lunes, 23 de marzo de 2020

CARTA A MARIANA, CON PELUCHITOS




Querida Mariana: Hace quince días, Pau y su mamá fueron al cine. Pau me dijo que se paró frente a la máquina de peluches, introdujo una moneda de cinco pesos, accionó la palanquita, dobló la cabeza de un lado para otro a fin de garantizar que la mano mecánica que sujeta el peluche elegido lograra abarcar la mayor cantidad del cuerpo. Me dijo que había elegido un conejito de color amarillo, que era un conejito que estaba encaramado sobre todos. Pau hizo sus mediciones, con la atención que el científico realiza sus experimentos en el laboratorio de química, y accionó el brazo que bajó, dobló su tridente y cuando Pau casi estaba a punto de celebrar su triunfo, las manos del brazo mecánico se hicieron mantequilla y el muñeco quedó en el mismo lugar. Pau dice que su tío Andrés le dijo que esas máquinas tienen su truco, que están programadas para que, únicamente, una de cada diez veces tenga la fuerza suficiente para subir al peluche; las siguientes nueve ocasiones están programadas para que no sujeten al peluche seleccionado. Es lo que Pau dice que su tío le dijo. Lo cierto es que Pau perdió su moneda de cinco. Estuvo a punto de pedir otra moneda a su mamá, pero se abstuvo (Pau es una niña moderada).
Pero no era esto lo que quería contarte, lo que deseaba contar y haré ahora es lo que me dijo hace diez o doce días. Me dijo que cuando estaba frente a la máquina expendedora, pensó que era una imagen bonita. Todos los peluches estaban felices, había algunos que permanecían con los ojos cerrados y con la sonrisa pintada de cachete a cachete. No había uno solo que estuviera triste o enojado o temeroso, ¡no!, todos estaban felices, era como si vivieran en armonía en un país ideal. Todo era como en el Paraíso, porque por ahí andaban los cuches al lado de los leones, éstos recostados sobre la panza de osos o de conejos y éstos permanecían al lado de zorras o de dinosaurios de color azul. Todo era tan bonito, que, incluso, había leones color fiusha y cuches naranjas. Pau dijo que le gustaría vivir en un lugar similar, donde todos estuvieran de acuerdo con todos y permanecieran con una sonrisa en el rostro, donde todos estuvieran juntos, sin temor de algo.
¡Ah, la Pau, tan inocente y buena niña! Pero, la inocencia no le tardó mucho. Ayer mandó a mi celular la fotografía que te anexo (fotografía que tomó esa mañana del cine) y me dijo que le preocupaba la situación de los animalitos amontonados y me preguntó si el cobid-19 también afectaba a los animalitos.
Yo sonreí ante su inocencia, pero luego me puse serio. Abandoné mi cara de cuch azul sonriente y puse cara de preocupación, colocándome en los zapatos de Pau. Ella estaba preocupada por el amontonamiento de los animales. Imaginé que ella pensó en las gallinas, cuches, borregos y vacas que hay en el rancho de su abuelo Melquíades. Estos animales ¿también se contagian del fatídico virus y se contagian al no guardar la necesaria distancia social? ¿Qué decirle? No tengo información precisa acerca del comportamiento del virus en animales, sólo sé la información que me enviaste por WhatsApp, donde explica que los seres humanos (no los animales irracionales) debemos, en caso de tener que salir de casa, conservar la distancia social de metro y medio y más.
El pensamiento de Pau se modificó en apenas diez días. Al principio me dijo que se le había hecho una imagen bella esa convivencia de peluches amontonados; luego reculó por la situación mundial: No era bueno estar metido en un lugar con tanta multitud, porque ese virus podía contagiar a todos.
El mundo ha cambiado. Hace tiempo leí una novela de Samanta Schweblin: “Distancia de rescate”, donde aprendí que las madres y los padres debían tener conciencia de la distancia en la que pueden, sin apremio, rescatar a sus hijos que se vieran en peligro de ser secuestrados, por ejemplo. Esa distancia habla de una cercanía permanente. Y ahora, un año después, apareció una frase que nunca había escuchado: “Distancia social”, donde las autoridades sanitarias recomiendan (casi exigen) que los seres humanos mantengamos una lejanía entre uno y otro, mientras más lejos ¡mejor! Mi prima Juanita, en la Ciudad de México, ha enviado mensajes por WhatsApp a todos sus contactos avisándoles que se resguardará en casa y pide (casi exige) que no la visiten, no les abrirá.
¡Que nadie se moleste! No es una descortesía, es una medida de prevención para todos, para Juanita y para sus amigos.
Posdata: A mí me duele pensar que mi Pau, mi pequeña sobrina, poco a poco abandona la muñeca con la que jugaba en su niñez y carga ya con muñecos que tienen cara de monstruos. ¡El mundo es cruel! ¡El mundo es inclemente! Los gajos de sol, de vez en vez, se convierten en puñales de hielo.