sábado, 14 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON ALEGRÍA DE FERIA




Querida Mariana: Siempre me han gustado las ferias. Claro, mis gustos han cambiado. De niño me gustaba ir con mis papás a la feria de San Caralampio (es la que más recuerdo). Lo que más me gustaba era pararme frente a los locales donde vendían juguetes (“Las zacatecas”). Mis papás me daban mi domingo, yo guardaba las monedas para las ferias o para los viajes de vacaciones, así que cuando llegaba la feria de tata Lampo, yo quebraba el cochinito y llevaba las monedas para intercambiarlas por juguetes o para jugar al chingolingo. Sí, querida Mariana, me encantaba regalar mi dinero con los hombres que somataban la caja de madera con figuras de la lotería. Ocasionalmente ganaba, pero como sucede con los amigos que han ido a Las Vegas, al final terminaba perdiendo el dinero (dólares allá, monedas de a peso acá).
Ahora ya no me gusta ir a las ferias del pueblo. La de San Sebastián (perdón) ya no es lo que era, ha perdido alegría; la de San Caralampio también perdió su encanto. Aún (gracias a Dios) continúa la tradición de la marimba, de los diablitos, de las ofrendas de flores, de las campanas, pero en el parque siempre aparece una peste de orines que opaca los aromas exquisitos de los encurtidos, de las “cajetas” de durazno o de membrillo o de manzana. El olor de los orines sofoca al grato aroma de los eques y de esas florecitas blancas llamadas nubes. ¿A poco no es una pena que ahora las nubes estén enredadas en plastas oscuras? ¿La feria de agosto? Me encanta acudir al parque central el mero día, el 4 de agosto. ¡Ah, qué manifestación tan llena de vida! La gente se apropia del espacio, como era antes. Hay conciertos de marimba, desde las diez de la mañana hasta la diez de la noche; las campanas tocan a todo lo que dan; los niños corren y comen algodones. Alrededor de la fuente hay juncia fresca y puestos donde venden antojitos: panes compuestos, butifarras, tamales de bola, de mole; y dulces, muchos dulces: quiebramuelas, gaznates, chimbos, turuletes, tabletas de manía y obleas. ¡Ah, tan ricas las obleas, que dejan bigotes blancos con aroma de canela! ¿Ir a las instalaciones de la feria? ¿La verdad? No, la mera verdad, ¡no! No soy ranchero, así que no llama mi atención ir a ver ganado cebú; no bebo alcohol, así que no llama mi atención ir a ver decenas de changarros donde venden jarritos con tequila; ya no soy niño para trepar a los juegos mecánicos, además, la verdad, la verdad, no es muy atractivo subir a una rueda de caballitos donde los caballitos están todos despintados y los tubos están oxidados. Voy, eso sí, a la Feria del Pan Compuesto, sólo para ver la riqueza de colores y la plenitud de aromas y el gusto con que los niños, jóvenes y viejos le hincan el diente a esa delicia gastronómica de nuestro pueblo.
Conforme crecí, cambié de tipo de feria. Cuando estuve como universitario en la Ciudad de México una vez fui a la Feria del Nopal, y, en otra ocasión, una amiga me invitó a ir a la Feria del Cómic. En mi vida lo habría imaginado. ¿Una feria del cómic? Sí, cientos de metros cuadrados llenos de revistas; stands de venta y salones donde había conferencias acerca del tema y apartados donde grandes ilustradores dibujaban frente a decenas de fanáticos. ¿Así que había ferias de todo tipo? Sí, mi amiga se encargó de decirme que en la Ciudad de México hacían la Feria del Hogar, en el Palacio de los Deportes. ¿Del hogar? Sí, hombre, ahí cientos de empresas exhiben y venden refrigeradores, estufas y demás chunches para la casa. ¡Uf! ¡Qué genialidad!
Y un día descubrí, día sublime, que había feria del libro, ¡del libro! Cuando fui un niño gordo soñaba con ir a la Feria del Taco. Cuando me enteré que había ferias de libros comencé a soñar con libros, soñé que como bandadas de pájaros los libros volaban por todos los cielos. Sí, para quien es amante de la gastronomía debe ser un deleite asistir a una Feria del Chile en Nogada; los amantes de la cerveza deben ser felices cuando acuden al Oktoberfest que es un festival que organizan en Alemania y a donde acuden millones, millones, de aficionados a esta bebida. Los lectores de hueso colorado amamos las ferias de libros.
Pronto, ya muy pronto, se realizará la Feria del Libro, de Guadalajara, y que es la feria más importante del mundo hispano. Esta feria no alcanza, todavía, el número de visitantes que acude a la feria de la cerveza, pero la cifra no es escasa. El año pasado acudieron más de ochocientos mil visitantes. ¿Mirás? Es un número muy decente. Más de ochocientos mil lectores acudieron a disfrutar de ese banquete intelectual. ¡Ah!, cada vez que sucede la feria del libro, los pasillos se ven repletos de personas que van de uno a otro stand, que hojean libros, que piden la fotografía del recuerdo con el famoso escritor que camina por ahí. Los grandes escritores mexicanos acuden a la FIL y presentan libros y dan conferencias y conversan con compas y con los lectores; por ahí pueden asomar Villoro, Fabio Morábito, Enrique Serna, Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Cristina Rivera Garza, Jorge Volpi, Alberto Chimal, Ana García Vergua (Vergua, dije Vergua) el buen Xaviercito Velasco y muchos más. Y por ahí también asoma Taibo II, el que la mete doblada, y como cada edición está dedicada a un país en especial, el país invitado acude con una delegación de sus mejores autores. Es un verdadero festejo de la inteligencia.
Pero, ¡qué bueno!, en Chiapas no nos quedamos atrás. Del 30 de septiembre al 4 de octubre se celebrará en Tuxtla Gutiérrez la 6ª. Feria Internacional del libro UNACH 2019, que en esta ocasión tiene como invitado de honor a Puerto Rico. Esto quiere decir que autores de la isla visitarán Chiapas y convivirán con los lectores de este estado y beberán una cerveza con los autores de esta región y se estirarán lazos de amistad entre ambos territorios culturales. Yo no he leído algo de algún autor portorriqueño. Hace tiempo leí un poema de Rosario Ferré, pero nada más. Tal vez sea la música la que más está impresa en mi memoria. Mi tío Eugenio escuchaba todas las tardes discos de Daniel Santos, y yo, adolescente, amé las canciones de José Feliciano. ¡Ah, en tardes de bolera, los amigos y yo cantábamos: Pueblo mío que estás en la colina…! El hecho de que Puerto Rico sea el país invitado de la Feria del Libro de la UNACH permitirá un acercamiento a su cultura, entrando por esa puerta maravillosa que es la literatura.
Y acá, igual que en la FIL, de Guadalajara, los lectores visitantes podrán adquirir las novedades editoriales, asistir a conferencias y a presentaciones de libros, y platicarán con los autores de Puerto Rico y con los nuestros, los que hacen la literatura de nuestra tierra. Y de igual manera que en la FIL, acá estarán los grandes, los grandes de Chiapas. Por ahí, en los pasillos estará Héctor Cortés Mandujano (quien recientemente estuvo en el museo Rosario Castellanos, presentando un libro de su editorial), y también estará el doctor Andrés Fábregas Puig, quien fue director del Instituto Chiapaneco de Cultura, un gran intelectual que ahora radica en otras tierras; y estará el poeta Efraín Bartolomé, y el poeta Óscar Oliva; y Alejandro Aldana presentará el libro “Novela de Chiapas”. Y por ahí se asomará el poeta Balam Rodrigo (quien estará en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, el próximo martes 17 de septiembre, a las diez de la mañana, presentando su libro “Cantar del ángel con remos en la espalda.”. Entrada libre.); y también estará Marisa Trejo y Fernando Trejo y Socorro Trejo, ¡ah!, qué disfrute, todo el racimo familiar que se dedica al cultivo de la poesía. Miguel Lisbona y Patricia Chandomí presentarán el libro que se titula “Clamar en el desierto. Mujeres en la historia contemporánea del Sureste de México”, que será presentado por el admirado maestro Sarely Martínez y por mi querida amiga Sandra de los Santos. Y estará Alfredo Palacios y José Falconi y mi querido maestro Enrique García Cuéllar; y mi amiga Damaris Disner presentará su libro “Memorama de poesía: cáscara de mar (haikus)”; y la presidente de la Asociación de Cronistas de Chiapas, Sofía Mireles, hará comentarios al libro “La crónica en Chiapas”, de Julio Solís. Y… ¡pucha!, cuánta inteligencia chiapaneca reunida, ¿verdad?
Muchos libros serán presentados; muchos presentadores soltarán su rollito. ¿A poco no se antoja estar en la presentación del libro “Obra poética de Óscar Oliva”, donde mi estimado Marco Antonio Besares Escobar hará comentarios?
Posdata: El tres de octubre, a las doce del día, el cronista comiteco Amín Guillén presentará su libro: “Mariano, guerrero de Cristo y su tiempo”, que narra parte importante de la vida y obra de Mariano N. Ruiz, y que es una edición de la universidad que lleva su nombre.
Habrá fiesta en Tuxtla, en Chiapas. La literatura mostrará sus mejores vestidos. Los lectores chiapanecos y de otras partes gozarán este banquete, donde la cultura de Puerto Rico estará en el sitio de honor.