sábado, 14 de marzo de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE CARLOS FUENTES




Querida Mariana: He dicho que, de Carlos Fuentes, me gustan algunos textos y otros no tanto. He dicho que está sobrevalorado. He dicho que el mejor escritor de México, por encima de Fuentes, es Fernando Del Paso. Es una opinión personal, es cosa de gustos.
Pero, ahora, hablaré de Fuentes. Ayer estaba leyendo un libro de entrevistas, donde el periodista mexicano Sergio Sarmiento publica entrevistas con diversos escritores nacionales y mundiales. Por ahí hay una entrevista con Carlos Fuentes (bueno, en realidad es un compendio de entrevistas que Sarmiento tuvo con Fuentes). Cuando Carlos presentó su novela “Instinto de Inez”, Sarmiento lo entrevistó; y lo mismo sucedió cuando presentó su novela “La silla del águila”. De ambas entrevistas entresaco dos respuestas de Fuentes que me tocaron. La primera tiene que ver con mi modo de usar chamarra o suéter todos los días, sin importar el clima. Una amiga me dice que le da más calor cuando me ve sentado en una silla del parque, con mi suéter, en medio de un clima de treinta grados (a la sombra). “Quitate el suéter. Te vas a consumir.”, me dice, pero yo no le hago caso, sigo tan campante con mi suéter. Cuando, de manera esporádica, voy a Tuxtla camino con mi suéter puesto. ¿Me consumo? Digamos que no. Esto lo hago, porque cuando entro a un espacio cerrado, por lo regular, tienen puesto el aire acondicionado y la sensación que me da es pasar del infierno a una bodega de carnicería. Si llevo puesto mi suéter evito ese cambio brusco. Bueno, pues resulta, que cuando Carlos y Sergio hablaron de su novela “Instinto de Inez”, el periodista le comentó lo siguiente: “El personaje Gabriel, ya de viejo, en Salzburgo, una tarde de verano, caminando hacia el concierto, a la última interpretación del “Fausto” de Berlioz, va caminando con su abrigo, en el verano. Incluso en Salzburgo eso es una cosa un poco incongruente. ¿De dónde surge esta imagen?
¿Mirás? A Sarmiento le llama la atención que Gabriel camine con abrigo en el verano; es decir, Gabriel es un poco como el tal Molinari.
¿Sabés qué respondió Fuentes? Acá va parte de la respuesta: “Quizá surge de un gran poeta catalán, Pedro, Pere Gimferrer, que es famoso porque lo ves paseando por las ramblas en el más tórrido verano, con su sombrero, su bufanda y su abrigo siempre puestos, siempre, es una cosa muy, muy llamativa.”
¡Ah, qué cosa tan extraña! ¡No! En realidad, en el mundo hay miles de personajes que visten enchamarrados en pleno verano. Tengo una tía que acompaña a toda la familia a la playa y mientras los hijos y nietos están en traje de baño corriendo por la playa, nadando en el mar, recostados en tumbonas, ella, debajo de una sombrilla, disfruta de un coco, mientras viste su ropa de todos los días y se tapa la cabeza con una chalina. Siempre me ha parecido un personaje maravilloso. A veces la imagino en una playa nudista, mientras todo mundo está encuerado, ella está cubierta de pies a cabeza.
Esto que te platico me fortalece; es decir, no soy el único caso en el mundo que, en pleno verano, usa suéter. Me encantaría ver a Pere Gimferrer, caminando muy orondo en medio de muchachos en playera, con short; él, con su sombrero, su bufanda y su abrigo; me encantaría caminar a su lado por un minuto, sólo para comprobar que, en el mundo de los raros, los extraños son los otros, los uniformados, los comunes.
En fin. Pero, bueno, decía que, páginas más adelante, hallé otra pregunta de Sarmiento y respuesta de Fuentes que pensé debía compartir con vos, porque es un tema que está relacionado con nuestra vida.
Sergio, a propósito de la novela “La silla del águila”, le comenta lo siguiente: “México queda cortado del mundo, pero esto tiene una ventaja, sobre todo para el novelista Carlos Fuentes, que renace en la literatura epistolar, y las personas empiezan a intercambiarse notas o se mandan cintas, comunicaciones que son el registro que tenemos aquí en esta novela.” Entonces le lanza la pregunta que me interesa compartir con vos: “¿Sigues escribiendo cartas? ¿Sigues manteniendo correspondencia escrita directamente con alguien?”
La entrevista se realiza ya en el siglo XXI y la pregunta de Sarmiento se debe a que el género epistolar, en este siglo, ya no es frecuente. ¿Quién escribe cartas ahora? Ya es una rareza, practicada por raros. Yo, ya lo miraste, tengo, cuando menos, dos hábitos raros, uso suéter o chamarra en climas cálidos y escribo cartas. Es una bobera, pero yo me vanaglorio de ello. Lo primero porque honro una frase que repetía frecuentemente mi padre: “Ande yo caliente, ríase la gente.” ¿Mi amiga siente más calor cuando me ve con suéter en clima de treinta grados? Me da pena, pero nada puedo hacer. Es (sin que suene grosero) problema de ella.
Lo segundo me da más gusto. En tiempos que la gente ya no escribe; en tiempos que hasta el Presidente de Estados Unidos de Norteamérica escribe tuits para tratar lo importante; en tiempos en que todo mundo se dice te quiero a través de guasapazos, yo dedico parte importante de mi tiempo en escribirte cartas a la usanza antigua. Porque, como me dijo una amiga universitaria, las cartas tienen la ventaja de ser como ventanas donde uno puede dejar correr vientos más agradables.
¿Qué respondió Fuentes? Acá va parte de su respuesta: “Yo soy una especie de trucutú que siguen sin emplear el e-mail, yo no tengo e-mail, uso el fax por necesidad, escribo mis cartas a mano, mis novelas a mano, creo mucho en la pluma, no puedo deshacerme de ese viejo hábito, crecí con eso. De manera que yo sigo siendo muy anticuado en cuanto a las comunicaciones. Pero me parece más gozoso escribir con una pluma, con papel, con el olor, con la tinta, todo, que hacerlo con una pantallita, que me deja además ciego. Pues sí, escribo de una manera muy, muy anticuada, las cartas.”
Acá sí me sorprendió don Carlos, escribía todo a mano. Yo te escribo cartas. Ya no las escribo a mano, sobre papel. ¡No! Te escribo desde el teclado de una computadora. Este chunche me sorprende, me fascina. Vengo (igual que don Carlos) de un tiempo donde todo tardaba una eternidad. Cuando, desde la Ciudad de México, le escribía a mis papás o a mi prima Nora (quien vivía en la casa de Comitán), debía esperar muchos días para recibir una respuesta. Ahora me maravilla la instantaneidad de estos tiempos. En cuanto termino de escribir la carta, te la mando por inbox y sé que un segundo después la estás recibiendo, bien estés en tu casa de Comitán o en el departamento de Guadalajara cuando vivís allá. Pero, igual que don Carlos, me gusta escribir cartas a mano. Cuando escribo una carta a mano, doblo la hoja como cuadernillo y le pinto dibujitos y rayitas y flechitas. La personalizo al máximo. Un poco como para decirle a mi destinatario que me importa tanto que le dedico un tiempo especial. Sí, las cartas son muestra de un aprecio exclusivo, son una forma de decirle al otro (o a la otra, bendito Dios) que su cariño está por encima de los demás, de aquéllos a quienes basta un mensaje instantáneo para enviar una notificación. Pienso que, como siempre, en estos tiempos la diferencia de afectos podría establecerse a través del género epistolar. Vos podés decir: “Alejandro me quiere mucho, porque siempre me dedica un tiempo especial, de manera única.” No quiero amarrar navajas, sabés que respeto mucho tus relaciones interpersonales, pero pregunto: ¿Acaso tu novio te manda cartas? Ya, ya, lo dejo ahí.
Carlos abundó un poco más y dijo lo siguiente: “Creo que el género epistolar es uno de los grandes géneros literarios. A mí siempre me ha parecido que una de las cinco o seis grandes novelas de la literatura francesa son “Las relaciones peligrosas”, de Laclos, que es una novela en cartas; “La nueva Eloísa”, de Rousseau, que tú sabes que antes de “Cien años de soledad” fue la novela que más se vendió por toda América Latina como ninguna otra novela hasta Gabriel García Márquez. “La nueva Eloísa” es una novela epistolar.”
Y Fuentes sigue enumerando más novelas epistolares. Bueno, menciona dos más: “Los idus de marzo”, de Thornton Wilder, y “Las memorias de Adriano”, de la gran Marguerite Yourcenar (lo de gran lo digo yo).
En fin, ¿mirás qué bonito? Fuentes hablando de dos cosas que a mí me interesan. ¡Claro, hay más! Pero no puedo copiar todo el libro de Sarmiento. Hay compas que me llamarán plagiario. Sólo diré que a muchos lectores no les cae bien el tal Sergio Sarmiento, pero su libro sí es atractivo, porque es testimonio de grandes entrevistas con grandes personajes.
Termino esta carta diciendo que Fuentes comenta que los hombres inteligentes están en desventaja frente a una mujer inteligente, porque la mujer posee algo que jamás logra el hombre: la intuición. Mirá lo que dice y cómo lo dice: “Cuando una mujer muy inteligente aúna a su inteligencia su intuición, ¡a correr!, porque son Isabel I de Inglaterra, que encuentra una islita, que es poco menos que una roca tirada en el mar, y la convierte en el primer imperio del mundo.”
Bien, ¿no? Mente prodigiosa la de don Carlitos. No dije que fuera bobo, sólo dije que a mí me gusta más la literatura de Fernando del Paso. Pero reconozco la inteligencia de quien fue llamado “mujerujo” por la gran diva del cine mexicano: María Félix, mujer intuitiva.