martes, 4 de febrero de 2020

CARTA A MARIANA, CON SONRISAS QUE SE TOCAN




Querida Mariana: Hay sonrisas que se tocan, sonrisas que vuelan, que, como aves, abandonan el nido de los rostros y tocan los cielos. En esta foto que te comparto, hay algo de esto. ¿Sabés en dónde estoy? En un corredor del Centro Cultural El Carmen, de San Cristóbal de Las Casas. Esa mañana pasé a saludar al maestro Emilio Gómez Ozuna y él, generoso, me invitó a estar a su lado en esta fotografía. ¡Es mi privilegio! Los muchachos sonríen, el maestro, también, y sonríen los títeres, ¡qué bendición! ¡Qué ejército de muñecos de trapo! ¡Qué ejército de muchachos de carne, hueso y pedazo de pescuezo! ¡Qué ejército de promotores del arte!
Siempre que voy a San Cristóbal, para ahondar en el buen ánimo, doy una vueltita por el Centro Cultural, porque es un espacio lleno de vida. Me encantan esos espacios donde la vida es como una planta que nunca abandona la primavera. El espacio donde está el Centro Cultural, en San Cristóbal, es un espacio afectuoso. Basta que camine frente al Arco del Carmen, que me siente tantito en el parque, que me levante y me integre a la plaza (donde está un busto del maestro Mariano N. Ruiz) para que sienta un pinchazo de alegría, porque la plaza siempre está llena de muchachos (sentados en las gradas del teatro o platicando o tocando una guitarra y cantando o viendo un performance que dos chicas realizan en la explanada). ¡Qué feos los claustros donde el silencio es el único grito que se oye! ¡Qué bellos los claustros donde la vida es un pájaro que canta fuerte! El Centro Cultural del Carmen es un espacio donde, incluso, los muñecos de trapo toman vida, y ¡de qué manera!
Cada uno de estos muchachos, claro, con la dirección del maestro Gómez Ozuna, hizo su títere (mupet) y le puso su nombre. ¡Ah!, debe ser un momento mágico el instante en que un creador bautiza a su obra. Imagino que estos muchachos son como los papás de estos muñecos y, por esto, quieren lo mejor para ellos. Así, pues, estos muñecos no leen cualquier cosa. ¡No! Estos muñecos nacieron con el mejor augurio. ¿Sabés cómo se llama el grupo? Se llama Poetíteres y su misión en la vida (¡qué genialidad!) es ir a barrios de San Cristóbal de Las Casas para compartir poesía con la audiencia, en los parques, en hospitales y en las plazas. ¡Qué! ¿Poesía? Sí, los Poetíteres son lectores de poesía, comparten la palabra con otros. Cuando el maestro Gómez Ozuna me contó lo que contó, pensé, de inmediato, en el grupo de titiriteros Petul que, en el siglo XX, viajaba a las comunidades de Los Altos y transmitía campañas educativas y de salud a los indígenas. El trabajo de esos promotores (incluidos Rosario Castellanos y Carlos Jurado) fue decisivo. Ahora, este grupo de muchachos del siglo XXI hace una labor similar: realiza campañas de salud cultural.
Cuando entré al Centro Cultural hallé a este grupo de titiriteros. Cada uno llevaba entre brazos a su muñeco; cada uno sostenía, con la mano derecha, los palillos que mueven las manos de los títeres; cada uno manipulaba, con la mano izquierda, la boca que realiza el milagro de que un muñeco hable.
Este ejército de muchachos es un ejército de promotores culturales que siembra árboles altísimos. No sólo son titiriteros, muchos de ellos son músicos, pintores, escritores y, por supuesto, ¡lectores! Hay muchachos que, ¡sorprendente!, dominan cuatro lenguas. Me acerqué a un viejo muñeco, con barba, camisa a cuadros, narigón y ojos bien abiertos, y le pregunté cómo se llamaba. Alzó la cabeza, abrió su boca de fieltro y dijo: “Mol-J’ilol”. Mucho gusto, dije. Como vio que me quedé con mi cara de siempre; es decir, mi cara de despistado, aclaró (ya en español): “Significa El viejo sabio.” ¡Ah!, respiré tranquilo. Él habla tzotzil. Hay muchos que hablan chol y los demás español. ¡Qué ejército tan plurilingüístico! ¡Tan de sonrisas voladoras!
Posdata: Me encanta ir a lugares donde la vida se manifiesta, donde los muchachos de esta patria contribuyen a consolidar la identidad. Este ejército de promotores merece nuestro reconocimiento. En tiempos que la sabiduría escasea, un muchacho tzotzil comparte la poesía a través de un muñeco que se llama Viejo sabio.
¡Que vuelen las sonrisas por todos los cielos!