a Raúl, medio hermano de Rosario, quien se hacía cargo del rancho) había puesto una serie de grandes modernismos alrededor: un pequeño lavabo como de hoja de lata y un excusado que, ese sí, estaba construido con su techo, y sólo le había puesto una ventana, pero ahí se asomaban las vacas…”
¿Cuál es el rancho que aparece con el nombre de Chactajal, en la novela “Balún-Canán”? Todo parece indicar que Rosario usó “El Rosario” para dar vida a la ficción literaria. ¿Por qué? Porque en un momento de la redacción, la autora dice que hicieron un alto en la finca de Bajucú y, como todo mundo de acá sabe, Bajucú está rumbo a Altamirano y a Ocosingo.
¿Puede colegirse que el papá de Rosario se quedó sólo con Chapatengo al final? Tal vez sí, porque en los viajes que realiza Rosario, ya muertos sus padres, sólo habla de Chapatengo, rancho que, como ya dije, era atendido por su medio hermano Raúl y que es el rancho al que viaja Rosario en compañía de Dolores Castro.
Y digo que hay vacíos porque no se sabe bien a bien qué sucedió con estos ranchos. Debemos recordar que con la Reforma Agraria, impulsada por Cárdenas, muchas haciendas se convirtieron en ejidos y sus poderosos propietarios tuvieron que ceder sus tierras.
En el libro “Cartas a Ricardo” hay unas cartas que Rosario escribió desde Chapatengo, a fines de 1951, año en que Rosario ya tiene veintiséis años; es decir, este rancho le siguió perteneciendo a ella después de la repartición de tierras. Si no todo, parte de él. Pero de “El Rosario” ya no vuelve a saber algo.
Y digo que hay vacíos, porque uno debe imaginar que Rosario escribía la carta cerca del río Grijalva y alguien (¿Raúl?) debía viajar a caballo por los caminos de terracería para llegar a Comitán y depositar la carta en la oficina de correos. Quienes han leído el libro “Cartas a Ricardo” saben que éste no leía la mayoría de cartas que Rosario le enviaba. Ricardo ignoraba el amor inmensurable de Rosario e ignoraba los esfuerzos que, en ese tiempo, significaba enviar una carta desde Chapatengo hasta la Ciudad de México.
Posdata: En intento de llenar vacíos te envío copia de este mapa, que tomé de la contraportada del libro “Las haciendas de los Llanos de Comitán”, una edición de CONECULTA-Chiapas. El mapa es una réplica de la Carta General que fue publicada en 1856, año en que Ángel Albino Corzo, era gobernador de Chiapas. Ahí están señalados los dos ranchos de don César. Ahí está señalada la ciudad en la que Rosario vivió su niñez y parte de su adolescencia. ¡Nuestra ciudad!
A medida que pasan los años es más difícil llenar vacíos, porque la memoria es como un odre viejo con huecos donde se diluye la esencia.
jueves, 13 de septiembre de 2018
DÍA ORDENADO
¿Cómo le hacen los ordenados para tener orden? Tengo amigos que llegan al extremo del orden, son casi maniáticos.
Mi mamá ha dicho siempre: “Cada cosa tiene su lugar”. ¿De verdad es así? ¿Cuál, entonces, es el lugar de los objetos que se amontonan en mi escritorio?
Siempre que veo el caos de mi escritorio, de la cajuela de mi carro, de la mesa de comedor de la casa recuerdo el escritorio del estudio de Carlos Monsiváis, recuerdo una fotografía en la que Monsi apenas aparece detrás de enormísimas montañas de papeles y dos o tres gatos que se pasean orondos de uno a otro lado de la cadena montañosa.
Siempre que veo el caos de mi escritorio, recuerdo un verso de Szymborska, la gran poeta polaca, que dice: “…Prefiero el infierno del caos al infierno del orden”.
Me gusta repetir el verso de la Szymborska porque ambas condiciones las considera infernales. Eso es maravilloso.
Tengo amigos que cuando ven la cajuela de mi carro ponen la misma cara que ponen cuando ven un perro muerto a la orilla de un río. Veo sus reacciones y sé lo que piensan, porque ellos son fanáticos del orden y de la limpieza. Dije que tengo amigos que llegan al extremo del orden, cuando entran a un espacio en el que hay sillas las acomodan para que las patas coincidan en la misma línea de los mosaicos. Hay una película (ya vieja) con la misma actriz que trabajó en la cinta “Pretty woman” (perdón, no recuerdo el nombre de la actriz), en la que su esposo coloca las toallas de manos del baño con una exquisitez abrumadora.
Sí, creo que abrumadora es una palabra que también se puede aplicar a los que caen en el exceso de la pulcritud. A veces, sin que mi amigo exquisito se dé cuenta, paso y muevo tantito las sillas que acaba de acomodar, para que no se vean tan perfectas.
Me gusta el verso de Szymborska: “Prefiero el infierno del caos al infierno del orden”. No me gustan, por ejemplo, los libreros en los que los libros están acomodados bien rectecitos, acomodados por colores o por tamaños o por disciplinas. ¡Los odio! En realidad no voy a bibliotecas públicas porque los libros están acomodados de acuerdo con el criterio formalito de Dewey. Hay estantes para libros de Historia y estantes para libros de Literatura. Entiendo que así funciona el mundo, pero a mí me encanta entrar a casas en los que las bibliotecas muestran un cierto desorden apabullante, magnífico. Me encanta acercarme a los libreros y descubrir en medio de un libro de sexualidad y otro de descubrimientos científicos una novela de Navokob. Sé que esta disposición permite más asociaciones que el simple orden en el que Navokob está en medio de un poemario de la mencionada poeta polaca y un libro de cuentos de García Márquez. Cuando las novelas están en un solo estante es como si el propietario uniformara los libros y a los autores. Los escritores toman la cara aburrida de los escolares a la hora del homenaje, con el mismo uniforme, con los brazos bien derechitos sobre la parte exterior de los muslos. ¡Uf, qué orden tan de infierno!
No sé de dónde salen los papeles y los libros que comienzan a llenar mi escritorio. A veces pienso que son como cucarachas diurnas. Cuando me levanto a la una de la madrugada para ir al baño y enciendo la luz casi siempre encuentro a dos cucarachas que corren a esconderse. Ellas, como dice mi mamá, tienen su espacio; es decir, siempre hay una casa para una cucaracha. Pero, ¿qué sucede con esas cucarachas diurnas que se convierten en papeles y libros e inundan mi escritorio? ¿De dónde salen? Cuando mi mamá dice lo que dice, pienso que, tal vez, los papeles y libros encuentran su lugar en la superficie de mi escritorio; es decir, ¡están en su lugar! Tal vez por esto prefiero “el infierno del caos al infierno del orden”.
Mis amigos y personas que entran a mi oficina y presencian y odian el caos de mi escritorio no saben que esas montañas de papeles y de libros están en el lugar correcto. Una mañana salieron, quién sabe de dónde, y llegaron al que es su lugar favorito. Por eso los dejo estar a gusto, así, encaramados unos encima de los otros. Por eso, también, en mi librero los libros no están bien acomodados, más bien asemejan ramas retorcidas de árboles donde se posan los árboles del pensamiento que, obligado por el tema, puedo decir que nunca es ordenado. El pensamiento es caótico, casi con el mismo caos que, en su infinito orden, presenta el universo.
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