miércoles, 18 de marzo de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN LISTÓN ROJO Y OTRO DORADO




Querida Mariana: esta fotografía la tomé en Plaza Las Flores – Comitán. La tomé la noche del sábado 7 de marzo de 2020. Da fe del instante del corte de listón de la exposición fotográfica en homenaje al destacado basquetbolista comiteco profesor Roberto Bonifaz Caballero.
Sé que varios personajes que ahí están no los conocés. ¿Dejás que te los mencione? Como dicen los clásicos, de izquierda a derecha tenemos a Cielo Espinosa (integrante del equipo de ARENILLA-Revista), Saraí Solís (estudiante de la licenciatura en trabajo social, en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar), Román Cordero (gerente de Plaza Las Flores-Comitán), Fernando Gómez Solís (incansable pepenador de fotos antiguas del pueblo), Michele Mancera (Reina de la Expo Feria Comitán 2019), Jorge Castellanos (ingeniero), Roberto Bonifaz (investigador de la UNAM e hijo del homenajeado), Sergio Tovar (hijo de don Fernando Tovar), Julio Bonifaz (hermano del homenajeado), Maluye Nájera (destacada fitness), y Paty Espinosa (Editora Ejecutiva de ARENILLA-Revista).
Cada fotografía en el mundo salvaguarda un instante prodigioso, un instante (perdón) que al siguiente instante ya no existe. La instantaneidad está hecha de un presente que se convierte en nada un instante después. Si no fuese por los testimonios orales, escritos, fotográficos o en video, los recuerdos no existirían, la vida sería un infinito vacío.
Esta fotografía es histórica. En el plano personal me quedo con uno de los personajes que acá aparece, y estoy seguro que muchos de mi generación estarán de acuerdo. Me quedo con Sergio, que acá está muy seriecito, con la tijera en su mano derecha, lentes y cachucha. Mira al frente, con la certeza que es el más alto de todos los del grupo.
Y digo que me quedo con su imagen, porque tenía años que no lo veía fuera de su casa. Sergio es hijo único de don Fernando y de doña Martita y esa noche me enteré que fue compañero de escuela de Jorge y de Roberto; es decir, este momento fue como un reencuentro de amigos de la escuela primaria. Me asombré al saber que Sergio, de los tres amigos, es el mayor de edad. Roberto me dijo que Sergio debe rascar ya los sesenta y uno o sesenta y dos años de edad. Cuando lo dijo mi asombro llegó al nivel máximo, porque no imaginé que Sergio estuviera ya en el espacio donde estamos los de sesenta y más. ¿De verdad, Sergio tiene más de sesenta años? ¿Cómo? Yo siempre lo vi como un niño bonito, lo sigo viendo así, niño eterno.
Recuerdo cuando, en el Cine Comitán, Sergio se paraba a mitad de la sala y gritaba y zapateaba, bien divertido, a la hora que el cowboy Hopalong Cassidy cabalgaba arriba de su caballo blanco (Topper) con una cola que era la envidia de todas las chicas de los años sesenta (perdón, lo escribí mal, así parecería que me refiero a la cola cola, no, en realidad lo que quise decir es que la tersura del pelo de la cola del caballo de Hopalong era tan bien cuidada que estaba más bella que las cabelleras de ellas.)
Recuerdo a Sergio como uno de los niños más inocentes del pueblo. Lo que no sabía, y esa noche lo supe, es que Sergio fuera, también, uno de los niños más inteligentes. Roberto me llevó hasta la mesa donde estaba sentado Sergio, al lado de un amigo (quien, sin duda, fue el que llevó a Sergio a La Plaza). Antes Roberto me había contado la historia: Sergio era el niño consentido de sus papás, le compraban muchas revistas de monitos y lo llevaban a viajes. Roberto y Jorge iban a la casa de Sergio y leían todos los cómics, y jugaban con muchos juguetes que Sergio poseía. En una ocasión, Sergio les compartió una cinta que sus papás le habían comprado en un viaje a Estados Unidos de Norteamérica, era una cinta que narraba la carrera espacial entre USA y la URSS. En algún momento de la cinta aparecía un ruso dando una explicación, en idioma ruso, por supuesto. Roberto y Sergio, niños con inteligencia superior, aprendieron de memoria lo que el científico ruso decía. Sí, querida mía, repetían todo el monólogo en ruso. ¿Cuántos comitecos hablaban ruso en ese tiempo, en este tiempo? Sólo Roberto y Sergio. Digo que Roberto me llevó a la mesa y, frente a Sergio, comenzó a decir de memoria el parlamento en ruso y, ¡prodigio!, Sergio lo siguió. Roberto decía dos o tres oraciones en idioma ruso y luego Sergio lo seguía. ¡Dios mío! Después de casi cincuenta años, la memoria de estos dos muchachos estaba intacta. Vi a los dos como si fueran niños, yo también me sentí niño, quise subirme a una silla y bailar en un pie y luego en otro. Estaba frente a dos niños que hablaban en ruso. Fue prodigioso ver cómo se pasaban la palabra como si ésta fuese una nave interplanetaria, como si fuese un sputnik.
Posdata: La foto que anexo es histórica. Todos los que acá aparecen son personajes emblemáticos y queridos de este pueblo, pero si me das a elegir un personaje, me quedo con Sergio, con el niño bonito que esa noche, como si regresara a los años de infancia, platicó en ruso con Roberto. ¡Ah!, qué momento tan sublime. En medio de una multitud que hablaba en español, dos niños comitecos jugaban a hablar en ruso, con una pronunciación, digo yo, que elogiaría Vladimir Putin.
Tal vez, Roberto y Sergio nunca supieron qué decían, pero esa noche, fui testigo de que lo decían muy bien, de que el juego en ruso se les daba a las mil maravillas, que jugaban en La Plaza, como si estuvieran en la Roja.