lunes, 9 de septiembre de 2019

CARTA A MARIANA, DOS DÍAS DESPUÉS




Querida Mariana: Óscar Bonifaz cumplió 94 años, los cumplió el 4 de septiembre de 2019. Ese cuatro no dejó de sonar el teléfono todo el día. Bonifaz recibió llamadas de muchos amigos y familiares que lo aprecian. En plan de broma dijo que me quería invitar a su comida, pero como sabe que no como más que polvitos y pasto ¡no lo hizo! En plan de broma dijo que me quería invitar a su cena, pero como sabe que me duermo a las ocho de la noche ¡no lo hizo! Lo que sí hizo fue aceptar una comida que le ofrecieron en el restaurante italiano que está a media cuadra de su casa (Due Torri). Lo que sí hizo fue abandonar tantito a los amigos en el restaurante y bajar a su casa para recibir un obsequio floral que le envió el presidente municipal. Como Bonifaz es poeta y en el aire las compone, al día siguiente, escribió una nota de agradecimiento dirigida al secretario particular para que la pasara al presidente. La nota decía:

Ayer fue mi aniversario
y algo me quedó pendiente,
mi querido secretario.
Dígale a mi presidente

que recibí en ese día
un gran arreglo floral
y la sorpresa fue mía
pues no estaba nada mal.

¡Cómo chingados pasa esto!
¡Que se me haga este honor!
Si yo sé que no merezco
éste tan grande favor.

Fui a verlo a su casa, dos días después. Toqué y abrió el portón eléctrico. ¿Pensó que yo era un auto? ¿Me miró cara de Volkswagen? No, entendí que esa mañana estaba solo y no quería caminar hasta la puerta. Entré y miré cómo estaba el jardín en los noventa y cuatro de Bonifaz: Dos matas de lavanda y una de buganvilia estaban derramadas en flores, y Tequila (su chucho) movía la cola como si fuera la reserva de la casa.
Lo encontré escribiendo. Dos días después de sus noventa y cuatro, Bonifaz redactaba parte de una novela (dice que lleva redactado un cuarto de su novela más reciente).
Me senté, él hizo lo mismo. Sonó el teléfono, se apoyó en el descansabrazo del sofá y caminó de la sala al antecomedor (dos o tres metros). Mientras llegaba, bromista siempre, gritaba: “Ya voy, ya voy”. Levantó el aparato y se emocionó. Tapó la bocina con su mano y me dijo que le estaban cantando las mañanitas desde Estados Unidos. Yo, mientras tanto, vi los cuadros que están en las paredes: acuarelas de Mario Pinto y del maestro Muñoz López (dos niños que retozan en San José del Arco, en Montebello), un cuadro de Juan Tiney, y un óleo del Güero Mandujano (retrato de la mamá de Bonifaz). Cuando regresó a sentarse me contó que quien le llamó de Estados Unidos es un muchacho que él ayudó mucho cuando estaba joven y vivía en Comitán. Ahora él trabaja allá y de vez en vez le envía dinero, como símbolo de agradecimiento por lo que el poeta hizo por él.
Le comento que el día de su cumpleaños le mandé un abrazo por la radio. En el noticiario Noti-Vos leí uno de los tachilgüiles que escribía en el boletín ImaginARTE a Comitán, y que con Iván y Lupita habíamos comentado que esas anécdotas no eran todas auténticamente comitecas, muchos tachilgüiles eran chistes o anécdotas de otros lados que él adoptaba y adaptaba al lenguaje comiteco, con su agregado al estilo Bonifaz. Sí, dijo él, “en el fondo hay verdades” y contó que en una ocasión un señor halló a su compadre muy acongojado, en el parque. ¿Qué le pasó, pue, compadre? ¡Ay, compadre, se murió mi hijita! ¡Ah, la puta! No, compadre, la honradita.
Bonifaz cumplió noventa y cuatro. Él y Rosario Castellanos son comitecos que han sido honrados con el Premio Chiapas.
¿Algún día Comitán nombrará una calle con su nombre, para que, como Chaplin, coloque el bastón en su hombro y camine con su paso de tiuca sobre brasas? Dentro de seis años, Bonifaz cumplirá ¡cien años!
El escultor Luis Aguilar tiene una propuesta para honrar al escritor comiteco. Si ya Comitán tiene un busto de Rosario, Luis propone realizar un busto para Óscar. Parece que la carpeta técnica de la propuesta de Luis ya llegó a las autoridades estatales. Todo está en manos del destino.
Bonifaz no es monedita de oro, pero existe un amplio círculo de chiapanecos que lo quiere y admira y estaría de acuerdo con que la propuesta de Luis fuera aceptada. Imagino el busto de Bonifaz (Luis sugiere que esté en la plazuela del templo de El Calvario, que es el templo de la zona donde está la casa del escritor), imagino a los peatones deteniéndose frente a esa “cabeza” y recordando las mil anécdotas que cuenta el escritor, recordando ese texto poético que se llama “Vuelo nupcial” y que todo mundo conoce como “El poema del zancudo” y que termina de manera jocosa. No todo mundo lo reconoce, pero Bonifaz heredó mucho del carácter juguetón del comiteco.
Posdata: No hubo más arguende en los noventa y cuatro de Bonifaz. Él comió con sus amigos y se dedicó a escribir y a recibir decenas de llamadas telefónicas de sus amigos y familiares y a extasiarse con el arreglo floral, inmenso, que le dedicó el presidente municipal de Comitán. ¡Felicidades, maestro Oscarito, o maestrOscar, como le dice Juan Carlos Gómez Aranda! ¡Vamos por los noventa y cinco, en plenitud!