jueves, 18 de marzo de 2021

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES SIMPÁTICOS

Querida Mariana: hace años leí la Odisea y ayer regresó. No sé si vos recordás el pasaje donde Odiseo entra a una gran cueva y se topa con Polifemo, un cíclope famoso. ¿Lo recordás? Eso de los cíclopes es una genialidad. Gigantes con un solo ojo. Los sabios saben que con un ojo se mira mejor, digo, de lo contrario, los telescopios tendrían dos ojos. Pero la genialidad mayor fue cuando el héroe de la Odisea le dijo a Polifemo que se llamaba Nadie. El nombre es genial, porque cuando los demás cíclopes le preguntan quién le clavó una flecha en su único ojo, Polifemo, tatarateando, porque estaba medio bolo y porque no veía respondió ¡Nadie! Cuando sus compas escucharon eso, pensaron que Polifemo había enloquecido. ¡Genial! ¿Quién te hirió? ¡Nadie! Ah, no le hagan caso, está loco. Pero digo que ayer volvió la historia leída hace años. ¿Sabés qué contó mi mamá? Que el chucho de su mamá, un perro bravo, lo bautizaron con el nombre de Quién. Ya podés imaginar lo que esto provocó. Todos los que llegaban a tocar la puerta de calle se veían sometidos a un delirio perruno. Imaginá al Huixtla de principios de los años cuarenta del siglo pasado. Al mediodía hace un calor de los mil fogones. Un hombre camina por la banqueta, llega frente a la puerta de calle de la casa de mi abuela Esperanza y toca. Adentro está la mamá de mi mamá, barre el patio central, cuando oye que toca pregunta: ¿Quién? El chucho, que está dormitando en el sitio, a la sombra de unos platanares, corre y ladra obediente al llamado de su ama. El hombre insiste y mi abuela también, vuelve a preguntar quién, y el perro, al escuchar los golpes sobre la puerta se abalanza sobre ésta y ladra con la ferocidad que es parte de su carácter perruno. El hombre se hace para atrás, se asusta. Cuando mi abuela se acerca a la puerta y pregunta quién, el chucho la queda viendo. Mi abuela Esperanza abre y ve que en la esquina camina un hombre con prisa, casi corre, en medio de ese infierno. ¿A quién se le ocurrió llamar Quién al chucho? A mi bisabuela, gran lectora. Tal vez mi bisabuela Nana Mía leyó La Odisea y pensó que si el héroe se nombró Nadie, Quién podría ser un nombre simpático para su chucho que era tan bravo como los cíclopes. Pero ese nombre causó mil sustos. Una tarde, mi abuela platicaba con dos de sus amigas en el patio, les había ofrecido una limonada fría. Las dos amigas conocían la bravura del chucho, pero sabían que cuando su ama estaba presente permanecía tranquilo. Esa tarde se había echado al lado de mi abuela, mientras las mujeres platicaban. Mi abuela preguntó: ¿Saben quién murió anoche? El chucho paró las orejas al oír su nombre, pero comenzó a ladrar como si llegara el fin del mundo, a la hora que las dos mujeres, a coro, en tono de chachalaca, preguntaron: ¿Quién? Mi mamá cuenta que una de las dos mujeres se hizo para atrás del susto y cayó sobre el piso de tierra mojándose todo el pecho con la limonada fría; la otra mujer alcanzó a pararse y fue retrocediendo en tanto mi abuela calmaba al tremendo Quién. He escuchado nombres geniales de chuchos y de gatos y de otras mascotas. La tía Martha, quien vivió en un pueblo de Jalisco, tenía cuatro chuchos, los cuatro de raza imponente, dos eran doberman y los otros dos no recuerdo la raza, pero eran de esos que dan temor. ¿Sabés cómo bautizó a sus chuchos? Rayos y Truenos. ¡Genial! Los dos doberman eran Rayos y los otros dos eran Truenos. Siempre llamaba a los cuatro con un simple grito: ¡Rayos y Truenos!, y los cuatro chuchos corrían con la velocidad del rayo y el bullicio del trueno. Posdata: a Jesús le regalaron un patito y en cuanto lo abrazó dijo que se llamaría Titanic y lo metió al estanque y gritó: “¡Éste sí no se hundirá!” Reímos, mientras el patito nadaba galán a mitad del estanque.