sábado, 22 de febrero de 2020

CARTA A MARIANA, A LOS OCHENTA AÑOS DE EFRAÍN



Querida Mariana: El licenciado Efraín Albores Cancino (cronista de Comitán) celebrará el 4 de marzo sus ochenta años de vida. En esta fotografía, Efraín está al lado del maestro Uziel Gutiérrez De la Isla, quien es cronista de la Universidad de Zacatecas y Presidente Honorario de la Red Latinoamericana de Cronistas (Uziel es el bajito). Ambos están en posición de descanso. Se ven relajados. Chatita (la esposa de Efraín) me dijo que el cumpleañero ya estaba a punto de ponerse “en salmuera”, para estar listo con los festejos de los ochenta. Efraín llega a sus ochenta en plenitud de facultades (físicas e intelectuales), tal vez le ayudó que de joven fue muy deportista (el básquetbol comiteco tuvo momentos brillantes con sus actuaciones) y que, desde hace muchos años, es un intelectual activo (sigue escribiendo crónicas a granel, acerca del pueblo, su pueblo amado: Comitán).
Saludé a Efraín el otro día y me dijo que estaba a punto de cumplir los ochenta años de vida. Llamó mi atención que, en seguida, hizo la conversión a días vividos, como si la vida tuviera que contarse, más que en años, en días vividos. Los Alcohólicos Anónimos, en ese prodigioso programa que siguen, contabilizan también la vida en días, en veinticuatro horas vividas (claro, cuando celebran aniversarios sí lo hacen en años.) Hizo la conversión y me dijo que ochenta y ocho años significan veintinueve mil doscientos días. Así contabilizó su existencia (hasta el momento), pero luego (como si fuera poeta) se aventó otra declaración, trasladó los días a amaneceres. Sus ojos brillaron como luciérnagas a la hora que dijo: “He vivido veintinueve mil doscientos amaneceres.” Va, pues, pensé, los días vividos también pueden contabilizarse en amaneceres vividos. Pensé entonces (porque Efraín es pata de chucho) que algunos amaneceres los ha recibido en ciudades con rascacielos y en ranchos y frente al mar o en algún desierto; pensé que, de todos esos amaneceres, hubo algunos vistos desde una ventana de un edificio de diez pisos y otros desde un portal de una casa en algún altito de un rancho. Miré entonces a Efraín, envuelto en una bufanda, tomando una taza de café, viendo la ciudad desde una ventana, viendo cómo la ciudad abandonaba su condición nocturna y entraba de lleno al día, con el movimiento de carros, autobuses, carreras de niños hacia la escuela o de hombres trajeados con maletines dirigiéndose a la oficina; lo miré envuelto en una niebla discreta, en el rancho Jishil, también con una taza de café, viendo el bosque y las vacas, olisqueando el aroma inconfundible de los potreros; lo miré manejando en una carretera, deteniéndose tantito, para observar cómo el sol se iba levantando sobre las cabezas de montañas lejanas; lo miré abriendo la cortina de su casa y prendiendo la lámpara de noche para escribir algunas líneas.
¿Cuántos hechos en veintinueve mil doscientos días? ¿Cuántos sueños frustrados? ¿Cuántos sueños ganados? ¿Cuántos pasos apresurados? ¿Cuántas caídas? ¿Cuántas sonrisas? Cuando quiero preguntar, él, como si adivinara mi pensamiento, se adelanta y me dice que, en su vida, ha habido tardes apacibles y tardes tormentosas, noches estrelladas y noches de angustia, y miro cómo su rostro, con el cabello engominado hacia atrás, se transforma en cada sentido de la oración, su rostro es como un lago de agua pura cuando menciona la palabra apacible y se convierte en la carrera de un caballo desbocado cuando menciona la palabra tormentosas; su rostro adquiere la gracia de una sábana recién planchada cuando menciona la palabra estrellada (llena de estrellas) y se vuelve una cama de gurú hindú (llena de clavos) cuando menciona la palabra angustia. Efraín sabe que me está haciendo la síntesis de todos los seres humanos. Todas las personas vivimos la luz y la sombra, la cumbre y la sima. Efraín, valiente, ha superado adversidades y ha llenado de magia sus instantes. ¿Cuántos segundos son ochenta y ocho años? ¡Pucha! Sé que vos, querida niña, ahora mismo estás haciendo la operación en la calculadora de tu teléfono y ya tenés la respuesta. Para no quedarme con la duda haré la conversión (porque Efraín no me dijo cuántos segundos son los veintinueve mil doscientos días.) Ah, qué tarea tan más cansada, pero a la vez tan más sencilla. Los veintinueve mil doscientos días representan setecientas mil ochocientas horas, y este número de horas son cuarenta y dos millones, cuarenta y ocho mil segundos. ¡Uf! Sí, Efraín sabe que es millonario, por esto lo veo disfrutar la vida, desde su aparente tranquilidad. Ha vivido más de cuarenta y dos millones de instantes, y muchos de ellos han sido plenos de felicidad y otros han sido de angustia y zozobra. La vida es así.
No sé cuáles son los rituales que Efraín realiza en su casa para recibir el día. No sé cuáles son sus manías. Sé (lo miré en sus ojos cuando le pregunté) que recuerda con cariño la presencia de sus padres: don Fernando Albores Espinosa y doña Elenita Cancino Crócker.
No le pregunto más. No quiero saltar los muros que resguardan la intimidad de cada hombre, pero advierto que Efraín, igual que todos los seres humanos que rebasan los setenta y nueve y llegan a la fecha precisa de ochenta, mira hacia atrás y descubre muchas huellas en el camino. Ya se perdieron las huellas de sus pasos sobre la nieve o sobre la playa, pero subsisten todas las huellas de los pasos que ha dado en tierra firme y los que ha bordado en el aire, en el algodón de las nubes. Efraín ha dejado huella. Por supuesto que sí. Por esto, hoy (con tu permiso, mi niña) te hablo de él, te digo que, si acá está al lado del Presidente Honorario de la Red Latinoamericana de Cronistas, es porque, cuando Efraín (en 2019) asistió a Zacatecas, México, y a Medellín, Colombia, llevando la representación de Comitán, en encuentros internacionales de cronistas realizó con éxito su labor de embajador cultural de nuestra tierra, entabló relaciones óptimas con el maestro Gutiérrez, a tal grado que el destacado intelectual zacatecano se trasladó a Comitán para firmar cartas de intención de trabajos de memoria histórica con dos instituciones de educación superior de la ciudad: Universidad del Sureste y Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Nunca la crónica comiteca había volado tan alto. La crónica comiteca ha tenido instantes prodigiosos. Medio mundo reconoce la labor de Lolita Albores, Óscar Bonifaz, Amín Guillén, Tony Carboney, Roque Gil Marín, María Trinidad Pulido Solís, Leticia Román de Becerril, Pepe Trujillo, Temo Alcázar, Roberto Becerril, Rosa Hortensia Aguilar, Ricardo Aguilar, José Antonio Alfonzo Pinto, y de jóvenes cronistas, como Alejandro Hiram Morales Torres, Fabiola Aguilar y muchos más, pero sólo dos (puedo equivocarme, me encantaría que me taparan la boca) han acudido a encuentros internacionales: el maestro Octavio Gordillo y Ortiz (quien asistió a un congreso en Guatemala) y Efraín, quien acudió, como ya te dije, a Medellín Colombia. Sólo Efraín ha tenido la distinción de ser nombrado cronista integrante de la Red Internacional de Cronistas. Esto, Efraín lo consiguió hace un año, apenas, a sus setenta y nueve años de edad. ¿Viejos los de setenta y nueve? ¡Viejos los cerros! Efraín llega a sus ochenta lleno de vitalidad, de ánimos, es un comiteco remasterizado. Aún espera vivir muchos instantes. ¿Cuántos? Los que los dioses del universo le otorguen. Vivirá muchos más amaneceres. Correrá la cortina de su recámara y mirará cómo el sol se convierte en delgados hilos dorados que se sientan a descansar en el piso; abrirá la ventana del cuarto de un hotel y mirará a los muchachos nadando en la alberca (evitará mirar a las chicas con biquini, para que Chatita no se moleste); saldrá al porche de una casa en algún rancho y olerá el aroma de la lavanda que crece en el borde del camino; se parará frente a un ventanal y tomará una taza de café. Cuando le pregunté si todavía echa sus copitas me dijo que no, que ya no bebe. ¿Qué bebe ahora? Pues, con espíritu de Sabines, debe beber los amaneceres. “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán?”, tal vez, digo sólo que tal vez, Efraín tiene una respuesta inmediata, que no será la misma del vecino, que no será la misma de su esposa, que no será la misma de un visitante. Todas las personas beben los amaneceres en forma diferente, algunos se lo beben a buches, otros a pequeños sorbos, unos más acostumbran oler los amaneceres acercando la nariz a la taza donde el sol brota como flor en primavera.
Posdata: Efraín cumplirá ochenta, en sus ochenta (generoso) ha dado un gran regalo a su pueblo. Fue a Zacatecas y a Medellín a promocionar nuestro pueblo y pronto hubo respuesta. El Presidente Honorario de la Red Internacional de Cronistas llegó a Comitán y trajo buenas nuevas. El carisma de Efraín logró tal distinción. Por primera vez en la historia del pueblo, un cronista comiteco alcanza la distinción de ser parte de una institución de nivel internacional. La crónica ha subido un escalón. Efraín, sin titubeos, ha puesto el pie, en forma firme y, ahora (a ver quién lo detiene) ya tiene el pie levantado para subir otro peldaño. Su vida ha estado llena de instantes gloriosos y ominosos. Los pasos más recientes han sido de gloria. Ojalá, de acá en adelante, todos sus pasos sean luminosos.