viernes, 14 de febrero de 2020

CARTA A MARIANA, PINTADA DE COLOR ROJO



Querida Mariana: Anexo una fotografía que tomé el diez de febrero de 2020, en el templo de San Caralampio. Te la comparto porque habla de la continuidad de una tradición. Si mirás bien, el color rojo domina la escena, tal vez esta atmósfera está dada por el plástico rojo del fondo y por la lona de Matías Castellanos (que mandó a hacer para promocionar su candidatura a la presidencia municipal de Comitán para el trienio 2012-2015. Recordá que Matías es priista de hueso colorado y el color dominante de su publicidad es el color rojo.) ¿Qué está haciendo esta lona en el atrio del templo de San Caralampio? Ah, bueno, dije que esta fotografía habla de tradición, habla de que los comitecos reciclan todo. Sin duda que esta lona estuvo colgada en alguna pared y cuando la elección terminó (Matías perdió ante Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, que era del Verde), alguien la rescató y pensó que serviría para algo (he visto lonas que sirven para cubrir gallineros, por ejemplo). Acá, a Matías le fue bien y sirvió para delimitar el espacio donde dos mujeres sirvieron vasos de temperante a los fieles que acudieron a la Entrada de Flores del año 2020.
Dije que los comitecos reciclan y mantienen (hasta donde es posible) intactas sus tradiciones. Es tradición que los participantes de la Entrada de Flores, en honor a San Caralampio, que se realiza cada año, el diez de febrero, reciban, después que entraron al templo a agradecer al santo los favores recibidos, un vaso de temperante (que es una bebida sencilla, casi simple, que consiste en agua, azúcar y colorante, de color rojo, ¡por supuesto!)
Doña Flor de María, quien está bien firme, con su playera de color azul y su pantalón de color rojo (¡tenía que ser!) lleva once años entregando el temperante a los fieles, en forma voluntaria. Su hija, Sandra Guadalupe, quien se dedica a vender taquitos dorados, de lunes a viernes, la ayuda el diez de febrero, en la repartición del agua. Su mamá dice que cuando el Señor San Caralampio diga que ya no puede repartir los vasos, ahí estará su hija para tomar su lugar. El diez de febrero, doña Flor de María se encargaba de preparar la bebida y de llenar los vasos. Debajo de la mesa había cuatro o cinco tambos de plástico donde estaba la esencia. La labor de doña Flor consistió en colocar la esencia en dos tinas, agregarle agua y “menearlo con ganas”, para que la esencia se abriera como rosa en medio del agua. ¿Ya miraste la jarra de plástico que está al frente? Esa jarra la metía en la tina y con ella servía el agua de temperante en vasos de cristal. ¿Alcanzás a ver el vaso lleno que está detrás de la tina? En ese lugar, doña Flor tenía como veinte vasos ya preparados. Cuando algún fiel salía por la lateral del templo, ofrecía, con una sonrisa: “¿Gusta su agua?”. Algún despistado o asistente por primera vez preguntaba el costo, ella decía que era gratis. La persona se acercaba, se quitaba el sombrero y llevaba el vaso a su boca, y disfrutaba de esa agua casi simple, fresca, que es parte de la tradición. ¿Y cuál era el trabajo de Sandra Guadalupe? Recibir los vasos vacíos, meterlos en una cubeta llena de agua, enjuagar los vasos y regresarlos a su mamá para que los llenara de temperante, ayudada con la jarra de plástico. Y así durante todo el día. ¿Te parece antihigiénico esta costumbre? Antes de vasos desechables, el atol y el agua de temperante se servían en vasos de cristal, que se lavaban en la misma agua. Cuando nos llegó la higiene nos llegaron, también, los vasos desechables. Y ahora (así pensamos) no bebemos las babas de los otros, pero andamos contaminando todo el planeta. Cuando llegue el fin de la Tierra moriremos bien sanos.
A la hora que tomé la fotografía el contingente de fieles apenas salía del Chumis (el punto de reunión), por eso doña Flor y Sandra estaban tranquilas. Cuando el contingente llegó al templo, ¡manos les hicieron falta! Llegaron decenas de fieles que, sudados, cansados, pero felices, se acercaron a pedir “un su vaso de temperante.”
Posdata: Matías lleva el nombre de su abuelo Matías Castellanos, Matías es nieto de doña Milita Domínguez de Castellanos, hija de Belisario Domínguez, por lo tanto, es bisnieto del máximo héroe civil de este país, un gran liberal. Matías jamás imaginó que su imagen estaría protegiendo la labor modesta que realizan doña Flor y Sandra. Debe sentirse orgulloso, porque (insisto) he visto lonas que sirven para cubrir gallineros. Acá su lona sirvió para cubrir un espacio donde se dio, en forma sencilla, una tradición de muchos años.