martes, 9 de marzo de 2021

CARTA A MARIANA, EN TONO DE DO

Querida Mariana: Hay actividades que sí y actividades que no. ¿De qué hablo, querida niña? Hablo de la música. Hay actividades humanas que se hacen mientras, al mismo tiempo, se escucha música; en cambio, hay otras actividades que prohíben poner música. Mi amigo David es un melómano de partitura total; él, cuando escucha música, no hace otra cosa. Él pone un disco en el aparato reproductor, le da play con el control remoto, se sienta en un sillón muy cómodo que tiene en su estudio y disfruta con todos sus sentidos el río de agua limpia que sale de las bocinas de alta definición. Pero no todos son como David, la mayoría escucha música de fondo, mientras realiza otra actividad. Pensá en los que arreglan bicicletas, en las que están bordando blusas, en los que pintan paredes, en las que cocinan, en los que viajan por la autopista, en las que hacen ciclismo de alta montaña, en los que desayunan en su casa o en un restaurante. ¿Quiénes del otro lado? Pues, por ejemplo, en una biblioteca pública no existe un sistema de sonido que le dé ambiente al espacio. Digo pues que hay actividades que no se llevan bien con la música, actividades que exigen concentración total. La tía Elena avisaba a la hora que entraba a rezar al oratorio. Rita iba a la cocina y apagaba el radio que había inundado el patio y los corredores toda la mañana y parte de la tarde. Rita pasaba a su cuarto, se ponía los audífonos del aparato reproductor individual y continuaba escuchando música, pero sólo ella. Vos, ¿qué actividad realizás mientras tenés música de fondo? ¿De verdad? ¿Y lo hacés al ritmo de la música? ¡Sí!, yo, igual que vos, también pongo música cuando me baño. Mientras enjabono mi cuerpo escucho la música que programa la radio a esa hora. A veces, el estropajo se mueve al ritmo de bachata, a veces a ritmo de rock o de balada, y a veces a ritmo de reguetón. También escucho música cuando dibujo o cuando pinto. A la hora de leer me concentro tanto que no me afecta que haya música, en este caso el sonido es ignorado por mi cerebro, es como si en la calle pasara el camión repartidor de gas, el carro de la basura, el campanero, los compadres que, bolos, se abrazan y gritan. Mi viaje no es interrumpido por moscas volando a mi alrededor. Mario Pinto, quien es un exquisito pintor comiteco, pone música clásica a la hora que realiza sus acuarelas. Un día me dijo que no podría pintar en silencio ni con música de reguetón o de banda. Digo que la oración es una actividad que no permite la música. ¡No! La oración tiene su propia musicalidad a través del rezo. Las palabras que se pronuncian en la oración son como gotas de agua que caen sobre la bandeja del aire. La oración es un acto tan íntimo que no permite distractores. ¿Y los amantes? ¿Escuchan música a la hora que hacen tiquitiqui? Sí, muchas parejas tienen a la música como un elemento seductor imprescindible. No me quedés viendo así. Lo digo porque lo he visto en muchas películas. Cuando ella tiqui y él tiqui, para tiquitiqui, la voz de Michael Bublé es compañía recomendable. Ya te conté que la primera vez que escuché un disco de Bublé, con mi modo de siempre, comenté que si yo fuera mujer me enamoraría de ese tipo, qué voz tan caricia de ámbar, y la Paty de Adolfo me dijo que no andaba tan perdido porque Bublé era uno de los favoritos del grupo gay (¡pucha!, ahora reflexiono y pienso: qué me habrá querido decir la Paty). Sí, los amantes finos escuchan música y se suben a esa barca que boga en oleajes sutiles, manos de seda. La música posee esa cualidad, es acompañante genial. En mis tiempos de joven, mis amigos llevaban serenatas con marimba a sus muchachas bonitas. Nosotros bebíamos y bailábamos en la calle, a las doce de la noche, mientras ellas, en sus recámaras, prendían una lámpara, como si fueran marineras a mitad del mar, para indicar que estaban escuchando Luna de Xelajú. Digo pues que se puede beber trago con música, que se puede caminar por la calle escuchando música, que se puede hacer tiquitiqui al compás de un buen jazz y que se puede volar en medio de una noche lluviosa al ritmo de un blues. Posdata: Vos sos amante del cine. Sabés que la música es elemento fundamental de las películas, pero la actividad del cinéfilo, como la del rezador, no permite que haya interrupción de música ajena. Ir al cine es como rezar. Yo, lo he dicho muchas veces, recibí dos religiones que me legó mi papá: el cine y la religión. Las dos las cumplo al pie de la letra y las hago sin escuchar música.