sábado, 7 de noviembre de 2020

CARTA A MARIANA, CON PELÍCULA

Querida Mariana: vos y yo somos grandes cinéfilos. Vos has llevado dos diplomados de cinematografía en la ciudad de Guadalajara. A diario ves una película y llevás un registro exacto con tus comentarios profesionales. Sé que cada peso que ahorrás es para cumplir tu sueño de acondicionar la sala en el patio de tu casa, donde tendrás una gran pantalla, un sonido espectacular y butacas acojinadas. Sí, sé que pronto conseguirás hacer realidad tu sueño. Ahora, por la pandemia, se suspendió tu proyecto, pero, entiendo, pronto te enviarán el equipo de sonido y lo instalarán los expertos. La pandemia detuvo muchos proyectos, pero estimuló otros. ¿Sabés que el día 22 de octubre de 2020 ocurrió un acto histórico en el pueblo? Ese día (bueno, en la noche) se inauguró el primer autocinema en nuestra ciudad. Jamás hubo un autocinema en este pueblo, amante del cine. ¡No! Tenemos una gran tradición de salas, pero jamás vivimos esa experiencia de invitar a amigos o a familiares a treparse en un carro y, desde ahí, ver una cinta. Te he platicado que yo fui mucho al cine, en mi infancia y en mi adolescencia acá en Comitán. A mí me tocó asistir a los Cines Comitán y Montebello, que estaban en el centro (el Comitán frente a la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, y el Montebello en el edificio donde ahora está el Teatro de la Ciudad); luego me tocó ir a los Cinemas Galaxia 2000, en el bulevar; y, de igual manera, viví el cierre de las salas y lamenté la ausencia de la oportunidad de ir al cine. Ya eran tiempos de videocaseteras y de renta de videocasetes. La gente prefirió ver el cine en casa, era más barato y uno tenía la posibilidad de elegir. La posibilidad de elección estaba oculta en los tiempos del Cine Comitán y del Cine Montebello. Los cinéfilos de hueso colorado, los que, entre semana, acostumbrábamos ir un día sí y el otro también, y el domingo íbamos a la matiné del Comitán y a la función vespertina del Montebello, nos tocaba ver lo que exhibían. A veces nos tocaban películas simpáticas, en otras ocasiones nos chutábamos unos bodrios que no te cuento, pero éramos felices, era nuestro gusto, parte de nuestro alimento espiritual. Un día llegaron las salas de Cinépolis y el ambiente cinéfilo volvió a prender. Ya tenemos más oportunidades de elección (aunque, la baraja de elecciones esté dominada por comedias mexicanas bobas y por el bobo cine norteamericano de efectos especiales). Vamos, porque, como decía un anuncio: “El cine se ve mejor en el cine.” Sí, la experiencia de ir a una sala es totalmente diferente a la experiencia de ver el cine en casa. A mí me encantan ambos ambientes. Disfruto sentarme en una butaca, esperar el instante en que las luces se apagan y se prende la pantalla. Disfruté mucho el cine de mi infancia y de mi adolescencia, cuando un niño pasaba a ofrecer refrescos que servía en un vaso encerado o podías (pucha, qué privilegio) tener servicio de VIP, porque le pedías al niño una orden de tacos dorados (los tacos más ricos del mundo mundial) y el niño te la llevaba a tu asiento. ¡Ah, qué bendición! Siempre pensé que lo único que faltaba era un servicio como de bacinica VIP para no tener que pararse al sanitario y perderse el momento en que Santo trepaba a su auto descapotable y conducía por una carretera desierta hacia el castillo donde estaban las mujeres vampiro. Pero, cuando llegó el virus a Comitán, Cinépolis cerró las salas en forma temporal, y los cinéfilos volvimos a quedarnos sin la posibilidad de asistir a salas. Claro, ahora existen muchas opciones de ver buen cine en casa. Por ejemplo, la UNAM ha subido a plataformas algunas películas de su archivo, joyas de la cinematografía nacional; y vos sabés, vos más que nadie, que existen muchas plataformas comerciales donde puede verse cine de calidad en casa, en la computadora o en los celulares. Uf, ¡qué bendición! Yo estoy suscrito al Netflix y he visto dos o tres películas simpáticas (en realidad he visto más de tres). El propio Cinépolis tiene una plataforma donde los suscriptores tienen la posibilidad de ver las películas que fueron estreno. En fin, ahora hay muchas opciones para elegir, cosa que era imposible hacer en los tiempos del Comitán y del Montebello. Ya te conté que cuando fui a estudiar a la UNAM en la Ciudad de México hallé muchos cineclubs donde exhibían ciclos de cine de arte. Ah, ya podés imaginar cómo disfruté esos banquetes. Ahí conocí a muchos directores que ahora son parte de mi principal recuerdo: Kurosawa, Fellini, Woody Allen, Godard, Kieslowsky, Buñuel, Hitchcock, Chaplin, Orson Wells y más personajes de esta altura. Es lógico de entender que cuando has estado en el pent-house ya da ciertas ñañaras vivir en un subterráneo. Pero digo que ahora, en el mes de octubre de 2020 ocurrió uno de los actos históricos más notables de la historia del cine comiteco: inauguraron el Autocinema Masaryk. Consignaré los datos que aparecen en su página de Facebook, sólo para que mirés por dónde va esta propuesta. Como me cuesta mucho dejar el pueblo nunca he sido un gran viajero, por eso digo (en broma) que nunca he pasado de Chacaljocom, bueno, pues los cinéfilos de estos tiempos tampoco pasarán de Chacaljocom, porque antes de llegar está el Autocinema. Fijate que, en estos tiempos de pandemia, en la Ciudad de México, el gobierno abrió un autocinema en el Autódromo Hermanos Rodríguez, para que la actividad cultural no se pare. Se entiende que en las salas normales hay más riesgo de contagio. Pues acá, en nuestro pueblo, empresarios hicieron lo mismo que en la Ciudad de México y abrieron el primer autocinema de Comitán. ¿En cuántas otras ciudades del estado de Chiapas ha ocurrido un acto semejante? No creo que haya algo similar. Comitán vuelve a ser punta de lanza. Sólo para que anotés los datos en tu bitácora digo que la primera película que exhibieron en el Autocinema Masaryk fue Mulan; que el costo por auto es de cien pesos (pucha, si llevás a toda la familia en la camioneta terminás pagando diez pesos por cabeza, bien); que ahora no venden órdenes de taquitos, pero ofrecen “snaks”, pizza, alitas, papas fritas, nachos, banderillas, jugos, salchipulpos (ah, está simpático el nombre), capuchinos, refrescos y más. Como este autocinema se abre en tiempos de contingencia sanitaria, tienen un código de medidas de seguridad. Copio dicho código para que a tus nietos les contés (bueno, en caso de que tengás hijos) cómo fue asistir al cine en tiempos del Covid. El código establece que los autos se acomodan por tamaño conforme van llegando ; está prohibido el ingreso de alimentos y bebidas (ah, ya miro los que llevan adentro de una bolsa de plástico, en el piso del auto, el elote asado con polvojuan); está prohibido fumar; no se permite bajar del automóvil (únicamente para el sanitario); y uso responsable del cubrebocas. ¿Sabés qué me gustó mucho? Si, por ejemplo, vas a pedir un salchipulpo con un refresco prendés las luces interiores del auto. Es el aviso para que te atiendan. Los noviecitos (imagino) van a preferir quedarse con el estómago vacío, pero con las luces interiores apagadas. Total, las muchachas bonitas luego saben que sus muchachos son unos grandes salchipulpos a la hora de abrazar. Me conocés, sabés que he estado en confinamiento desde que la pandemia apareció, soy un viejo y, a la fecha, he estado bien de salud, gracias a Dios. No le busco. Pero si fuera joven me atrevería a vivir esta aventura. Nunca lo hice. He visto, igual que vos, muchas películas donde los protagonistas asisten al autocinema. Hubo un tiempo (en los años cincuenta y sesenta) que ir al autocinema era una gran experiencia. Recuerdo que en cada lugar del auto había un poste con bocina, donde los espectadores podían escuchar el sonido de la cinta. No sé cómo le hacen ahora, pero alguien me explica (no sé si así funciona en Comitán) que con los dispositivos electrónicos actuales puede escucharse el sonido de la cinta. ¿De verdad? No lo sé. Ya algún amigo me platicará. Por el momento digo que la apertura del autocinema comiteco es un hecho histórico. Pienso que asistir con tu auto al cine conlleva menos riesgos de contagio que acudir a una sala cerrada. Yo, cinéfilo de hueso colorado, pero viejo en confinamiento, seguiré viendo el cine en casa. Te platiqué que hace cosa de días vi “The big fish”, del gran Tim Burton y me emocioné como muchachito y lo lloré como criatura divertida. Posdata: Ah, el cine. Cuántas historias, en la pantalla y en la sala. Ahora, las historias se escriben en los autos. Ahí, las familias y las parejas, disfrutan la experiencia de ver el cine al aire libre. Como buenos comitecos no faltará el que, en lugar de ver la pantalla, se dedique a ver qué pasa en los carros cercanos, ver si un carro tiene empañados los cristales o si se mueve como si estuviera ocurriendo un sismo de 6.3. Si no fuera porque los tiempos son extraños diría que son tiempos benditos, porque esto del autocinema permitirá a los cinéfilos a vivir una experiencia inolvidable.