lunes, 10 de febrero de 2020

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




En el centro aparece un escritor (Ornán Gómez), sonríe, con sonrisa de orgullo, porque tiene en la mano derecha el libro “Mundo raro para el señor K”, libro de su autoría, que presentó esa tarde, en la Librería Lalilu (de Comitán), espacio donde, sin duda, escribió muchos de los textos que en el libro aparecen; porque Ornán (inquieto, lector apasionado, promotor incansable del fomento a la lectura) ha hecho de esta librería algo como su casa. Por eso, en esta fotografía aparece sentado debajo del dintel de un ventanal. Está sentado como en la frontera de la luz y de la sombra, porque el espacio de la librería está envuelto en una penumbra y el espacio del jardín está vestido de luz, pero (todo mundo lo sabe), conforme la noche llegue de puntillas, el espacio del jardín se tornará oscuro, en cambio, el espacio de la librería (Ornán lo sabe), siempre, a pesar de los pesares, dimana la luz de la palabra, luz que ha acompañado siempre a Ornán, desde los tiempos antiguos (bueno, ni tan antiguos –lo digo para que no se enoje-) en que su abuelo le leía fragmentos de la Biblia. ¡Pucha, qué manera de comenzar a caminar por el sendero de la literatura! Cuando muchos lectores comienzan con revistas de monitos (cómics), Ornán comenzó su trayectoria de lector con parábolas y misterios; tal vez por esto, su mirada (a pesar de que su rostro siempre sonríe) tiene un velo de arena de desierto. Acá muestra orgulloso su libro con la mano derecha, pero la mano izquierda trata de ocultarla en medio de la entrepierna, como si quisiera recordarse que lo que hace la mano derecha no debe saberlo la izquierda. Está sentado en un pretil que, de igual manera, divide el mundo (su mundo) en izquierda y derecha, en luz y sombra, en gloria y tragedia.
La tarde de presentación de su libro dijo que las cartas que le envía al señor K son como una especie de bitácora de lo que le sucede. Los lectores que, curiosos, se acercan a argüendear, a descubrir qué cosas Ornán cuenta al viejo, encuentran (a través de una narración precisa) el mundo de Ornán, sus alegrías, sus complejos, sus tristezas, sus momentos de gloria y los sinsabores. Ornán (perverso sin tapujos) casi se desnuda para mostrar su cuerpo (lleno de heridas) y su espíritu (plagado de llagas). Los lectores de la columna de Ornán descubren las piedras que carga, las nubes que, como cardumen de ovejas húmedas, lanza por todos los mares. Sus lectores tienen una gran cercanía con el autor, porque él los ha invitado a entrar a las recámaras y cocinas de sus casas y a los cuartos más oscuros de su alma. Sus lectores saben que Ornán tiene dos hijos (un niño y una niña); saben que siempre los lleva al parque, los invita a tomar un helado, les cuenta cuentos, muchos cuentos, se recuesta al lado de ellos y los ve cerrar los ojos y cuida sus sueños; sus lectores saben que Ornán se divorció y ahora no tiene cerca a sus hijos, los ve de vez en vez y cuando los ve duplica, triplica, su atención, su cariño, el hilo con que amarra su nostalgia revuelta con alegría. Pocas cosas se reserva para sí. Sería un exceso que, también, se despojara del taparrabo y quedara como Adán. Ornán sabe (y con él lo sabemos sus lectores) que una mañana, Dios corrió a Adán de El Paraíso, desde entonces, los seres humanos caminamos sobre ese pretil donde Ornán está sentado. Acá, en esta fotografía, Ornán sonríe, está a pocos minutos de hacer la presentación de su libro, acompañado de Gamaliel Sánchez, en los comentarios, y de José Luis Avendaño en la interpretación de la canción de José Alfredo: “Un mundo raro.” El título del libro es certero: “Mundo raro para el señor K.” El mundo de Ornán no es un mundo rectilíneo, tiene curvas, pendientes, pero también muchas cimas, cimas desde donde mira el rebaño de nubes y se piensa Moisés y trata de pepenar las tablas con los diez mandamientos del escritor. Ornán nació rebelde, travieso, a veces su cerebro da vueltas como veleta, a veces pierde el rumbo; este rumbo vuelve a hallarlo en la penumbra de la librería, a la hora que escribe, que lee; y, por supuesto, a la hora que toma de la mano a sus criaturitas y les muestra el lado luminoso de la luna. El lado oscuro de la luna se lo reserva para él.
Los que saben dicen que su nombre (bíblico, ¡faltaba más!) significa Noble Señor. Acá, en esta fotografía, nobilísimo mancebo, muestra su libro, el más reciente. Sonríe. Escritor satisfecho. A la hora que se pare entrará al territorio en penumbra, dejará la luz del jardín. Más tarde subirá a su auto y recorrerá las calles iluminadas por luz artificial. En ocasiones, la luz que nos alimenta no es natural. La obra literaria de Ornán está llena de luces y sombras, su vida ¡también! Así es la vida de todos. Por esto, él busca, a través de las cartas que le envía al señor K, mostrar que este mundo es un mundo raro… y si quieren saber de su pasado, es preciso creerle sus mentiras y decir que viene de allá, de un mundo…