viernes, 6 de septiembre de 2019

COMO MANGO




Imaginá que te llamás Manguera. Imaginá que sos Manguera. Si sos mujer podrás ser vendedora de mangos. Irás al mercado y, en medio de la mujer que vende jocoatol y de la mujer que vende chiles siete caldos, colocarás tu canasto sobre una caja de madera y ofrecerás: “¡Mangos, mangos!”, y las compradoras que pasen frente a vos, pensarán: “¡Qué atrevida ésta, qué acosadora!”, o las más conscientes caminarán como si estuvieran en una pasarela de Milán y sonreirán y se sentirán plenas. Pero si sos hombre no podrás ser vendedora de mangos, así que serás manguera para regar el jardín o para apagar incendios o, si sos modesto, serás manguera de radiador de auto.
Imaginá que sos manguera. Los niños que jueguen en el parque se asustarán al confundirte con una serpiente, pero luego, al ver que sos maleable, te usarán para sus juegos, te torcerán y con vos amarrarán a los delincuentes, en el juego de policías y ladrones.
¿Y si sos manguera para electricista? Permanecerás ahogado en las paredes, pero, en compensación, cada vez que alguien prenda la luz sentirás un cosquilleo que te recordará el principio del universo.
Así como hay hilos famosos, como el Hilo de Ariadna, ¿hay mangueras famosas? En Arriaga hubo una famosa manguera (vendedora de mangos Ataúlfo), porque siempre que un posible comprador se paraba frente a su puesto, ella decía: “Te lo doy a probar” y sonreía. Lo decía con una voz como de ola reclinándose en la arena de la playa. A los jóvenes les encantaba escuchar ese encantamiento: “Te lo doy a probar”. Los muchachos traviesos imaginaban escenas lúbricas. Ella, en cuanto hablaba, con un cuchillo cortaba un trozo de mango y lo ofrecía al joven goloso. Nunca faltó el joven que se arriesgó, estiró la cara y tomó el trazo con los labios directamente del cuchillo. La mayoría estiraba la mano y cogía el trozo con los dedos y se lo llevaba a la boca. Cuando este ritual concluía, la manguera movía el cuchillo como en señal de amenaza, como si dijera: ¿Entendieron de qué se trata la prueba?, y repetía la frase a un nuevo comprador. Ah, con qué donaire colocaba los mangos sobre el platón de la báscula, con qué desplante movía el dedo índice sobre el pivote para calcular el peso exacto. Decía: “Es tanto”, metía los mangos en una bolsa de papel y cuando recibía el dinero (que se colocaba en los pliegues de sus pechos de naranja jugosa) se despedía con la siguiente frase: “Chupa bien la pepita, quítale hasta el último barbiquejo.”
Cuando le preguntaron a Einstein cuál era el mejor objeto jamás inventado, dijo que el cerillo, porque permitía tener fuego al instante, y luego dijo: la manguera. Cuando le preguntaron por qué decía eso: Él dijo que la manguera tenía la ventaja de enrollarse en círculo. Algo de la magia del universo estaba advirtiendo. ¡Claro!, en el mundo animal y entre los seres humanos no hay un solo ser que tenga la cualidad de enrollarse con tal precisión. Quienes practican el yoga, en lo interno, aspiran a conocer a Dios, al círculo divino.