jueves, 25 de marzo de 2021

CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 1)

Querida Mariana: acá está la generación 68-71, de educación secundaria, del Colegio Mariano N. Ruiz. Es mi generación, por ahí estoy. ¿Quiénes son los que están en la fila de atrás? Acá va la relación de nombres, de izquierda a derecha: Francisco Javier Herrera Reyes, Rafael Humberto Morales Serrano, Carlos Efraín Conde Aguilar, Francisco Javier Aguilar Carboney, Jorge Antonio Pérez Velasco, Miguel Octavio Román Marín, Luis Eduardo Ortiz Gutiérrez, José Armando Pérez Castro, Francisco Javier Guillén Martínez, César Leonardo Morales Coutiño, Marco Antonio García Aranda, Pedro de Jesús Avendaño Cancino, y Víctor Manuel Domínguez Aguilar. Todos muy trajeados, viendo al frente, viendo hacia donde estaba el fotógrafo, don Roberto Gordillo, quien a la fecha aún continúa con su estudio fotográfico, en la subida de San Sebastián. Bueno, no todos vemos a la cámara, Francisco Javier ve a la derecha y sonríe, quién sabe qué veía. ¿Por qué ahora comparto esto con vos? Porque si hacés cuenta (bueno, no las hagás, yo las hago por vos) advertirás que en este 2021 cumplimos cincuenta años de que egresamos. La mañana de esa fotografía, como sucede siempre con los grupos que se despiden de un ciclo escolar, había en cada uno de nosotros una mezcla extraña, no advertida, de sensaciones. Esa mañana, con tristeza, dejábamos nuestro colegio; esa mañana, con alegría, nos preparábamos para iniciar otro ciclo, muchos continuamos con los estudios, otros, muy pocos, ya no lo hicieron, el máximo grado de estudios que tuvieron fue la secundaria. La certeza de esa mañana fue que, a partir de ese instante, jamás volveríamos a reunirnos como grupo, como estuvimos reunidos durante tres años. ¿Lo imaginás? De lunes a viernes, a veces también los sábados, este grupo de muchachos, como los corderos fieles de la leyenda, se reunía, bien para recibir clases regulares o para ensayos de algún festival o de un desfile. Si contás al grupo (bueno, no lo hagás, lo hago yo por vos) verás que somos cincuenta y un muchachos. Como siempre resulta, acá no estamos todos los que iniciamos. Por ejemplo, puedo decir que los hermanos Poo Ramírez (Maluye y Pepe) no están acá, porque ellos, antes de terminar el primer grado de secundaria se trasladaron a la Ciudad de México; además, en esta fotografía no estamos todos los que concluimos el ciclo de secundaria. Por ejemplo, no está Arnulfo Cordero Alfonzo, y él sí terminó la secundaria con el grupo. No sé por qué no acudió esa mañana de toma de fotografía de generación. Si mirás las caritas apreciarás que son caritas de muchachos de catorce, quince o dieciséis años. Tal vez hay alguien que es un poquito mayor. En ese tiempo había algunos alumnos que eran mayores. ¿Alguien menor de catorce? No lo creo. Quien entraba a estudiar la primaria, cuando menos tenía seis años; es decir, concluía a los once años, edad a la que entraba a la secundaria para terminar el ciclo a los catorce. ¿Quién era el mayor del grupo? Es difícil decirlo. Tal vez uno de los mayores es Armando. Él llegó un día de 1969, cuando ya habíamos iniciado el segundo grado. Llegó, así nos lo contó, de Oaxaca, había estudiado, interno, en el Colegio Carlos Gracida. Lo vimos y supimos que era más grande que la mayoría del salón. Sí, él nació en 1952; es decir, cuando se volvió nuestro compañero ya había cumplido 17 años, ya estaba crecidito. Armando es hijo de don Arturo Pérez, un destacado comerciante de nuestro pueblo. Armando no realizó una carrera universitaria, él, desde joven, se integró al equipo de trabajo del Banco de Comercio, ahí realizó una brillante carrera hasta llegar a ocupar un alto puesto ejecutivo. Debe estar ya jubilado, radica en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Donde sí no hay motivo de error es en asegurar quién era el más alto del grupo. En esta fotografía lo podés ver, es Luis. Luis es altísimo. Luis se hizo gran amigo de Marcolfo Guillén Flores (quien está en la fila número tres), Marcolfo es hermano de Amín Guillén Flores, ambos, hijos del recordado maestro Víctor Guillén, quien medio mundo de Comitán conoció como el maestro Chaparrito. Digo esto para comentar que era simpático ver a Luis y a Marcolfo caminando en la banqueta, Luis colocaba el brazo sobre la espalda de Marcolfo, para esto debía jorobarse tantito. En esta fila hay un compañero que ya falleció. Mi gran amigo Miguel falleció en los años ochenta en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Miguel estudió el bachillerato en la prepa de Comitán y luego fue a la Ciudad de México a estudiar ingeniería agronómica en la Unidad Xochimilco, de la Universidad Autónoma Metropolitana. Su fallecimiento fue un suceso lamentabilísimo, él era un hombre bueno, noble. Es difícil repasar la biografía de cada uno de los integrantes de esta generación, porque algunos compañeros se pierden en la niebla del recuerdo y es difícil rastrear sus huellas. Algunos son como barcos que se echan al gran mar y arriban a playas muy distantes. Si omito a alguien es porque sus velas los llevaron lejos y están en otros puertos. Francisco Javier es profesor, vive en el pueblo; Rafael Humberto es un destacado empresario gasolinero, estudió en la UNACH, también vive en Comitán; Carlos Efraín estudió ingeniería, en el IPN, radica en la Ciudad de México; Francisco Javier, estudió Ingeniería Civil, en la UNACH, vive en Comitán; Jorge Antonio vive en el pueblo, estudió algunos semestres de arquitectura, en la Unidad Azcapotzalco, de la UAM, y luego pasó a estudiar la misma profesión, en la Universidad La Salle; Miguel Octavio, ya comenté que estudió en la Unidad Xochimilco, en la Universidad Autónoma Metropolitana; Luis Eduardo estudió ingeniería, radica en Comitán; José Armando radica en la capital chiapaneca; Francisco Javier no tengo la certeza, pero entiendo que estudió ingeniería y lo único que sé es que no radica en Comitán, vive en alguna ciudad de nuestra república; César Leonardo se convirtió en un destacado inversionista; Marco Antonio sí vive en Comitán, es médico, labora en el Centro de Salud, en el barrio de San Sebastián; Pedro de Jesús estudió ingeniería civil, en la UNACH, y lo último que supe es que vivía en la zona de Palenque; y Víctor Manuel se dedicó al ramo farmacéutico. Posdata: en esta fila identifiqué, más o menos, a cada uno de ellos. No es labor sencilla. No lo es, porque en 1971 dejamos de ser grupo. Si siguiéramos siéndolo, ahora mismo volvería mi mirada y le preguntaría a Francisco Javier: oí, vos, ¿dónde vivís?, y él, de inmediato. Esa mañana de 1971 tuvimos lo que llaman sentimientos encontrados, estábamos felices porque ya habíamos concluido un ciclo más, pero estábamos tristes porque sabíamos que jamás volveríamos a estar juntos. Cada uno tomó su rumbo y varios han fallecido en el camino. Mañana, primero Dios, te sigo contando de esta gloriosa generación 68-71.