jueves, 19 de marzo de 2020

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE OTROS TIEMPOS




Querida Mariana: Ayer platiqué con Adrián (mi contemporáneo). Dijo que no termina de acomodarse en estos tiempos. Dijo que él, de joven, soñó con ser Tony Manero. ¿Tony Manero? Sí, me explicó que Tony Manero es el personaje que interpreta Travolta en la película “Fiebre de sábado por la noche.”
¡Entendí! Yo vi esa película. No quise ser como Manero, porque a mí el baile no me interesaba, pero entendí un poco lo que Adrián me decía. Sí, en aquellos tiempos (años setenta) el sábado era un día importante. Hoy, ustedes los jóvenes, adoran los viernes; ustedes dicen: “Es viernes y el cuerpo lo sabe.”, y van a los antros y bailan, ríen, beben, más lo que se acumula en las horas de la madrugada del sábado.
Tony Manero esperaba que llegara el sábado para acudir a la pista de baile. Y ahora me entero que Adrián soñó con ser como Tony, no como una vocación para la vida, pero sí como una línea para el instante. Era, sin duda, un tiempo más inocente.
Él soñó con ser como Tony, un gran bailarín. ¿Con qué sueñan ahora los jóvenes?
Cuando Adrián me dijo lo que dijo, yo protesté. ¿De verdad quería ser como Manero? ¿Un chavo integrante de una banda de jóvenes sin muchas alternativas de desarrollo? La banda de Manero se la pasa bebiendo y cogiendo a cuanta muchachita se les pone enfrente. Hay una escena de la película donde una chica que es rechazada por Manero, como forma de desquite coge con dos amigos de Tony, en el asiento posterior del auto, Tony está en el asiento delantero. Al final, la chica se siente peor que trapeador.
Adrián me dijo que casi no recordaba la trama de la película. Él sólo recordaba (sólo recuerda) las escenas donde Tony, con traje blanco, con chaleco, con camisa oscura, desabotonada en la parte superior, con el peinado impecable, bajaba a la pista con cuadrícula iluminada y se transformaba. El modesto y rutinario empleo de vendedor de pinturas se diluía, para dar paso al ídolo del barrio. Tony, en medio de una muchedumbre que le dejaba la pista para él y para su pareja, se sublimaba. El instante le pertenecía, en ese momento él era el centro de atención, el chico mimado del barrio. Los aplausos eran sólo para él (apenas compartidos con su pareja de baile). Al salir de la pista, al abandonar la disco, Tony volvía a ser el muchacho sin el don, sin la gracia infinita. Tony sólo vivía para las noches de los sábados enfebrecidos.
Entendí a Adrián. ¡Claro que lo entendí! Sus sueños fueron más limpios que los sueños de los adolescentes actuales. ¿A quién quieren imitar ahora? ¿Cuáles son los modelos?
Digo que Tony no era el mejor modelo para un futuro prometedor, pero su vocación no tenía la dureza de los sueños actuales.
Bailaba. En la pista hallaba un motivo. ¿En dónde están ahora los motivos de los jóvenes? ¿Qué quieren ser de grandes? No hablo de vos, ni de aquéllos que tienen muy bien definido el camino de la vocación luminosa; hablo de miles y miles de jóvenes que no hallan una pista iluminada. En la cinta donde actúa Travolta, la pista tiene luces interiores, es una pista iluminada, en ese tiempo fue un deslumbre. Hubo cientos de discos en el mundo que imitaron dicha escenografía, donde estaba esa cuadrícula llena de luces de colores, iluminada, también, por una bola de espejos que giraba y giraba sin parar, lanzando destellos a todas partes.
El piso iluminado tiene su origen en esos tiempos. En esos tiempos, el piso no era una mancha oscura, sino un tablero de ajedrez lleno de luz donde jamás ocurría un jaque mate.
Sí, ahora me entero que Adrián soñaba con ser como Manero, con vestir un traje blanco, tener una cabellera bien cuidada, vestir pantalones acampanados y zapatos de plataforma. Soñaba con caminar fachoso por la calle, con ser reconocido por todas las chicas bellas del barrio. Soñaba con tener la figura delgada de Manero. Soñaba. Adrián era (es) chaparrito, ahora es calvo, con sobrepeso y nunca tuvo novia (ahora es casado en segundo intento y tiene dos hijos y cuatro nietos de la primera esposa).
Entendí cuando me lo dijo. No se trataba de elegir una vocación de vida, sino disfrutar los fines de semana, con algo que es como un deporte y es una cuerda donde brinca la vida: el baile.
Posdata: Al despedirnos le pregunté si él iba a la disco. Me vio muy serio, luego rio y dijo que no, que nunca había ido. ¿Entonces?, le pregunté. Y él dijo: Pues por eso, te digo que yo soñaba con ser como Tony Manero.
Entendí a Adrián. Sí lo entendí. Hubo un tiempo que soñé con ser jugador de fútbol soccer, yo, que nunca pisé una cancha.