miércoles, 5 de febrero de 2020

CARTA A MARIANA, SIN PACK




Querida Mariana: Antes, los enamorados enviaban papelitos, ahora envían WhatsApp; las enamoradas, antes, enviaban fotografías tamaño infantil, con dedicatorias en la parte posterior: “Cuando en las noches veas la luna, acuérdate de mí.”, ahora envían pack. Todo ha cambiado. Ha cambiado tanto la vida, que ahora, los dichos viejos se reciclan y se adecuan a los tiempos. Ayer, de pura casualidad, escuché que un adolescente (tal vez estudiante de secundaria) le comentaba a un amigo que le había enviado un mensaje a la chica que le gusta. ¿Qué le mandó? Un dicho muy antiguo, pero con elementos de nuestra realidad: “Te quiero de acá a la luna, de ida y vuelta, con bloqueo en El Carmelito.” ¡Qué! Cuando lo oí sonreí. Y (viejo metiche) le pregunté por qué había agregado lo del bloqueo. ´Los dos muchachos rieron, y el enamorado dijo: “Ah, pues así sabe que la quiero mucho.” Seguí sin entender, entonces el otro muchacho considero que debía explicarme. Así me vería. “Es que así tarda más.” ¡Ah, ya! Entendí. Ahora no sólo es la distancia, sino también el tiempo, y este muchacho consideró que el bloqueo hace más tardado el trayecto de su amor.
Sonreí, pero luego me dio tiricia. Nuestra realidad es una bofetada brutal. Como siempre, los mexicanos hacemos chiste de la tragedia. Sin duda que era simpático el dicho del muchacho: “Te quiero de acá a la luna, de ida y vuelta, con bloqueo en El Carmelito.” Esto habla de cómo la ilegalidad ha hecho nido en nuestra tierra. No soy experto en Derecho, pero hasta donde sé, La Constitución establece que nadie, nadie, puede bloquear una vía de comunicación federal, porque nadie puede impedir a un ciudadano mexicano el libre tránsito; y, sin embargo, en nuestro vapuleado estado, los bloqueos son cosa de todos los días, a todas horas. Un grupo de manifestantes, inconformes, coloca piedras sobre la carretera y evita el libre tránsito de las personas con sus autos. La tía Elena siempre recuerda el instante que abordó una combi para ir a una cita médica programada, iba muy tranquila (bueno, ni tanto, porque dice que el chofer manejaba como si estuviera en la pista de Le Mans), cuando vio que el conductor se detuvo, ella, como es natural (en ella), puso sus manos sobre el respaldo de un asiento, alzó la cabeza como si fuera avestruz y vio una larga fila de autos. Pensó que había ocurrido un accidente, pero, dos segundos después, el pasajero realista experto (que nunca falta) alzó la voz y dijo: “Otra vez. Seguro que es un bloqueo.” Y sí, eso era, ¡un bloqueo! En ese momento, la tía no supo que jamás acudiría a su cita, pero el mismo experto le recomendó bajar y subir a otra combi en sentido contrario, para regresar a su casa. Pero, ¿por qué? Ni se enoje, le dijo el experto. Esto puede tardar muchas horas. En efecto, el rumor llegó hasta la combi, el grupo de inconformes estaba dando paso, pero cada hora, y sólo dejaban pasar veinte autos (por supuesto, con la consabida cooperación voluntaria.)
Por esto, al principio sonreí con el dicho del muchacho, porque su frase no contemplaba el encono, sino la tardanza, que en cuestiones de amor es como la entrada al Paraíso. Los enamorados siempre buscan la forma de estar juntos el mayor tiempo posible. Las chicas ponen como pretexto ir a hacer una tarea en grupo y aprovechan ir al parque para estar con el chico. El tiempo (ya nos lo dijo Einstein) es relativo y mucho más relativo en tiempo de enamoramiento. A los enamorados el tiempo se les hace agua, quieren apresarlo, pero es un pájaro muy escurridizo, vuela, vuela.
Por esto, el chico (qué ingenioso) le dijo a su chica: Te quiero de acá hasta la luna, de ida y vuelta, con bloqueo en El Carmelito. ¡Qué simpático!, pero, a la vez, qué cruel, qué triste. Un acto ilegal sirve para hacer una gracejada.
Posdata: ¿Y vos? ¿Qué tanto querés a tu muchacho? ¿Lo querés con ardor? ¿Con una flama alimentada con huachicol?