martes, 17 de noviembre de 2020

CARTA A MARIANA, CON LIBROS

Querida Mariana: ¡No, no están cayendo pingüinos! ¡Tampoco están cayendo libros! Estoy bien abrigado, porque era una tarde lluviosa; estoy rodeado de libros porque los había comprado. Fue en noviembre de 2019. Este 2020 no hubo la Feria del Libro en el parque central, por la pandemia. Revisando mi archivo hallé esta fotografía. Acá estoy en el auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos, espero que, en el escenario, aparezcan Eduardo Casar y Laura García (famosos participantes del programa “La dichosa palabra”, que se transmite a nivel nacional en el canal 22, de la televisión), quienes ofrecieron una conferencia que abordó el tema del libro y de la lectura. Como diría Juan Gabriel, estoy en el lugar de siempre, en la primera fila de la parte alta del auditorio. Desde ahí veo muy bien todos los actos. Ahí nadie me molesta. Digo esto, porque en la más reciente remodelación del auditorio, los encargados hicieron un trabajo nefasto y dejaron muy pegadas las filas de bancas, lo que ocasiona que cada vez que alguien desea sentarse a mitad de la fila (porque todos los demás asientos están ocupados), ese alguien debe pasar brincando las piernas de quien está sentado, o éste debe pararse para que pase el otro. Uf. Qué trabajo tan chambón. Pero, bueno, yo no tengo problema alguno en este espacio de privilegio. El otro espacio ideal es la primera fila del frente, pero ahí se sientan (como en la escuela primaria) los más adelantados. Yo siempre, gracias a Dios, me senté en la parte trasera de los salones, así me salvaba que el supervisor me preguntara en dónde se firmó el Plan de Iguala (hubiese salido con el clásico chiste: ¿En la parte baja de la hoja?) Esa tarde de conferencia de Eduardo y de Laura hice un recorrido por la feria. Claro, antes pasé a la Librería Lalilu para comprar el libro “Sobre los huesos de los muertos”, muy buena novela de Olga Tokarczuk, recién obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en 2018. Ah, fue complicado hallar obra de la premiada. A la fecha no sé si ya están disponibles traducciones de su obra. Estoy con ganas de leer cuentos escritos por ella, porque la lectura de “Sobre los huesos de los muertos” me dejó grato sabor de espíritu. Ella es polaca y muchos de sus libros no estaban traducidos al español. Y, pues a mi edad ya no estoy para aprender polaco, así que siempre estoy en espera de traducciones al idioma que más o menos comprendo. Pero, digo que luego de visitar Lalilu, fui a caminar por el parque central del pueblo y, como si buscara jitomates para la ensalada, tomé uno y otro libro y otro, y así, cuando entré al auditorio para la charla, tenía seis libritos para la cena de varias noches. Y acá estoy, con mi cara de felicidad (sí, mi cara de piedra no lo demuestra, pero cuando está feliz tiene esa mirada de colibrí despierto). Como la planta alta del auditorio estaba vacía dispuse los libros como compañeros. Los libros me han acompañado desde siempre, en los cafés, en las cantinas, en los parques, en los autos, en los camiones, en los aviones, en los trenes, en el Metro, en la combi, en el baño (cuando no me baño), en los hoteles (cuando no duermo), en los restaurantes y, por supuesto, en las bibliotecas. Siempre han sido mis más fieles compañeros; siempre los he llevado como acá se ve. Los libros son los grandes conversadores, los más inteligentes charlistas; poseen una memoria privilegiada, nada olvidan, y son tan inteligentes que siempre tienen miradas diferentes del mundo; y son tan generosos que abren sus manos y sus mentes sin recato alguno. Ah, los libros. No hubo feria este 2020. La pandemia obligó a un receso. Yo, para no perder la sana costumbre me di un paseo por las librerías virtuales y compré dos librincillos: uno de Rosa Montero con título sensacional (el libro también está muy bueno): “La ridícula idea de no volver a verte”; y el otro (por sugerencia general de Iván Ibáñez): “Salvar el fuego”, de Guillermo Arriaga, novela que ganó el Premio Alfaguara 2020. El mundo sigue siendo la isla de siempre y el libro el faro que nos guía en medio de la tormenta. Esa tarde de noviembre de 2019, compré cinco libros en la feria. Cinco libros a precios muy accesibles: “Los ídolos a nado”, de Carlos Monsiváis; “Sale el espectro”, de Philip Roth; “El profesor del deseo”, del mismo Roth; “Diles que son cadáveres”, de Jordi Soler; y “El héroe discreto”, de Mario Vargas Llosa. Posdata: Sí, perdón, en mi afición literaria no aplico la paridad de género. Elijo libros conforme a criterios de calidad literaria. A veces aparecen más mujeres, a veces brincan los hombres. La literatura (igual que el lenguaje) no tiene sexo. La inteligencia tampoco tiene género. La vida es pareja en la repartición de dones.