miércoles, 25 de septiembre de 2019

¡ESOS DE LA ACADEMIA!




Está bien, denle el Nobel de Literatura a Haruki Murakami. Esto calmará a millones de fans de la obra literaria del japonés. Está bien. Los lectores del mundo comprendemos que este premio, como el Óscar, del cine, tiene que ver con elementos extra artísticos. Los premios del mundo del arte están amarrados a intereses políticos y económicos, entre otras vainas.
Está bien, denle el Nobel de Literatura a Murakami. Este año es la oportunidad, porque como la Academia entregará dos premios, se vale que uno vaya a dar a la biblioteca del afamado escritor de origen japonés. Está bien. Pero el otro premio, digamos el de 2019 (el de Murakami que sea el de 2018), debe ser entregado a un escritor con obra más propositiva; además, por aquello de la equidad de género sería deseable que sea entregado a una escritora. Así nadie se peleará. Es más, a partir de esta experiencia sería bueno que en lugar de uno se entreguen dos premios cada año. El dislate del año pasado puede servir para obtener una lección: Si entregas dos premios, puedes honrar a la equidad de género; otorgar uno por razones de mercadotecnia y otro por razones de excelencia literaria.
Y ya echados a volar, podrían ser tres premios cada año, porque, la verdad, la verdad, los adoradores de la narrativa no se complacen cuando el premiado es un poeta; y, de igual manera, los amantes de la poesía no se emocionan cuando el premiado es un narrador. La industria editorial sabe de estas vainas, por esto, editan muy pocos libros de poesía, no tantos de cuentos, y muchos de novela. La novela es como la diosa mayor de la literatura de estos tiempos. Por fortuna, muchos escritores de narrativa, además de escribir novelas, continúan escribiendo cuentos, para disfrute de millones de lectores que siguen sorprendiéndose ante la brevedad ingeniosa e inteligente.
¿Un Nobel para poesía, uno más para novela, otro para cuento y uno más para teatro? ¿Sería un exceso? ¿Le restaría seriedad y eminencia al premio?
Está bien, está bien. Que siga la tradición y se conceda sólo uno cada año, pero que se privilegie la calidad literaria, para que el galardón siga siendo un premio codiciado.
Por el momento, el próximo mes de octubre (ya a la vuelta del librero) habrá un acto inédito: La entrega de dos premios. Ante tal acto virginal, la Academia bien puede aprovechar el momento histórico y premiar al escritor no tan bueno que es reclamado por millones de lectores en todo el mundo: Murakami; y premiar a un escritor que tenga una obra literaria importante. Perdón, escribí escritor y debí escribir escritora.
Ahora que, si la Academia premia al narrador Murakami, se verá obligada a premiar a una poeta, para equilibrar la balanza. Esto dejaría fuera de la gloria a dos escritoras que a mí me gustan mucho. Sí, es cuestión de gustos. Sé que así como no me muero por leer a Murakami, hay millones de lectores que no se mueren por leer a Margaret Atwood o a Joyce Carol Oates. Es cuestión de gustos estéticos.
Si en mis manos estuviera la decisión, le daría el primer Nobel a Murakami (ya, de una vez) y luego, el segundo Nobel, se lo daría a una de las dos escritoras mencionadas. Disfruté mucho la lectura de “Nueve cuentos malvados”, de la Atwood, así como disfruté la lectura de la novela “La hija del sepulturero”, de la Oates; aunque, debo reconocer que, a pesar de que no he terminado la novela “Kafka en la orilla”, de Murakami, disfruté los primeros capítulos.
Está bien, señores de la Academia Sueca, sé que harán lo que más convenga a sus intereses. Como dicen los clásicos: Que su decisión esté en la balanza de la sabiduría. ¡Que así sea! La entrega de los dos premios Nobel de Literatura ya está a la vuelta del librero.